
Leintz Gatzaga
Carlos I, el emperador 'euskaltzale'Secciones
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Carlos I, el emperador 'euskaltzale'El emperador Carlos I (1500-1558) armó caballero al noble gatzagarra Juan Ochoa de Elejalde y éste, entre otros servicios que prestó al poderoso gobernante ... de Occidente, se dice que le enseñó a hablar euskera. Una lengua que, como apunta el escritor y periodista donostiarra Juan Aguirre Sorondo, el monarca «nunca dejó de ejercitar durante sus desplazamientos».
Contino o hombre de armas de la casa de Castilla y Correo Mayor de la Corte, el emperador Carlos armó caballero en Bolonia a Juan Ochoa, perteneciente al linaje de los Elejalde, servidores reales y anfitriones de las más altas personalidades en su casa de Során –hoy Indianokua– frente a la parroquia de San Millán.
Del interés del emperador por el aprendizaje de la lengua vasca dejó también testimonio el historiador y sacerdote lezoarra Lope Martínez de Isasti (1565-1626). «De ser cierto lo que dice Isasti –y todo induce a creerlo así– resultaría el emperador uno de los primeros productores de textos impresos en nuestra lengua, ya que sus expresiones habían de ser contemporáneas, más bien anteriores a las hechas imprimir por Dechepare», escribe Fausto Arocena (1896-1980) en 'Nuestra Pequeña Historia' (Colección Auñamendi, 1961). Este historiador donostiarra aludía al diálogo mantenido por el emperador con un arriero navarro y que transcribió Isasti:
–Mandazaya, nondic zatoz?
–Nafarroatic.
Y luego le preguntó más:
–Nafarroan gari asco?
Y respondió:
–Bai, jauna, asco.
–Nafarroan gari asco; batere, batere ez neretaco.
Estas expresiones, que «datan seguramente de 1620», no ofrecen dificultad alguna de comprensión.
En el capítulo titulado 'El euskera en labios augustos', Arocena advierte que Isasti no llega a decir que le fuese familiar al emperador el uso del euskara, «sino que, muy discretamente, insinúa que aprendió algunas palabras, tales como las que por 'personas fidedignas' llegó a detectar» el historiador lezoarra del siglo XVII.
Arocena señala que hay que tener muy en cuenta por otra parte que «abundaban en el cortejo imperial hasta una grado de saturación personas conocedoras de esa lengua entre quienes pudo ejercitarse la curiosidad y el buen deseo de su señor». Isasti apunta concretamente al confesor, al capellán y al médico, todos de esta tierra.
Una de las 'personas fidedignas' de quien Isasti obtuvo testimonio directo fue su paisano lezoarra don Germán de Ugarte. Este era el capellán del emperador, además de su limosnero.
Isasti dejó consignado de su puño y letra –relata Arocena– que un personaje de alto coturno en la corte del emperador se atrevió a interpelar a éste, con todo respeto pero con evidente incorrección, sobre que se hubiese entretenido, en medio de tantos asuntos como reclaman su atención, en el aprendizaje de una lengua 'tan inculta y grosera'. A lo que contestó Carlos I que apreciaba mucho el vascuence porque era la lengua primitiva de España.
Insiste Arocena en la verosimilitud del hecho narrado por Isasti. Verosimilitud que halla su mejor confirmación en las precisión que dio el testigo directo del hecho, es decir, Germán de Ugarte, las cuales recogió Isasti, aunque sin trasladarlas a su original, tarea que luego realizó el anónimo autor de la historia erróneamente atribuida a Larramendi.
Fausto Arocena da un salto en el tiempo hasta Felipe IV (1606-1665) para reseñar que este monarca designó al eibarrés Juan de Isasi e Idiáquez para ayo de sus hijos el príncipe don Baltasar y el infante don Fernando, que precisamente vino a morir en Eibar prematuramente.
Del príncipe se dio cuenta en las Juntas Generales celebradas en Elgoibar en 1635 que «gusta su alteza a ratos que se le able en vascuence y quenta en nuestra lengua algunos números muy natibamente...».
En otro salto en el tiempo, la reina regente María Cristina de Habsburgo (1858-1929), madre de Alfonso XIII, «se puso en manos del buenísimo de don Gaspar de Oregui para tratar de ejercitarse en el estudio de uno de los idiomas de sus súbditos».
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