
Óscar Gogorza de Carlos
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Óscar Gogorza de Carlos
Entre montaña y montaña, a donde sigue regresando como guía, el periodista Óscar Gogorza (Irun, 1972) ha arañado tiempo para escribir su primer libro: 'Montaña: ... Luz y oscuridad de camino a la cumbre'. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, ha dirigido durante una década la revista Campobase, firma sus textos en El País desde 1998 y es guía de alta montaña UIAGM desde 2007. En su libro intenta explicar la atrayente relación del ser humano con las cimas y lo hace a través de historias universales y propias.
–¿Desde cuándo, la montaña?
–Es «culpa» de mis padres y también, de donde vivimos. Si miro desde Irun, veo Larún, Aiako Harriak, San Marcial, Jaizkibel... Me siento cómodo en el monte. Empecé a ir de pequeño, con mis padres, y no me gustaba (ríe). Era un rollo, hacía frío, había que madrugar... Pero un día le di la vuelta y empecé a ver cosas que hasta entonces no había percibido. Me gustaba la soledad, que no había cemento, ni coches..., era como un mundo paralelo. Y empecé a pensar que me gustaría que mi vida tuviese algo de relación con la montaña, pero no sabía qué hacer.
–Ya lo tenías claro.
–Quería tener un trabajo relacionado con el mundo natural, pero no sabía ni que existían los guías de montaña. Ni siquiera había entonces formación de guías en España. Me gustaba mucho leer y estudié periodismo. A los años mi exmujer me dijo que iban a retomar la formación de guías y me apunté.
–¿Dónde la hiciste?
–En esa época sólo había en Aragón, donde la hice y en Cataluña. Ahora trabajo para la formación de guías del País Vasco, Kirolene.
–¿Tu puesta de largo fue Pirineos?
–Siempre he pensado que fue Aiako Harriak. Ahí empezaron un poco los misterios, de cómo paso del segundo pico al tercero, que tiene un paso un poco expuesto... Me llevó mi padre, me explicó cómo hacerlo, empecé a ver los peligros. Volví a explorar con los amigos después... Es mi montaña de referencia. Y luego tengo muy grabado el recuerdo del sonido de los crampones en el hielo la primera vez que los usé en el Vignemale con 11 años.
–Eres muy consciente de los cambios en la montaña.
–En Alpes, que es donde trabajo en verano, es brutal. Cuando llegas a Chamonix en trenecito te lleva a un mirador sobre un glaciar. La primera vez que fui al glaciar se bajaba en 5 minutos. Ahora son 20. Ese glaciar ha perdido 70 metros de espesor. Le llaman el turismo de la última oportunidad de ver un glaciar de cerca antes de que desaparezca. El cambio climático se ve incluso en las estaciones. Es tan obvio, tan deprimente.
–Y el trabajo de guía también ha cambiado mucho.
–Antes llevabas a gente que tenía una vida de montaña personal y que contrataba un guía para hacer cosas que por falta de recursos técnicos o de compañeros adecuados, no podía. Sentías que ayudabas a alguien a dar un pasito más. Sin embargo ahora, desde la pandemia y en el entorno de los Alpes, es sobre todo gente con dinero que quiere comprar experiencias. Es un poco triste, porque no conocen ni quieren conocer nada de la montaña y su máxima aspiración es tener una foto para poderla enseñar. Se ha perdido el romanticismo, pero es saí, todo se compra hoy en día.
–Quién nos iba a decir hace años que iba a haber colas para subir al Everest.
–Pero las mismas que hay para subir al Montblanc. En cualquier sitio que tenga un poco de nombre, se hace cola. Pero vas a la montaña de al lado que no conoce nadie y estás solo. Al principio intentaba un poco como evangelizar a la gente, pero es perder el tiempo. Puede pasar que subes al Cervino por Suiza, llegas a la cima y ya están con el Iphone para que les hagas fotos. Empiezas a bajar y les preguntas: ¿Qué te ha parecido el lado italiano? Y te dicen que no lo han visto, que dónde estaba...
–¿Y de dónde ha salido escribir este libro?
–Pues no tenía ninguna intención, pero Alex Martínez Roig, periodista que yo respeto mucho, me llamó para convencerme y a la cuarta ya no pude negarme. Le dije: mira, hago relatos cortos con base de artículos que he hecho con los que quiero contar más cosas y vamos viendo. Le gustó y para adelante. Yo quería contar las historias que llevan rondando en mi cabeza muchos años, las que me han gustado, que me han inquietado y animado a hacer montaña y compartirlas. Yque fuese rápido y fácil de leer, que lo pudiese leer mi madre, que puedas leer una historia hoy y otra dentro de unos días y no pasa nada. Ha sido un proceso bonito.
–Hay momentos difíciles también en el libro.
–De la gente que he entrevistado durante todos estos años, no sé ni cuántos han muerto, pero muchos. Es un deporte en el que la gente se mata. Nadie va a la montaña para morir, pero ocurre. Esa oscuridad, intentar explicar qué nos lleva a hacer montaña sabiendo lo que nos puede pasar, es lo que me atrae. En el libro hay mucha luz, mucha pasión, pero también mucha muerte. La montaña no es un sitio idílico y yo quería reflejar esa dualidad. Amí se me mató mi mejor amigo con 14 años y luego también, Iñaki (Ochoa de Olza) que era un hermano. No hay un día que no me acuerde de ellos. Y pese a eso, no dejas de hacer montañas.
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