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Óscar Bellot
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 12:03
"No quiero vivir en una ciudad cuya única ventaja cultural es poder girar a la derecha con el semáforo en rojo". La demoledora frase que el personaje al que ponía rostro Woody Allen le espetaba al de Diane Keaton en 'Annie Hall' (1977) ejemplifica el poco apego que el genio neoyorquino siente hacia la populosa urbe de la costa oeste estadounidense. El enclave que sirve como casa de la 'meca del cine' es, según reza otra memorable sentencia del bufón al que el realizador interpretaba en 'Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar' (1972), un lugar en el que "no tiran la basura, la convierten en programas de televisión". Esa animadversión le ha mantenido alejado de sus calles durante casi cuatro décadas, el tiempo transcurrido desde que tejiese una de las obras cumbre de su filmografía, esa 'Annie Hall' en la que dejaba claro la primacía que otorga a su natal Nueva York y que ha permeado toda su trayectoria narrativa. Pero la ausencia ha tocado a su fin. 'The Big Orange', como también se conoce a la metrópoli, ha albergado en los últimos días el rodaje de la nueva película del cineasta, la número 46 de su carrera como director. Las playas de Malibú o el Vista Theatre han sido algunos de los escenarios que han cobijado a su equipo.
Sin título confirmado y con el argumento guardado en el más escrupuloso secreto, como suele ser habitual cuando del mordaz realizador se trata, la cinta viene acompañada por las consiguientes dosis de expectación que genera cada creación del que probablemente sea el cineasta más singular de las últimas décadas. El inicio del rodaje apenas si ha servido para confirmar que la trama girará en torno a una pareja de jóvenes y que retrotraerá al espectador, al menos en algunas de sus secuencias, hasta los años cincuenta. Eso es lo que se colige de las imágenes del plató difundidas hasta el momento, en las que se puede ver a las dos estrellas del filme, Kristen Stewart y Jesse Eisenberg, prodigándose en arrumacos y con un estilo muy alejado de aquellos a que acostumbran, especialmente en el caso de la actriz.
Hubo un tiempo en que la locura desatada alrededor de la saga 'Crepúsculo' amenazó con sepultar la hasta entonces más que prometedora carrera de Kristen Stewart. Talento precoz que sorprendió en el papel de la hija diabética de
Jodie Foster
en 'La habitación del pánico' (David Fincher, 2002) y que se confirmó con otra cinta de suspense, 'La casa (Cold Creek Manor)' (Mike Figgis, 2003), la californiana se labró una reputada trayectoria combinando títulos de corte independiente como 'Speak' (Jessica Sharzer, 2004) o 'Undertow' (David Gordon Green, 2004) con ambiciosas producciones como 'Zathura. Una aventura espacial' (Jon Favreau, 2005). Se dejó ver asimismo en 'Hacia rutas salvajes', adaptación cinematográfica del best-seller de Jon Krakauer en la que brillaba poniendo rostro a una joven desnortada que cruzaba su destino con el del protagonista (
Emile Hirsch
) en un campamento poblado por hippies.
Pero su vida cambió radicalmente cuando llegó a la cartelera la primera entrega de la saga 'Crepúsculo'. Basada en el exitoso libro de Stephanie Meyer del mismo título, la película convirtió a Kristen Stewart en ídolo de millones de adolescentes. El romance entre Bella Swan, su personaje en ese largometraje, y el vampiro Edward Cullen trascendió el set de rodaje. La pareja conformada por
Robert Pattinson
y la actriz se convirtió en objetivo de la prensa rosa de medio mundo. Legiones de fans seguían cada uno de sus pasos, copiaban los modelos que lucía la intérprete, imitaban sus cortes de pelo y adoptaban sus poses. Revitalizó el estilo grunge junto a otras famosas como Kate Moss o Sienna Miller y se convirtió en musa del diseñador Karl Lagerfeld.
La crítica más elitista desdeñó a Kristen Stewart como un ejemplo más del 'fenómeno adolescente'. La equiparaban con Miley Cyrus o Demi Lovato, cuando ella jamás anheló ser famosa. Tachaba de "bizarra" la obsesión de la prensa y de sus fans para con su persona.
La odisea terminó en 2012. Ese año llegaba a la cartelera 'La saga Crepúsculo Amanecer - Parte 2', película con la que los espectadores decían adiós a Bella Swan. Desde entonces, la actriz se ha empeñado en recuperar el terreno perdido. Tras poner rostro a la protagonista de 'Blancanieves y la leyenda del cazador' (Rupert Sanders, 2012), largometraje durante cuyo rodaje mantuvo un 'affaire' con el realizador que puso punto y final a su relación con Robert Pattinson, Stewart ha optado por proyectos mucho más exigentes como 'Camp X-Ray', un filme de Peter Sattler en el que se adentraba en la controvertida cárcel de Guantánamo, o 'Viaje a Sils Maria', un drama del francés Oliver Assayas que la colocó frente a frente con
Juliette Binoche
. Y puso rosto a la hija más comprometida de
Julianne Moore
en 'Siempre Alice' (2014), la película que le valió el Oscar a la protagonista de 'Chloe' (Atom Egoyan, 2009).
Stewart se metía en este último título en la piel de una joven que ambicionaba una respetada carrera en los escenarios. Justo lo que a ella quisieron negarle algunos hasta que demostró, a golpe de talento, que quienes vaticinaron que acabaría devorada por la fama andaban muy desencaminados. Trabajar con Woody Allen es el crédito que apenas le restaba a una mujer que ha sabido esquivar el veneno que tumbó y seguirá sepultando tantas carreras.
Se trataría, en suma, de un largometraje más luminoso que 'Irrational man', el trabajo precedente de Woody Allen, que llegará a la cartelera española el 25 de septiembre, cargando en sus alforjas con unas decepcionantes cifras en la taquilla estadounidense -apenas si había sumado 3.716.077 dólares a fecha de 30 de agosto, mes y medio después de su estreno- y no más felices reacciones por parte de la crítica, que ha aplaudido con práctica unanimidad la labor de su protagonista, Joaquin Phoenix, pero que no se ha mostrado tan elogiosa con la del director, abundando en la irregularidad que caracteriza sus últimas creaciones. Entre los que más lejos fueron, 'The Guardian', rotativo que se lamentaba de la entrega de esta "intriga bromista que no es ni lo suficientemente aterradora ni seria como para resultar intrigante, ni lo suficientemente ingeniosa o irónica como para funcionar como comedia".
Fin del 'exilio'
Más de lo mismo. Desde que rindiese su particular homenaje al Raskólnikov de 'Crimen y castigo' en esa joya sobre la influencia del azar en el destino del hombre que es 'Match Point' (2005), los incondicionales de Woody Allen transitan por la senda del desencanto. Apenas el humor que destilaba el Sid Waterman de 'Scoop' (2006), el encanto bohemio de las calles por las que paseaba Owen Wilson en 'Midnight in Paris' (2011) y la siempre majestuosa Cate Blanchett con la que se aliaba en 'Blue Jasmine' (2013) equilibran el balance de la producción reciente del realizador, que facturó también las mediocres 'El sueño de Casandra' (2007), 'A Roma con amor' (2012) y 'Magia a la luz de la luna' (2014) durante su 'exilio' europeo, del que también formó parte una 'Vicky Cristina Barcelona' (2008) a la que salvó la presencia de dos volcanes interpretativos como Javier Bardem y Penélope Cruz.
Fueron aquellos unos años en los que el cineasta se vio forzado a abandonar su querido Nueva York ante los elevados costes que llevan aparejados los rodajes en la 'Gran Manzana'. Tan solo regresó para tutelar a Larry David y Evan Rachel Wood en 'Si la cosa funciona' (2009), una comedia sobre el amor y las segundas oportunidades que vino a demostrar que su juego gana muchos enteros cuando ostenta la condición de local. Y sus dos últimas películas 'americanas', 'Blue Jasmine' e 'Irrational man', las filmó en San Francisco y Rhode Island, respectivamente.
Tutor de una nueva generación
El nuevo proyecto en el que ahora se halla inmerso representará también su vuelta a casa. La 'ciudad que nunca duerme' cobijará una vez más al director de 'Manhattan' (1979), quien se ha rodeado de tres de los intérpretes con mayor predicamento entre los jóvenes de las últimas fechas, pues al margen de Jesse Eisenberg, a quien ya moldeó en 'A Roma con amor', y Kristen Stewart, que su suma a la extensa nómina de musas del cineasta, como en el pasado más reciente hicieron Scarlett Johansson o Emma Stone, la nueva cinta que Allen rueda estos días cuenta con la participación de Blake Lively, quien tras estrenar maternidad acumula proyectos. A 'El secreto de Adaline', que llegó a finales de julio a la cartelera española, se añaden 'All I See Is You', un drama dirigido por Marc Forster y en el que comparte cartel con Jason Clarke ('Everest'), y 'The shallows', un largometraje del español Jaume Collet-Serra en el que las auténticas estrellas serán los tiburones.
Junto a ellos, una retahíla de veteranos que encabeza Steve Carell, sustituto de última hora de Bruce Willis, quien abandonó el proyecto con el rodaje ya empezando alegando la imposibilidad de compatibilizarlo con su labor en una obra de Broadway basada en 'Misery', la novela de terror de Stephen King. Willis se dejó ver en el plató antes de pegar la 'espantada', algo que ya hizo, sin ir más lejos, en 'Los mercenarios 3'. Y si en la adrenalítica película de Sylvester Stallone el encargado de reemplazarle fue Harrison Ford, en esta ocasión el turno le ha tocado a un actor que se hizo popular con la serie 'The Office' y que reveló una vis dramática que muchos ignoraban en 'Foxcatcher' (Bennett Miller, 2014), papel que le valió su primera candidatura al Oscar. De su personaje apenas ha trascendido el nombre, Aaron.
Completan el casting Parker Posey, quien repite con Allen tras 'Irrational man'; Jeannie Berlin ('Puro vicio'), Corey Stoll ('Ant-Man'), Ken Stott (visto en la trilogía de 'El Hobbit'), Anna Camp ('Criadas y señoras'), Stephen Kunken ('El lobo de Wall Street'), Sari Lennick ('Un tipo serio') y Paul Schneider ('Agua para elefantes').
Letty Aronson, Steve Tenenbaum y Edward Walson, colaboradores habituales del cineasta, se encargan de la producción de un filme para el que el neoyorquino ha reclutado por primera vez al director de fotografía italiano Vittorio Storaro ('Apocalypse now', 'El último emperador') y con el que el realizador mantiene su costumbre de entregar una película por año, un ritmo notable a sus casi ochenta primaveras que pocos compañeros de profesión, a excepción de Clint Eastwood y alguno más, son capaces de aguantar. Aunque, como en el caso del director de 'Million Dollar Baby' (2004), los últimos trabajos de Allen hacen buena la sentencia de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Quién sabe, quizás ahora cambie la racha.
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