«Mongolia es un país fascinante en el que no estaría mucho tiempo»
Zigor Aldama | Periodista ·
El corresponsal publica 'Adiós a Mongolia', un recorrido por un país de contrastes en el que el nomadismo camina hacia su desapariciónSecciones
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Zigor Aldama | Periodista ·
El corresponsal publica 'Adiós a Mongolia', un recorrido por un país de contrastes en el que el nomadismo camina hacia su desapariciónCuando la editorial le propuso a Zigor Aldama (Bilbao, 1980) que escribiera un libro, el periodista y corresponsal de Vocento en Asia descartó de inmediato ... hacerlo sobre China, en donde reside hace años, y apostó por relatar sus viajes por Mongolia, un país apenas conocido, con tres millones de habitantes y una superficie que triplica la de España. El resultado es 'Adiós a Mongolia-El último viaje de los nómadas', el relato pasmoso de Aldama de sus correrías por el desierto de Gobi, la tundra siberiana, la estepa y las calles heladas de Ulán Bator bajo la contaminación. «Tenía muy claro que la transformación que experimenta Mongolia es tan profunda o más que la de China. Recibe muy poca atención de los medios, pero mí me fascina, es mi país favorito».
- ¿Ah, sí?
- Sí. Cuando necesito desconectar de todo de forma radical me voy a Mongolia porque es muy diferente, sin apenas internet, y uno se despega completamente del día a día. En Mongolia no puedo trabajar porque por mucho que me pidan 500 líneas sobre algún tema, no me van a localizar. Además, es una sociedad mucho más hospitalaria que la china...
- Sin embargo, en el libro relata las dificultades, a veces enormes, que implica todo.
- Es un país muy complicado, difícil, pero China lo es aún más, sobre todo para trabajar como periodista. China cansa mucho, todo es 'no'. En cambio Mongolia es todo lo contrario.
- Su retrato de Mongolia es de un país tremendamente áspero para mujeres, ancianos, pobres, el colectivo LGTB...
- Sí, eso es verdad. Una cosa es pertenecer a Mongolia y otra, estar de paso. También es verdad que tendemos a idealizar los estilos de vida más primitivos.
- En este punto, se muestra muy crítico con la habitual mirada occidental del «tienen muy poco, pero son muy felices».
- Una cosa es ser mongol y tener que lidiar con todo lo que sucede en el país y otra cosa es ser un extranjero que pasa por Mongolia. Es un país fascinante en el que no estaría mucho tiempo, porque te permite desconectar, pero es difícil pasar dos semanas sin ducharte, sin tener un váter y sin un montón de cosas que nosotros ya necesitamos, que nos resultan de primera necesidad. Es un país muy áspero, con muchos problemas sociales, pero comparado con China, tiene una población mucho más hospitalaria y un territorio mucho más virgen y bonito. Es un lugar en el que uno puede sentirse a gusto temporalmente.
- Oiga, cuando oye lo de la 'España vacía' le entrará la risa.
- Sí, la verdad es que sí. Mongolia es muy peculiar también por eso, por tener la menor densidad de población del mundo. Está clarísimo que la España vaciada tiene poco de vaciada en comparación.
- Sus estancias en la estepa, con los nómadas, en medio de la más pura nada y con temperaturas extremas, ¿fueron un reto psicológico?
- Físico y psicológico. El frío es muy intenso pero, afortunadamente, la diferencia con Shanghai -cuyos inviernos son mucho menos fríos-, es que allí había calefacción. Aquí a veces hace más calor fuera que dentro de casa. Lo que dificultaba el frío era trabajar. Daba igual los grados que hiciera, medíamos el frío en el número de minutos que podíamos estar fuera de la yurta sin congelarnos. Nunca había sentido esa sensación de congelación. Te quedabas sin poder mover las articulaciones porque la sensación era la de que se te iban a partir los huesos. Muchos mongoles nos advertíande que como nos quedáramos tirados con el coche por la noche igual nos lo contábamos. Estando allí, comprendes que es verdad.
- ¿Es este libro el acta de defunción del nomadismo?
- No soy muy optimista, creo que tiene los días contados. Las nuevas generaciones no quieren ser nómadas.
- ¿Y eso es una buena noticia? Porque desde casi todos los puntos de vista es una vida durísima.
- Si el nomadismo desaparece será porque la gente así lo quiere. En el siglo XXI, las tecnologías de la información han globalizado incluso a los nómadas, que tienen placas solares, televisión y DVD. También es verdad que, intelectualmente, la vida nómada es realmente limitada y cualquiera que quiera desarrollarse profesionalmente va a considerar que esta forma de vida no se lo permite. Yo sí entiendo que la gente no quiera vivir a 40 grados bajo cero, llevando el ganado y pasando el día viendo cómo pastan las cabras.
- En cuanto a la capital, Ulán Bator, tenemos contaminación, alcoholismo, nazis, chabolismo, bandas de niños...
- Es una ciudad muy peculiar, un caos total. Lo de los niños de las alcantarillas, que era en 2006 el tema por antonomasia en Mongolia, ha desaparecido prácticamente, pero es una ciudad muy dura primero por el propio clima y luego porque hay un montón de favelas. Eso ha provocado diferentes tipos de crisis, entre otras la medioambiental por las estufas de carbón, y la que podría ser la ciudad más limpia es la segunda más contaminada del mundo en invierno. Está lo mejor y lo peor del país: oportunidades y pobreza extrema.
- Este recorrido por Mongolia, ¿es un viaje al pasado del mundo o a su futuro?
- Un poco de todo. Mi planteamiento era ir del pasado, los nómadas, al futuro, la ciudad, la Mongolia que va a ser a partir de ahora. Se puede decir que describo modos de vida que tienen siglos de antigüedad y otros del futuro, como el de Ulán Bator.
- ¿Temió que la crisis del coronavirus impidiera que el libro llegara a sus manos?
- Bueno, es que no pensaba tenerlo en mis manos hasta que regresara a Euskadi. La editorial tuvo el detalle de enviármelo por una de las pocas mensajerías que funcionan y me ha llegado muy bien.
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