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Benito Lertxundi, en el concierto que ofreció el 6 de enero de 2023 en el Kursaal. Arizmendi
Benito Lertxundi, en su última entrevista a DV: «La gente habla de futuro, pero es hablar de algo que no existe»

Benito Lertxundi, en su última entrevista a DV: «La gente habla de futuro, pero es hablar de algo que no existe»

El cantante oriotarra de 82 años afirmó en enero de 2023, antes de su último concierto en el Kursaal, que vive «el día a día»

Beñat Arnaiz

San Sebastián

Miércoles, 27 de noviembre 2024, 12:19

Benito Lertxundi ha anunciado este miércoles su retirada de la música tras una trayectoria que ha superado los sesenta años. Al oriotarra, de 82 años, no le han sido extrañas las preguntas acerca de su futuro en sus últimas entrevistas, como la que concedió a este periódico en enero de 2023 a las puertas del último concierto que ofreció en el Kursaal de San Sebastián el Día de Reyes, fecha en la que cumplió 81 años.

Le preguntábamos si «piensa en la jubilación o no se le pasa por la cabeza», a lo que respondió que «llevo casi sesenta años de carrera y, si me preguntas si me gusta la vida pública, probablemente te diría que nunca me ha gustado. Esa idea de estar en un escaparate me persigue desde hace años. En cuanto a lo de jubilarme... quiero decir, si la salud me acompaña y me veo con fuerzas, no tengo problemas en seguir así como vengo haciendo desde hace tantos años. Otra cosa es ese entusiasmo que ya no tengo. En ese sentido vivo el día a día. La gente habla de futuro, pero es hablar de algo que no existe. Y si no vive en el pasado, que es un recuerdo y tampoco existe. La única realidad es el presente, y llegar a comprenderlo es una revolución».

La entrevista íntegra

- Imagino que el concierto de este viernes lo vivirá con especial emoción (había superado una gripe que le robó voz durante varios días).

- Bueno, para mí todos los conciertos son importantes, me cuesta mucho hacer distinción. Pienso que a lo largo de su carrera el artista crece observando todas las sensaciones que tiene en cada concierto. Será especial porque el Kursaal es un espacio que juega siempre a favor, pero yo paso de celebraciones. A mí el tiempo organizado a través de fechas destacadas me parece un artificio y no me engancha.

- Colgó rápido el cartel de «no hay billetes», cosa poco habitual tras la sombra de la pandemia.

- Siempre he sido alguien con suerte en ese sentido, por una cosa u otra el público siempre ha estado ahí. Soy un afortunado.

- ¿Y quiénes forman ese público a día de hoy?

- Hace ya bastantes años que me fijé. Fue en una actuación en Iparralde la primera vez que me di cuenta de que delante de mí había tres generaciones y eso sucede porque dentro de poco cumpliré 60 años en esta actividad. Ese tiempo no transcurre solo con una generación, se está a lo largo de varias generaciones.

«El público es algo sagrado, es gente que pasa por delante de una taquilla y compra. Eso me genera un respeto y me debo a ellos»

- Es decir, que el mérito se lo cede a las canciones.

- Últimamente toco más las del disco más reciente, «Ospakizun Gauean», pues hay algunas de siempre que inevitablemente se van aparcando. Pero ocurre una cosa curiosa y es que hay gente muy apegada a esa nostalgia del pasado que me transmite sus recuerdos asociados a mi música, así que al final voy recuperando aquellas que muchos asocian a tiempos y experiencias pasadas. Son canciones que tienen vida propia y van picoteando en las vidas de la gente.

- Para muchos son himnos. ¿Cuáles son para usted?

- Mira, hace tres o cuatro años una chica de Donostia vino a comprar entradas para un concierto mío en Orio. En ese momento estaba yo tomando un cafecito en una terraza y la chica me vio, se acercó y me comentó que aquel verano había estado mes y medio viviendo en Dublín para mejorar su inglés y que una mañana escuchó una canción que le era conocida pero que estaba cantada en inglés. Se trataba de «Nere Herriko Neskatxa Maite», que había versionado el cantante irlandés Seán Keane. «¿Era tuya?», me preguntó, «¿la voy a escuchar en tu concierto en Orio?». Y por supuesto que la escuchó.

- Si no lo hace es de suponer que se siente en deuda.

- Es una canción con la que me pasa a menudo. También recuerdo hace poco un concierto en que no la tocamos y, al terminar, una madre vino con su hija a saludar y a preguntarme por qué no la había cantado. La mirada fija de aquella niña con tanta pena la tengo aquí presente, y solo por aquella estampa la tengo que cantar. El público es algo sagrado, es gente que pasa por delante de una taquilla y compra. Eso me genera un respeto y me debo a ellos.

- ¿Piensa en la jubilación o no se le pasa por la cabeza?

- Llevo casi sesenta años de carrera y, si me preguntas si me gusta la vida pública, probablemente te diría que nunca me ha gustado. Esa idea de estar en un escaparate me persigue desde hace años. En cuanto a lo de jubilarme... quiero decir, si la salud me acompaña y me veo con fuerzas, no tengo problemas en seguir así como vengo haciendo desde hace tantos años. Otra cosa es ese entusiasmo que ya no tengo. En ese sentido vivo el día a día. La gente habla de futuro, pero es hablar de algo que no existe. Y si no vive en el pasado, que es un recuerdo y tampoco existe. La única realidad es el presente, y llegar a comprenderlo es una revolución.

- Decía que, en sus comienzos, «tenía una lucha interna con mi propia timidez» que finalmente venció su pasión por cantar.

- Estos años he recibido tentativas para hacer documentales pero, por mi forma de ser, eso siempre me ha producido vértigo y timidez. Con todo eso hay que vivir. Es una mochila que traigo que no me impidió decidirme a seguir un camino en el que de pronto me vi.

- El de defender un idioma y su cultura a través de la canción.

- Nunca lo he hecho por militancia, ha sido natural. Vivo en euskera y mis pensamientos son en euskera, es más, he reflexionado muchas veces ¿qué habría sido de mis canciones si no estuvieran escritas en euskera? Pues probablemente ni habrían existido. Es una lengua maravillosa con un gran poder poético: tiene expresiones que si la tradujéramos a otro idioma resultarían hasta ñoñas.

- Han pasado cuatro años de su último disco. ¿Sigue escribiendo?

- Tengo dos o tres canciones nuevas, una de ellas surgió en el confinamiento. Tuve unos sentimientos nuevos, raros, que no había experimentado nunca. Por ejemplo, cada mañana entraba un pájaro por la ventana y yo hablaba con él. «¿Cómo va todo por ahí fuera? ¿Os extrañáis de no vernos, no?». Y se escuchaba un silencio que gritaba que nadie nos estaba esperando. Eso conectó con algo que venía arrastrando de años atrás: el ser humano no es naturaleza, no está integrado en ella. Así, empecé a escribir algo que nunca me había salido tan natural, una especia de letanía, una canción que tenía que salir y solo necesitaba su momento. Es la canción que canto al terminar los bises, después ya no hay posibilidad de que me hagan salir al escenario. No sé, eso si simboliza algo.

- ¿Como una premonición?

- No cierro puertas a nada, pero no pienso en los años que llevo sin grabar. No sabemos qué va a ocurrir dentro de cinco minutos, pero yo sigo ahí. Si la mente está despierta, crece. Libre para observar, sin juzgar y mirar todo como por primera vez. Nada me apasiona más que tratar de comprender la naturaleza de las cosas, más que que crear las canciones.

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