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Izaro es transversal a todo. Puede ser la canción más frágil del mundo o el tema que rompe la pista al ritmo del beat. ... Puede atraer a veteranos y noveles por igual. Puede cantar con la timidez de un tú a tú o llenar el escenario desatando una coreografía salvaje. Puede ser algo nuevo o lo mismo que siempre fue.
«Aspaldiko», saludó tras las atmósferas de 'Zero' e 'Iparraldera' y es que hacía tiempo que no se encontraban. Un suspiro para sacudirse de encima la tensión de los primeros compases, quizá por eso el público cantó discreto como sin intención de robarle ni una pizca de protagonismo a quien iluminaba una única luz en todo el Kursaal a la redonda.
Dice que este 'Cerodenero' es como una montaña y es precisamente en este momento cuando Izaro comienza su ascensión. Con la indómita 'X eta besteak' se inaugura el repertorio más electrónico que subió las pulsaciones al ritmo de un violento baile y su postrera atronadora ovación. 'Campamento base' y, sobre todo, 'Libre' encantaron antes de sumergirse en las infernales profundidades de 'Ixildu mese'.
Intérpretes: Izaro Andrés (voz), Garazi Esnaola (teclados), Iker Lauroba (guitarra), Julen Barandiaran (bajo), Mattin Arbelaitz (batería)
Fecha: 03-01-2024
Lugar: Kursaal
Asistencia: Lleno
Sentada en la cima para coger aire y observar el paisaje bajo sus pies cantó en solitario 'El mundo no es un buen lugar', y es con ese sencillo punteo de guitarra cuando empieza la curación. Un proceso al que quiso poner voz para contar cómo fue y abrirle ese mundo interior secreto a su gente.
Porque hubo un momento en que dejó de querer salir a tocar, así que se refugió en los suyos. En esos cuatro músicos que, sobre la inmensidad del auditorio, escenificaron bien juntos lo que podía ser un día cualquiera en el local de ensayo. Como si nadie mirara, como si no hubieran 1.800 almas con el pecho encogido, interpretaron un conmovedor 'Errefuxiatuena' que ya adquiere tintes de clásico. Clásicos como 'Tu escala de grises', 'Las llaves de tu casa' o 'Mi canción para Elisa', que si lo son es porque el público así lo ha decidido.
Tras la umbría, el descenso fue por la ladera sur con la compañía de la guitarra acústica, el contrabajo, la percusión y ese optimismo folk que baña sus primeras canciones. Pero también ese espíritu mexicano-gypsy-jazzy-festivo que, entre anécdotas y bromas –y un 'Zorionak zuri'–, no dejó de celebrar el Kursaal hasta el adiós definitivo con 'La felicidad'. Y quien dice definitivo dice que hoy la mallabiarra y su quinteto repiten con otro 'sold out'. Porque lo bueno, si dos veces, pues dos veces bueno.
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