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Carlos Nieto
Lunes, 19 de mayo 2025, 01:36
El golf es una lucha constante por sobrevivir. A diferencia de la gran mayoría de deportes no basta con una versión superlativa para ganar porque ... siempre puede haber uno que te estropee el día si lo hace igual. Se maneja, en fin, en unas diferencias mínimas que en la mayoría de ocasiones no explican las tendencias de los jugadores. Jon Rahm es el primero que sabe que, hasta esta semana, sus actuaciones en los majors habían estado a años luz de lo que el vizcaíno tiene dentro. Pero también que la línea ascendente con la que terminó el Masters el pasado mes de abril prometía pensar en positivo.
A Rahm todo le vino de golpe demasiado deprisa. Llegó a lo más alto de la clasificación planetaria siendo un chaval y aprendió a base de prueba y error a manejar la presión. Una situación parecida a la que atraviesa desde que en diciembre de 2023 hiciera saltar por los aires el golf mundial con su millonario fichaje por el LIV. El de Barrika abrazaba el rompedor circuito al que tanto había reprobado y desde entonces todo cambió. Sus críticos empezarían a medir al detalle sus movimientos en busca del mínimo fallo y hasta hay jugadores que le tratan diferente, según explicó el propio Rahm en una entrevista con El Correo en el PGA Championship de hace un año en Valhalla, Louisville (Kentucky).
Sin embargo, la templanza que caracteriza al vizcaíno le haría abstraerse del ruido y sacar lo positivo de su nueva realidad. Debía encontrar el equilibrio entre disputar torneos a tres días y sin corte con sus contadas apariciones junto al resto de los mejores jugadores del mundo. Le costó. En el Masters que defendía la chaqueta verde sufrió para avanzar y en el PGA ni siquiera estuvo en el fin de semana. El verano comenzó con una infección en el pie que le obligó a ausentarse del US Open y, tras ese parón, reseteó.
Asomaría la cabeza Rahm en el Abierto Británico, en julio, y un mes después brilló en los Juegos hasta el apagón que sufrió en la recta final. Todavía se sigue preguntando cómo es posible que la medalla de oro de su aventura parisina no descanse en una vitrina de trofeos que aumentaría con el anillo de campeón en el LIV, logrado tras dos victorias finales en Inglaterra y Chicago para remontar a Joaquín Niemann.
El jugador de Barrika tuvo que lidiar el estar siempre en el ojo del huracán con una situación familiar peliaguda debido al embarazo de riesgo de su mujer, Kelley Cahill. Por fortuna, Alaia, la tercera de la saga tras Kepa y Eneko, llegó al mundo con salud tanto para ella como para su madre, aunque la recuperación fue larga. Demasiadas emociones para el vizcaíno, que en noviembre alcanzó la treintena de edad.
Echaba de menos medirse en días grandes como el de este domingo con genios de la talla de Scottie Scheffler, el hombre que en 2023 le desbancó de un ranking mundial desvirtuado desde la irrupción del LIV. Mantuvieron batallas semanales por la cima, además de duelos directos en escenarios imponentes como el de la Ryder. Este año la competición entre Estados Unidos y Europa volverá a reunir a los mejores en Bethpage.
En Nueva York volverán a reunirse texano y vizcaíno. Grandes batallas en citas importantes que le permiten calibrar otra vez su verdadero nivel. La confianza va y viene, pero el golf siempre está ahí. Y el de Rahm es, sigue siendo, uno de los mejores del mundo.
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