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Me pregunta el taxista de donde vengo y al decirle que de un aeropuerto en Fuenterrabía que es el de San Sebastián, «estáis locos los ... vascos», pega un bote y me confiesa que es forofo de la Real Sociedad de Arconada, Gajate, Kortabarria, Idígoras y López Ufarte, que según él vivió de crío en Almería. Cuando vea a Roberto se lo preguntaré, porque en los cromos que coleccionábamos solo ponía un dato inquietante, además de estatura, peso y 'extremo izquierdo': nacido en Fez. Y yo consultaba el mapa y lo imaginaba con chilaba, que es la vestimenta de muchos vecinos de esta ciudad andaluza, que podría ser también murciana o norteafricana.
Casa Joaquín
DIrección Calle Real 111 (Almería)
Teléfono 950 264 359
Cocina Todos los público
Ambiente Tasca
Monedas 4 de 5
Con quién Con amigos / En familia
Casa Joaquín lleva ciento diez años abierta en su actual ubicación almeriense, porque en los tiempos de Mambrú le cayó una bomba y saltaron por los aires barra, mesas, sillas y banquetas. Está próxima al puerto, pero antes dense un garbeo chino chano por su casco antiguo, franqueando arcos, alcazaba y postigos y no sabrán si están en Melilla, Mohammedia, Córdoba, Sevilla o incluso en Cartagena la independentista. Sus fachadas apuntaladas son cicatrices de una ciudad comercial que mira al mar y a la tierra, presumiendo de su vieja actividad pesquera y también de ese campo árido que la tecnología y el titánico esfuerzo convirtieron en huerta de Europa, pues no hay pequeño supermercado en Düsseldorf o Stratford-upon-Avon sin brócolis, pimientos, tomates, bimis o calabacines pescados en un mar de plástico que los astronautas ven desde el espacio, como la muralla china.
El truco del almendruco
Pescado o guiso y picoteo Cantan a viva voz especialidades que ponen los pelos del revés, elijan un pescado o guiso principal de categoría y alrededor móntense un picoteo de infarto de miocardio.
El mercado de abastos de la localidad es un vergel que muestra el poderío adquisitivo de los vecinos a los que les renta el campo: hay chacina ibérica, quesos de categoría, estupendísimas salazones, cortes nobles de carne o pescados, crustáceos y mariscos que aquí vemos en fechas señaladas y que allá, para muchos, son el pan de cada día, ¡bienaventurados! El Ejido es la localidad española con mayor número de cochazos de lujo y a muchos empresarios les pone palote que los vecinos escuchen rugir sus motores de madrugada, porque allá, todo hay que contarlo, la peña curra a destajo. Pero vayamos al grano y caminemos a nuestro destino atravesando locutorios, estancos, peluquerías caninas, ¡menuda empanada mental la de esta Europa que masajea y lava con champú a sus mascotas!, llegando al extremo de la calle Real con el arco, que es donde está nuestro templo almeriense del papeo.
Soy caga prisas y como almuerzo más temprano que en el Elíseo francés, encontré la puerta cerrada y me apalanqué en el cafetín vecino, un zoco guarro lleno de morería tomando té dulzón, contándose historias de los tiempos de Mustafá y jamando huevos plancheados sepultados en aceite de oliva con harissa y pan. Milagrosamente nadie consulta su móvil ni hace fotografías del papeo, solo mastican a dos carrillos, discuten acaloradamente y se echan unos eructos de órdago. Arranco por lo 'segao' levantando las posaderas, cruzo la calle y ya estoy en Joaquín 'el guarro', que es como llaman en la ciudad a este local que brilla como los chorros del oro, pues todo está lustroso y el buen hacer centellea por todos sus poros. La cocina es diminuta, ordenada y brillante como pocas, feudo de Doaina y Encarnita, hija de la legendaria Encarna, matriarca e inspiradora de una casa en la que saltean, estofan, guisan y fríen especialidades que se salen del mapa con habilidad poco frecuente. Lucen gambas rojas que bucean en los cantiles frente al Cabo de gata, quisquillas azuladas, gambas de tez marmórea como la piedad vaticana de Buonarroti y otras joyas como huevas cartageneras tiernas de mújol, pisto, tomate guisado con huevos revueltos, sepias apañadas con cebolla, magro en salsa, ensaladilla, un tomate aliñado que según Javier Bernabéu chorrea 'ácido glutámico', jamón cortado a cuchillo apoyado sobre la barra, ¡sin jamonero!, ¡Joaquín es Yehudi Menuhin!, rape en salsa de almendras, boquerón aliñado y frito en aceite de categoría y otros bichos como gallo pedros o gallinetas troceadas y churruscadas, servidas humeantes en bandejas para que el personal las trinque con las manos y deje las espinas mondas. La danza de Joaquín por el local es posible gracias a la complicidad de Antonio, que desde la barra le echa un cable con el cañero, disponiendo algunas raciones y atendiendo a los seleccionados clientes que prefieren comer de pie porque llevan prisa o disfrutan más pispando todo lo que se menea en el comedor y en unas cámaras y ganchos que exhiben golosinas sepultadas en hielo o chacina colgandera, jamones Carrasco de muchos quilates y muchas arrobas, salchichones de Vic o sobrasadas gordas como melones, envueltas en celofán carmesí. Casa Joaquín es la bomba de neutrones y un tasco de pedigrí que reúne en una carta cantada a viva voz, todos los prodigios de un verdadero 'país de cucaña'. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.
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