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Historias de Gipuzkoa

El lucrativo y secreto negocio del esperma de cachalote

La ruptura del monopolio ballenero a inicios del siglo XVII que desde cientos de años antes venían ostentando los vascos no afectó a la caza de cachalotes

Martes, 31 de diciembre 2024, 00:18

En anteriores artículos ya hemos hablado de la participación vasca en los grandes conflictos internacionales en torno al dominio sobre los recursos y las rutas marítimas que han moldeado la historia de la humanidad. Unos conflictos en los que se encuadran acontecimientos ya tratados en artículos precedentes como la 'Guerra de las Ballenas' del primer tercio del siglo XVII, o la transmisión de su oficio por los arponeros vascos a sus contrincantes portugueses, ingleses, neerlandeses, o daneses, estrechamente relacionados con el objeto del presente texto.

En efecto, los acontecimientos que se acaban de mencionar acarrearon, a inicios del siglo XVII, la ruptura del monopolio ballenero que desde siglos atrás venían ostentando los vascos. En adelante, diversas potencias se disputarían el control sobre las zonas de caza y los principales mercados de la grasa de ballena. Esta ruptura no afectó, sin embargo, a la caza de cachalotes, ni a la comercialización de los productos específicamente derivados de los mismos (principalmente, el esperma, o espermaceti, así como el ámbar gris) que continuaron siendo un monopolio vasco durante, al menos, otro siglo más.

Desconocemos desde cuando cazaban cachalotes los vascos. Las primeras evidencias documentales que hacen mención a la práctica de esta actividad en determinados puertos del País Vasco se retrotraen a la Edad media, mientras que las noticias procedentes de otros puertos vascos atestiguan su inicio a lo largo del siglo XVII. Estos datos, aparentemente, contradictorios, ponen de manifiesto que la captura de cachalotes fue una práctica puntual hasta el mencionado siglo XVII. Las parcas noticias de que disponemos dan a entender que las capturas de cachalotes por parte de los balleneros vascos conocieron cierto incremento a raíz del desarrollo de las expediciones balleneras destinadas a costas más o menos alejadas del País Vasco. Todo parece indicar que en el transcurso de las singladuras de ida y vuelta que los balleneros vascos emprendían entre su tierra de origen y las costas situadas, primero, en regiones europeas más o menos lejanas, como Galicia, y, después, en Terranova, eventualmente, capturaban aquellos desafortunados cachalotes con los que se topaban. Hay, incluso, menciones a la fundición de su grasa a bordo anteriores a la sistematización de la tecnología necesaria a tal fin por parte de François de Soupite en la década de 1630; gran aportación vasca monográficamente tratada en el artículo precedente.

Fue precisamente el desarrollo por el mencionado armador de Ziburu de la tecnología del fundido de la grasa de ballena a bordo el esencial factor que determinó el inicio de las sistemáticas capturas de cachalotes por parte de los balleneros vascos. En efecto, las expediciones de los mencionados buques-factoría balleneros, que, en vez de dirigirse a determinadas costas, se dedicaban a faenar a lo largo y ancho de los océanos en pos de las invisibles rutas de las ballenas posibilitaron un fuerte incremento de las capturas de cachalotes. Es más, a partir de las décadas finales del siglo XVII, la progresiva disminución de las capturas de otras especies de cetáceos, en especial de la ballena franca (eubalaena glacialis) y de la ballena de Groenlandia (balaena mysticetus), fruto de la sobrepesca resultante de la dedicación a su caza de los pescadores de gran parte de la fachada atlántica europea, debió motivar que los balleneros vascos trataran de compensar esta carencia mediante la captura de cada vez más cachalotes.

Último cachalote capturado en el País Vasco, por pescadores de Guéthary en 1875. Euskal Itsas Museoa

De hecho, los pescadores vascos comenzaron, también, a capturar otras especies de grandes cetáceos, caso de los rorcuales (de la familia Balaenopteridae), llamados «jibartes» en los documentos de nuestros archivos. La caza de estos últimos, que nunca pasó de ser una actividad eventual, bien pudiera merecer otro artículo de esta serie, ya que, con toda probabilidad, serían los pescadores vascos los primeros en ponerla en práctica, siglos antes del desarrollo de su masiva captura a lo largo del siglo XX. Por el contrario, la cacería de cachalotes fue adquiriendo cada vez más relevancia, de manera que a partir de 1715 se constituyeron en el País Vasco las primeras expediciones específicamente destinadas a la captura de cachalotes de la historia. Eran expediciones de capital mixto, dotadas de embarcaciones y capital labortano y tripulación, víveres y pertrechos guipuzcoanos. Estas expediciones, que se desarrollaron en las décadas de 1710 y 1720, no dieron lugar, sin embargo, a la conformación de una gran flota específicamente dedicada a la captura de cachalotes, debido, sobre todo, a los conflictos de intereses entre la Corona y los grandes armadores y comerciantes de Gipuzkoa en torno al generalizado contrabando de productos coloniales. De hecho, estos conflictos desembocaron en la fundación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728) que acabaría acaparando la mayor parte de las iniciativas, capitales y marinería de Gipuzkoa.

Mientras todo esto acontecía, los pescadores de las restantes potencias marítimas de Europa, que a principios del siglo XVII fueron adiestrados por arponeros vascos en las técnicas de caza y fundición de la ballena, continuaban aferrados, tanto a sus establecimientos balleneros situados en tierra firme como a la captura de determinadas especies de ballenas: las francas y las de Groenlandia. En resumen, los balleneros vascos continuarían disfrutando del monopolio de la caza del cachalote hasta bien entrado el siglo XVIII.

La industria del esperma, algo a mantener en secreto

Se llama esperma, o espermaceti a una sustancia viscosa, oleosa y de color blanco, alojado en la enorme cabeza del cachalote. Hasta bien entrado el siglo XX se destinaba a múltiples usos, sobre todo, como combustible de alta calidad para la iluminación, ya que su combustión generaba mucha mayor luminosidad y menos humos y olores desagradables que otras materias grasas como el sebo, el aceite, o la grasa de ballena. Se empleaba, también, en la elaboración de medicinas y, sobre todo, de preciados cosméticos de alto valor económico. Unos usos, estos últimos, compartidos por el ámbar gris, sustancia, que se genera y acumula en el aparato digestivo de los cachalotes, muy codiciada en alta perfumería. Del cachalote se obtenían, en suma, además de la grasa de ballena, los mencionados productos de lujo, especialmente demandados por las élites sociales, más o menos vinculadas a las modas y a los ambientes cortesanos que durante los siglos XVII y XVIII proliferaron por toda Europa a imitación de la corte sa instituida por Luis XIV (1643-1715). No es, por tanto, ninguna casualidad que fuesen Baiona y San Juan de Luz, es decir, las dos plazas portuarias más importantes del País Vasco englobado bajo la soberanía del Rey Sol, las principales localizaciones de la industria de la refinería de esperma.

Los grandes armadores balleneros de los mencionados puertos labortanos se hicieron con el control del mercado de los productos derivados del cachalote, aportados por su propia flota, que, mayoritariamente, tenía su sede en Pasaia, así como la flota guipuzcoana. Era tan férreo este control y de tal volumen los beneficios que les generaba esta actividad que llegaron a crear toda una red de agentes distribuidos entre los principales puertos pesqueros de Gipuzkoa, destinada a adquirir todos y cada uno de los cachalotes que de forma eventual capturaban sus pescadores con sus chalupas.

Sección de ballenero vasco del siglo XVIII con el horno para la fundición de grasas de ballena a bordo. Euskal Itsas Museoa

Estos armadores eran propietarios de refinerías de esperma, instaladas en los bajos de las casas que poseían en Baiona y San Juan de Luz. Consistían en factorías dotadas de prensas destinadas a extraer el preciado aceite de los «sesos», es decir, del esperma directamente extraído por los pescadores de las cabezas de los cachalotes que capturaban en alta mar. Tras la operación de prensado que permitía la separación en frío del aceite tan codiciado en iluminación, la materia restante, que adquiría una consistencia sólida, era sometida a una operación de blanqueo, mediante el uso de determinadas sustancias o drogas. Este procedimiento se mantuvo durante generaciones en secreto, siendo patrimonio de unos pocos armadores y oficiales que trabajaban a su servicio. El esperma debidamente refinado y tratado se destinaba a la elaboración de velas y cosméticos de gran calidad y valor, al alcance, tan sólo, de unos pocos privilegiados. De hecho, parte importante de la producción de estas refinerías se remitía a Amsterdam, es decir, a la principal plaza financiera y mercantil de la época, donde los armadores labortanos contaban con agentes que se encargaban de su venta y distribución en toda Europa.

El final del monopolio vasco y la difusión de su secreto

Puede decirse que los armadores labortanos extrajeron una gran lección de las graves consecuencias derivadas de la transmisión de las técnicas de la caza de la ballena a los pescadores ingleses, neerlandeses, o daneses a principios del siglo XVII. No sucedió otro tanto con el secreto –así calificado por la documentación de la época- del refinado de esperma. Indudablemente, este hecho constituiría uno de los principales factores que aseguraron a los balleneros vascos el ejercicio del monopolio sobre la cacería de cachalotes y la elaboración y venta de sus exclusivos productos derivados hasta mediados del siglo XVIII. En efecto, más allá del restringido círculo de los armadores labortanos, el secreto del refinado de esperma fue conocido y puesto en práctica en San Sebastián, cuando menos desde inicios del siglo XVIII. Sin embargo, en la plaza donostiarra nunca llegó a constituirse en una actividad industrial equiparable, ni mucho menos, a la establecida en San Juan de Luz o en Baiona. Fueron unos cuantos boticarios conocedores del secreto los únicos que practicaron en San Sebastián el refinado de partidas de esperma, con todo, siempre a escala muy reducida, con destino, exclusivamente, al mercado local, o, como mucho, provincial.

Serían los pescadores de la isla norteamericana de Nantucket (Massachusetts) quienes acabarían con el monopolio del esperma de cachalote vasco hacia mediados del siglo XVIII. El inicio de los citados pescadores novoingleses en la caza de cachalotes a partir de 1712 constituyó el primer hito del proceso de ruptura del monopolio vasco. Durante las décadas iniciales del siglo XVIII la cacería de cachalotes constituyó una práctica esporádica para los habitantes de esta remota isla norteamericana, de manera que no supuso, en principio, ninguna merma para el monopolio ejercido durante unas cuantas décadas más por la poderosa flota ballenera vasca, mayormente labortana y, también, guipuzcoana. Esta situación cambió a partir de 1750. Al igual que sucediera siglo y medio antes con la transmisión de su oficio por parte de algunos arponeros vascos, algunos labortanos comenzaron a poner en práctica sus «secretos» conocimientos del refinado de esperma con los cachalotes que capturaban los pescadores locales. En pocos años la flota ballenera de Nueva Inglaterra sería la mayor de todo el mundo, desbancando a las restantes flotas europeas. Se trata de los balleneros norteamericanos cuyas actividades, ya a mediados del siglo XIX, serían magistralmente inmortalizadas por Herman Melville en su novela Moby Dick.

Dos de las principales causas del éxito fulgurante de la flota ballenera norteamericana fueron, por una parte, la apropiación de los conocimientos del refinado de esperma de cachalote, transmitidos por un vasco, y, por otra, la sistemática aplicación del sistema de fundido de la grasa de ballena a bordo. Un sistema, también, de origen vasco, por mucho que los historiadores se empeñen en atribuir el mérito de su invención a sus antepasados, los colonos de Nueva Inglaterra. Continúa siendo una incógnita cual fue la vía por la que esta última tecnología vasca llegó a manos de los pescadores de la costa este de Norteamérica, siendo, por tanto, un exponente más de todo lo que todavía nos resta por investigar sobre nuestro rico y trascendental pasado marítimo.

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