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Alfonso Garde Marcilla, descendiente de una familia del Roncal, fue uno de los tripulantes de un bombardero de EE UU en la Segunda Guerra Mundial. Cortesía de la familia Garde

Historias de Gipuzkoa

Un monumento para recordar a los soldados vascos de la II Guerra Mundial

Una asociación que rescata biografías de combatientes con raíces en Euskadi promueve un memorial que se levantaría en 2026 en Estados Unidos

Borja Olaizola

San Sebastián

Lunes, 8 de mayo 2023, 07:12

Un grupo de historiadores que trabaja desde hace años en la recuperación de las biografías de soldados de origen vasco en la II Guerra Mundial promueve la construcción de un monumento en su memoria. Se trata de un memorial que se levantaría probablemente en Estados Unidos en un plazo de tres años y que serviría para dar visibilidad a una generación de combatientes de la que hasta ahora se ha sabido muy poco. Se estima que alrededor de unos 2.500 soldados de origen vasco participaron en la contienda, la mayor parte de ellos en las filas del ejército de EE UU.

El monumento sería el colofón al exhaustivo trabajo de investigación que lleva a cabo la Asociación Sancho de Beurko, que asumió hace casi una década el desafío de rescatar del olvido la memoria de los combatientes de la II Guerra Mundial con raíces en Euskadi a través del proyecto 'Fighting Basques: Memoria de la Segunda Guerra Mundial'. Dos de los integrantes de la asociación, los historiadores Pedro J. Oiarzabal y Guillermo Tabernilla, han logrado reconstruir las biografías de unos 1.100 soldados a través del estudio de documentos y entrevistas con supervivientes o sus familiares.

Recreación informática del memorial que se proyecta levantar en Estados Unidos. Asociación Sancho de Beurko

«La construcción de un memorial sería de alguna forma el colofón al proyecto de investigación que emprendimos hace ocho años para recuperar la memoria de esos soldados de los que apenas se sabía nada», explica Oiarzabal, que tiene previsto viajar este mismo mes a Estados Unidos en busca de adhesiones al memorial. El historiador calcula que en un dos o tres años podrán poner punto final a la totalidad de las biografías. «Estamos ya llegando a la recta de meta, hemos completado 1.100 de las 1.600 biografías de soldados de origen vasco que lucharon integrados en las tropas estadounidenses y nuestro sueño es rematar el trabajo con un monumento en su memoria», apunta.

La idea, continúa Oiarzabal, es que el memorial se levante en Estados Unidos, en cuyo ejército combatieron la mayor parte de los descendientes de vascos que lucharon en la contienda. «Trabajamos para que el monumento se construya en torno a 2026, que es cuando se cumple el 85 aniversario de la entrada de EE UU en la Segunda Guerra Mundial». El inminente viaje del historiador al otro lado del charco tiene que ver con la búsqueda de financiación para construir el memorial.

Homenaje en Texas

El homenaje que tributó el pasado 1 de marzo el Estado de Texas a los soldados de origen vasco que combatieron en el conflicto ha hecho crecer la sensibilidad entre los colectivos con raíces en Euskadi afincados en Estados Unidos. El reconocimiento, promovido por un integrante del Capitolio de Texas de origen vasco, Rafael Anchia Michelena, ha marcado un antes y un después en el capítulo de la memoria colectiva. Las imágenes de algunos de los descendientes de aquellos soldados junto al monumento a los caídos en la guerra que se levanta en el exterior del Capitolio de Texas han sido un poderoso revulsivo para despertar la conciencia sobre el papel de la comunidad vasca en el conflicto.

El homenaje tributado el 1 de marzo por Texas a los soldados vasco-americanos.j
Imagen - El homenaje tributado el 1 de marzo por Texas a los soldados vasco-americanos.j

Esa toma de conciencia no hubiese sido posible sin la labor de reconstrucción de la memoria de la asociación Sancho de Beurko. Una tarea que ha sacado a la luz trayectorias de una generación que no se caracterizaba precisamente por alardear de sus méritos. «La de los combatientes de la II Guerra Mundial fue una generación contenida, no eran personas a las que les gustaba hablar de lo que pasaron en la guerra», reflexiona Oiarzabal, que ha tenido oportunidad de ar con algunos de los escasos supervivientes en el curso de su labor recopilatoria.

Horror y lágrimas

Al historiador le vienen a la cabeza imágenes como la de Fermín Goñi, un hombretón de más de 1,90 de altura de origen vasco-filipino al que tuvo la oportunidad de entrevistar hace unos años. «Cuando los japoneses invadieron Filipinas huyó a California y se alistó en el ejército americano. Acabó luchando en Alemania y participó en la liberación de algunos de los campos de concentración. En las primeras entrevistas apenas me contaba nada de lo que había vivido, pero a medida que cogió confianza se desahogó y todo eran lágrimas. Había vivido tantos horrores que lloraba como un niño a sus más de 80 años».

Cartel con algunos de los combatientes de origen vasco.

Oiarzabal tiene previsto mantener os con la federación de asociaciones vascas de Norte América (NABO, North American Basque Organizations) para diseñar una estrategia destinada a que otros estados se sumen al homenaje llevado a cabo por Texas. La idea es trabajar para que los estados que mayor número de vascos acogieron, básicamente California, Nevada e Idaho, secunden la iniciativa de Texas. En esa línea, Oiarzabal hablará el último fin de semana de mayo en una fiesta que organiza el club vasco de Bakersfield, en California, de los tres combatienes en la guerra de origen vasco nacidos en el condado.

«Vamos a trabajar para que el memorial pueda ser una realidad en 2026, cuando se cumple el 85 aniversario del ataque de Pearl Harbour y de la entrada de Estados Unidos en el conflicto», remata el historiador, que piensa en un monumento sencillo en el que consten los nombres de todos los soldados de origen vasco presidido por la leyenda 'The National Basque WWII Memorial' y rematado por una bandera vasca y otra de Estados Unidos. «Sería una aportación decisiva para no olvidar lo que ocurrió entonces y una gran herramienta educativa para las futuras generaciones», resume Oiarzabal.

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