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La compañera sentimental del tatuador acusado de abusar de una docena de clientas en Donostia exculpó este jueves a su pareja de cualquier comportamiento ... ilícito o inapropiado de índole sexual. «Ninguna de las personas que le ha denunciado me dijo nada. Yo estaba allí todos los días y nunca escuché gritos ni tampoco me dijeron que Jack se había sobrepasado con ellas. Si lo hubiese visto o me lo hubieran advertido, le habría dado una cachetada», afirmó la mujer.
El Juzgado de lo Penal número 2 de Donostia celebró este jueves la segunda de las sesiones de la vista oral que se sigue contra el tatuador venezolano Jack Estrada. Todo estaba dispuesto para que el proceso quedase visto para sentencia, pero no fue así. La incomparecencia de varios testigos, entre ellos tres de las presuntas víctimas, obligó a suspender el juicio que, probablemente, se reanudará a principios del mes que viene. Será, por lo tanto, entonces cuando el investigado, que actualmente permanece en prisión, podrá hacer frente a las imputaciones que recaen sobre su persona.
Quien sí declaró fue la pareja sentimental del investigado, con la que convive desde hace nueve años. Antes de someterse al interrogatorio de las partes, la testigo se dirigió al magistrado Santiago Romero que preside el proceso para pedirle que impidiera que los medios hicieran pública su identidad así como el lugar en el que reside. Recordó entre lágrimas que cuando el pasado año el caso saltó a la prensa aparecieron pintadas en su contra. Asimismo, solicitó que impidiera que su declaración fuese publicada por los medios acreditados en la sala de vistas. El tono en el que realizó su demanda emocionó también al acusado que tampoco pudo contener las lágrimas. No obstante, no prosperó ninguna de las peticiones que formuló.
La mujer explicó que su labor al frente del negocio era recibir a los clientes, que inicialmente fueron atendidos en la vivienda en la que residían tras su llegada a Euskadi, y más tarde, en el local que abrieron en la Parte Vieja donostiarra. La testigo afirmó que se mantenía atenta a las necesidades de las clientas, a las que asesoraba y de las que se ocupaba para que «estuviesen cómodas y a gusto» antes, durante y después de que fueran tatuadas.
Aplazamiento La vista quedó suspendida ante la incomparecencia de varios testigos, entre ellos tres denunciantes
Petición La compañera del acusado intentó que el juez impidiera que los medios publicaran su declaración
La compañera afirmó que ninguna de las personas que interpuso la denuncia le hizo saber que su pareja se hubiese extralimitado ni física ni verbalmente. «Ninguna de ellas me dijo nunca nada. Y tampoco observé nada extraño en el comportamiento de Jack con respecto a ellas». Explicó en este sentido que la mayoría de las veces ella estaba presente mientras se ejecutaban los trabajos. Añadió que todas salieron satisfechas del establecimiento y precisó que algunas no solo volvieron posteriormente a tatuarse, sino que recomendaron a otros familiares que también lo hicieran.
La mujer responsabilizó de la «pesadilla» y el «sufrimiento» que padecen tanto ella como su pareja a las desavenencias surgidas con la persona que les alquiló varias habitaciones de su domicilio tras su llegada a Gipuzkoa, a la que acusó de «manipuladora, cobarde y mentirosa». Sostuvo que «nos trataba como si fuéramos sus sirvientes. Pretendía que limpiáramos hasta las cacas de su perro». Indicó que el deterioro de la relación con esta persona dio origen primero a problemas de convivencia y más tarde a una enemistad, que es «por lo que ahora estamos aquí y vivimos esta situación en carne viva», dijo.
En la sesión también declaró la persona aludida, si bien lo hizo antes de que lo hubiera hecho la pareja del investigado, de forma que no tuvo oportunidad de rebatir las acusaciones. El testigo, no obstante, no tuvo reparo alguno en itir que animó a las perjudicadas a denunciar los hechos ante la Policía Municipal.
Manifestó que fueron múltiples las quejas que recibió de personas que afirmaban que el tatuador «se les había insinuado sexualmente y que incluso les había agredido». Entre los casos que mejor conocía citó el de su entonces novia, que le refirió que Jack intentó sobrepasarse con ella en la cocina del piso donde convivían. Asimismo, desveló que un allegado de una de las denunciantes le expresó el deseo de «partirle la cara» al tatuador por el comportamiento que había mostrado. «Al final, terminé por echarles de la casa», concluyó.
La sesión celebrada ayer en el Palacio de Justicia de Donostia permitió conocer el testimonio de la hija de la compañera sentimental del tatuador acusado. La joven, que afirmó que desde hace dos años no mantenía o con su madre, indicó que trabajó en el negocio del investigado en el diseño de las letras que los clientes pedían que les fueran tatuadas. La testigo itió haber escuchado varias veces «comentarios inapropiados» realizados por Jack dirigidos a las clientas. Recordó también que una vez le propuso delante de su madre que le permitiera fotografiar su cuerpo desnudo para captar los tatuajes que tenía e incluirlos en una tarjeta de presentación. Dijo también que «me enteré de que había tenido problemas en la academia».
En la vista declaró igualmente una antigua empleada del acusado, que entre noviembre de 2016 y abril de 2017 realizó labores istrativas. «Le hacía las facturas y a veces le llevaba también la agenda», dijo. La mujer indicó que durante el tiempo que permaneció en el negocio «nunca vio nada raro», aunque itió que en dos ocasiones llamó la atención al acusado, después de que se dirigiera a una clienta y le dijera «me enseñas las tetas» y a tres «niñas» les preguntara «si eran vírgenes».
La Fiscalía de Gipuzkoa solicita penas que suman más de veinte años de prisión, en tanto que las dos acusaciones particulares en nombre de otras tantas mujeres reclaman cada una cinco años de cárcel. La defensa pide la absolución.
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