Hay un relato, cuya autoría no recuerdo, sobre una familia de esquimales que vive en un iglú en mitad del polo norte. La historia se ... compone de una sola escena en la que un hijo escucha a su padre divagar sobre conceptos filosóficos muy complejos, pero, en un momento dado, el niño, mientras mira la forma redondeada de su iglú, impaciente, interrumpe y revela la pregunta que había dado pie a la disertación de su progenitor: ¿pero, al final, qué es una esquina, papá?
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Me he acordado del cuento porque ilustra algo muy cierto: cuesta describir lo que desconocemos, cuesta concebir lo que no experimentamos en carne propia. Hablaba con un amigo sobre la imposibilidad de imaginarnos cómo será la vida para una persona nonagenaria o centenaria. Podemos tratar de acercarnos a sus circunstancias, de comprenderlas, pero es muy complicado ponernos en su lugar, sobre todo, porque somos muy dados a creer que ya lo sabemos todo y que, por supuesto, sabemos más que ellos.
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