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La dirección de los empresarios vascos y el PNV libran en los últimos meses una batalla por el relato con discrepancias explícitas crecientes. Ya sea sobre el Salario Mínimo, sobre la reducción de la jornada laboral o sobre la fiscalidad, vemos cada vez más algunos choques de narrativas entre Confebask y los jeltzales que resultan novedosos en el escenario vasco, impensables hace unos años.
El contexto español e internacional favorece estos desmarques. La coyuntura ha empujado al PNV –un partido de tradición socialcristiana y humanista– a jugar más la banda del centroizquierda. Es un movimiento táctico, porque el registro es el más valorado por la ciudadanía vasca según la mayoría de estudios demoscópicos. La mayoría de los electores del PNV se sitúan en el centroizquierda, aunque encuadran la imagen del partido más cerca del centroderecha. El Euskobarómetro presenta esa paradoja desde hace años.
Pero el movimiento también está inducido. En este deslizamiento influyen diferentes variables sociopolíticas que explican este lento viraje: reflejan los cambios sociales, la pérdida de fuelle de lo identitario, el cambio generacional y la evolución del nacionalismo de bienestar como discurso 'atrapalotodo' en una sociedad cada vez más versátil y menos anclada en las categorías ideológicas tradicionales.
El mar de fondo de este progresivo desplazamiento tiene como reverso también una serie de choques entre los jeltzales y la élite empresarial vasca que hubieran sido más sorprendentes hace unos años. Los jeltzales han criticado en los últimos días la posición de Confebask de no participar a última hora en el Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi para avalar un nuevo Salario Mínimo Interprofesional en Euskadi con los cuatro sindicatos vascos. Koldo Mediavilla, dirigente del EBB, ha criticado duramente esta decisión, que, en su opinión, contrasta con las ayudas públicas que no se cansan en pedir. y con una apuesta por el futuro.
En su día, la CEOE tampoco participó en las negociaciones con sindicatos para estudiar la puesta en marcha de la nueva Ley de la Reforma Laboral. En ambas circunstancias, la política empresarial fue duramente censurada por los jeltzales, que incluso se han mostrado dispuestos a apoyar la reducción de la jornada laboral si se daba por acuerdo social.
Otra de las batallas que preludian una tormenta es la de la fiscalidad. A la espera de que se clarifique si el pacto PNV-PSE va a poder sacar adelante la revisión fiscal con el apoyo de los grupos de izquierda EH Bildu y Elkarrekin Podemos, lo que sí parece claro es que esta reforma no va a salir con el respaldo del PP. Tras la negativa en banda de los socialistas a apoyar este viraje, la única disyuntiva que se percibe en el horizonte es que o sale el cambio de la fiscalidad con aval de EH Bildu y/o Elkarrekin Podemos o la cuestión fiscal tendrá que volver de nuevo al cajón y esperar a un momento más oportuno. La dirección de los empresarios vascos se muestra expectante, aunque no le hubiera disgustado un pacto con el PP.
En los últimos años ha habido desencuentros sonados. Las críticas de Confebask a las leyes de deslocalizaciones o al apoyo jeltzale al impuesto a la banca o la petición, no atendida, de suprimir el Impuesto sobre Patrimonio en Gipuzkoa revelan un terreno de juego repleto de tensiones, aunque envuelto en formas amables. No ha habido demasiado ruido, pero la procesión va por dentro.
Los reproches desde el PNV a la élite empresarial vasca también son recíprocos. Desde las asociaciones empresariales vascas se mantienen posiciones críticas a la burbuja de aislamiento en la que se sitúan, en su opinión, los responsables jeltzales y a su falta de conexión con la realidad del mundo de la empresa. Le reprochan al PNV falta de empatía con las actuales dificultades de las empresas vascas, pérdida de liderazgo económico en las instituciones donde gobierna y falta de ambición y receptividad con numerosas propuestas formuladas, por ejemplo, en la ponencia sobre la fiscalidad o en el uso del Concierto Económico.
Este movimiento hubiera sido extraño hace años pero hoy en día forma parte de la nueva cartografía vasca. El presidente saliente del PNV, Andoni Ortuzar, suele decir que son una formación de origen ideológico socialcristiano «que linda con la socialdemocracia». Hay diferentes factores que explican este movimiento ideológico. El primero es la presión emergente y paulatina de EH Bildu en su búsqueda de la hegemonía, que se propone convertirse en una alternativa al PNV no con la bandera del soberanismo sino con la de convertirse en una alternativa más moderna y más atractiva en lo social, que conecte mejor con las nuevas generaciones que el nacionalismo tradicional. Hasta Pablo Iglesias decía en su día que la política social del PNV, el último 'partido analógico de Europa', era todo un modelo a seguir en Europa.
En este mismo sentido se sitúa el papel de ELA, convertido en el gran contrapoder sindical, un sindicato que en febrero de 2022 recuperó sus relaciones con el PNV y que, a pesar de numerosas enganchadas dialécticas y desacuerdos de fondo, no ha roto su interlocución.
El tercer elemento que empuja al PNV son los acuerdos de gobierno con los socialistas en Euskadi y el pacto de investidura con Pedro Sánchez. En el primer caso, el mismo PNVha modulado su posición, por ejemplo, al acordar una estrategia compartida con su socio, el PSE, en materia de Vivienda, que gestiona el consejero Denis Itxaso, al asumir en la práctica la declaración de zonas tensionadas y rebajar su tono contra la ley estatal de Vivienda que recurrió por invadir supuestamente competencias vascas.
La polarización en España entre bloques también condiciona el discurso jeltzale, que no tiene complejos en retratarse junto a la mayoría de la investidura frente al tándem PP-Vox. Estos compañeros de viaje, que se antojan de largo recorrido, también empiezan a generar un 'marco' discursivo en defensa de la colaboración público-privada en el que el PNV se siente cada vez más implicado. La compra de Talgo por una alianza entre Sidenor, BBK y la Kutxa alavesa, apoyada por el Gobierno Vasco, sería el mejor ejemplo del peso al que aspiran los industriales vascos en determinadas decisiones.
Otro factor que ejerce una influencia determinante es el nuevo contexto internacional, que confirma el auge de la ola de ultraderecha y derecha autoritaria, que encarna Trump. Las luces de alerta se han encendido en un partido como el PNV que presume de su tradición europeísta y que, de hecho, forma parte del Partido Demócrata Europeo, situado en la órbita del centro progresista y que tiene una relación estrecha con el Partido Demócrata de Estados Unidos. ¿De derechas? ¿De izquierdas? Es, ecléctico, y, sobre todo capaz, de adaptarse al terreno cambiante de las circunstancias.
El acercamiento del PNVal centroizquierda tiene algunos precedentes históricos. El historiador Ludger Mees describe la importancia que tuvo en la Segunda República el realineamiento de los jeltzales con los partidos republicanos y de izquierdas. Entonces sí era una formación confesional. Tras el fiasco del Estatuto de Estella y la 'traición' de los tradicionalistas, el PNV asumió que la autonomía vasca solo era posible de la mano de la izquierda española. Y esa convicción le llevó a apostar por la República tras el levantamiento militar de julio de 1936 y a que José Antonio Agirre liderase un Gobierno Vasco de concentración.
El sociólogo de la Universidad de Deusto Braulio Gómez cree que el PNV realiza una política práctica socialdemócrata aunque ite que este partido es muy cauto a la hora de explicitar su ubicación ideológica. «La sociedad vasca no es conservadora, pero es que los votantes del PNV tampoco lo son. Según el Deustobarómetro, en la escala de 1 a 10, de izquierda a derecha, los votantes del PNV se sitúan en un 4,6 –en el centroizquierda– mientras la sociedad vasca puntúa al PNV en un 6,2 –en el centroderecha.
La ponencia socieoonómica que debate la militancia del PNV ante su asamblea general del próximo 30 de marzo establece que «la economía debe desarrollarse en la búsqueda de un Estado de bienestar equiparable a los países más avanzados y al servicio de toda la sociedad». Una música de tono socialdemócrata.
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