El regreso de Eguiguren a sus raíces
Aizarna, su 'patria' ·
El expresidente del PSE bucea en su infanciay adolescencia en el libro 'Memorias de un niño de caserío', su última incursión literariaSecciones
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Aizarna, su 'patria' ·
El expresidente del PSE bucea en su infanciay adolescencia en el libro 'Memorias de un niño de caserío', su última incursión literariaSi, como escribió el poeta austríaco Rilke, la infancia es la verdadera patria del hombre, Jesús Eguiguren se ha convertido en un patriota de Aizarna, ... su pueblo natal, el lugar de Gipuzkoa, en Zestoa, en el que nació y creció como niño y adolescente. Lo ha hecho al escribir y publicar 'Memorias de un niño de caserío', un trabajo de la editorial Betagarri que ya está en las librerías. A sus 70 años, Eguiguren ha encontrado en la escritura un refugio y la paz unos años después de su retirada de la política activa. El que fuera presidente de los socialistas vascos y figura decisiva en el diálogo final con ETA es un hombre de pluma fácil, que siempre ha devorado libros, y que ha escrito compulsivamente casi de todos los géneros. Su penúltimo trabajo ha sido una biografía sobre Bilintx, el bertsolari donostiarra liberal. Anteriormente, trabajó unas Memorias de la Transición vasca que condensan el infierno que supuso para él los primeros años de su andadura política, bajo la presión de ETA y un férreo marcaje del nacionalismo. Y la soledad que sintió, por ejemplo, en la defensa de la Constitución.
Eguiguren siempre ha sentido una enorme curiosidad intelectual. Y en cierta forma esa pulsión le ha salvado en épocas en las que muchos socialistas no podían hacer vida normal en las calles y debían quedarse en las catacumbas del miedo. En su momento también disertó sobre los derechos históricos vascos y el constitucionalismo. Fueron años muy trepidantes que hoy contempla con una mirada agridulce. Tras dejar los bártulos de la política hizo pinitos con la pintura. Sobre todo paisajes. Necesitaba relajarse y desconectar. El mismo Arnaldo Otegi, secretario general de EH Bildu, tiene un regalo personal de Eguiguren, un óleo de su caserío de Aizarna.
Pero con la retirada de la política activa y la jubilación, Eguiguren ha vuelto a los orígenes y ha encontrando una válvula de escape para su impulso creativo. En estas últimas 'Memorias' repasa aspectos íntimos de su niñez en el seno de una familia modesta en el corazón de la Gipuzkoa profunda. El presente y sus turbulencias le han llevado a colorear aquel pasado en blanco y negro, a evocar sus aromas, sus colores, sus paisajes. El duro trabajo físico, el aislamiento en un caserío humilde de una familia de diez hermanos (ocho hombres y dos mujeres) que se llamaba Aginaga. Un hermetismo que formaba parte del entorno. El mundo urbano era ir a Azpeitia. «Hice el bachiller allí. Venía de un caserío humilde y Azpeitia era casi Nueva York. Fui el único de 11 hermanos que estudié». «Los niños de caserío ya no viven así», sostiene.
La burbuja era tal que Eguiguren tenía que recurrir a los libros y a los viajes para ser libre. Conoció San Sebastián para hacer COU en el Instituto Peñaflorida. Era 1971 y la oposición antifraquista comenzaba a hacerse notar. La movilización por el proceso de Burgos empezaba a extenderse por Gipuzkoa.
La curiosidad intelectual de Eguiguren es una constante en su trayectoria. Esta es la obra más sencilla y de la que se siente especialmente satisfecho. Una mirada introspectiva sobre sus años de niño en el corazón de Gipuzkoa, antes incluso de que su viaje a París le abriera los ojos al mundo de la izquierda. «Me hice de izquierdas leyendo libros que me abrían a las ideas del mundo. Y me di cuenta de que mi identidad vasca tenía poco que ver con el nacionalismo».
La magdalena proustiana de Eguiguren son las manzanas rojas de su caserío durante los meses de buen tiempo. Y la luz del verano que le permitía estar al aire libre hasta bien entrada la noche. Allí, bien temprano, nació la primera vocación política de Eguiguren, leyendo libros mientras cuidaba a las vacas, que subían al prado. «Me leí hasta 'Los hermanos Karamazov», cita. Un pueblo al que durante mucho tiempo apenas volvió y en el que todavía conoce a algunos vecinos que estudiaban con él en el colegio público. Años después Eguiguren ha visitado en ocasiones Aizarna de incógnito, casi sin pisar apenas las calles, rodeado de escoltas en los tiempos duros.
El libro también recuerda que a los 18 años se fue a París. Descubrió el psicoanálisis. Militó en Bandeja Roja y en el Partido Comunista de España, aunque al final recaló en el Partido Socialista. «Me estrené en un mitin de Felipe González en Derecho, en Donostia», precisa. También viajó un verano a Ginebra a trabajar en las cocinas de los hoteles. Luego, bastantes años después, volvería a la misma ciudad a sentarse con ETA.
El 'niño de caserío', al que le apasionaba leer las novelas de Pío Baroja los veranos luminosos, ha vuelto a sus raíces. Un mundo de recuerdos que integra nuestras vidas, pero que también esculpe temperamentos. En tiempos de crisis la infancia no solo es una tierra de nostalgia sino un pozo de certezas. Ahora idealizamos con el tiempo las angustias del ayer. La añoranza es una fábrica de emociones y, también, de un mundo que ahora se nos presenta como feliz.
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