Me pongo en la piel de cualquiera de los jugadores de la plantilla de la Real e imagino que sentirán algo muy similar a lo que nosotros sentíamos en la cuenta atrás hacia el histórico partido de Puertollano. Aquel ascenso de 1967 no fue el final de un largo camino de cinco años en Segunda División, sino el comienzo de una trayectoria que, con mejores y peores momentos, ha tenido siempre un denominador común: el trabajo, la casta y el compromiso de la gente de la casa. De generación en generación hemos ido transmitiendo unos valores de tal manera que Oyarzabal o Illarramendi saldrán el sábado al césped de La Cartuja con el mismo espíritu con el que salimos los Gorriti, Arzak, Urreisti, Zubiarrain o yo mismo aquella tarde en Puertollano. Por el camino, Arconada, Górriz, De Pedro, Aranburu o Prieto han sido transmisores de lo que es la Real y entre todos empujaremos desde donde estemos para que este sábado todo acabe como en 1967. Con una alegría inmensa. ¡Aupa Real!

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