Iago Aspas sopla más que nadie
Desde mi córner ·
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El de Moaña se echa al Celta a sus espaldas y da la vuelta a un partido que en cuanto a juego la Real nunca debió perderLa Real naufragó ayer en Vigo ante la gigantesca figura de Iago Aspas en un encuentro que, en cuanto a juego, nunca debió de perder. ... No era el Celta, sino el delantero de Moaña, quien más podía inquietar al conjunto de Imanol Alguacil. Por eso, es difícil imaginar un mismo resultado sin su presencia, ya que el resto de sus compañeros se encuentran varios escalones por debajo del nivel del delantero. La Real, sin embargo, no lo aprovechó, pese a que lo tuvo en sus manos tras empezar por delante.
Al contrario de lo que sucedió una semana antes en Zorrilla, la Real sí que salió ayer al campo con la tensión que merece un encuentro a domicilio. De hecho, todo lo que le pudo salir bien a los realistas en el primer tiempo, le salió bien. No perfecto, pero sí más que notable. Antes de llegar al minuto diez, el equipo blanquiazul ya había rondado el gol con un disparo de media distancia de Theo y otro lejano de Zubeldia que obligó a intervenir a Rubén Blanco. Pardo volvía a la titularidad y el centro del campo txuri-urdin se imponía al del celeste. La línea media gallega formada por Okay, Jozabed y Lobotka era incapaz de desarticular el juego interior donostiarra. El riojano, Merino y Zubeldia entraron constantemente en o con el balón, para moverlo rápido sin retenerlo demasiado. No era cuestión de quedarse frío en la desapacible tarde de Vigo. Si en el lejano oeste rodaban bolas de paja sobre el desierto, ayer en Balaídos se arrastraron paraguas sobre la hierba que cortaban los ataques locales. Todo marchaba a favor de los intereses guipuzcoanos, incluso los elementos. El penalti transformado por Willian José hacía justicia a la superioridad txuri-urdin y hasta el infalible Iago Aspas erraba un mano a mano ante Rulli cuando la grada ya cantaba gol. Si acaso a la Real le faltó mostrar más acierto en las inmediaciones del área rival. Sandro, Willian José y Oyarzabal no inquietaron lo suficiente a Cabral y Araujo, la dudosa pareja de centrales celtiña. Los realistas dominaban y nada les perturbaba, ni la climatología.
Tras el descanso, a la salida de los jugadores de vestuarios, en Balaídos comenzó a sonar la sintonía de 'El equipo A', antesala de la operación de rescate que se iba a vivir. Esta vez el comando no estaba formado por cuatro hombres, sino por uno solo: Iago Aspas. Él solo se bastó para voltear el marcador y para hacer que todo lo que pudiera salir mal a la Real en los segundos cuarenta y cinco minutos, saliese horriblemente mal.
El de Moaña se coló por las espaldas de los defensores blanquiazules y Rulli le derribó para confirmar a las primeras de cambio la fragilidad defensiva realista. El viento seguía soplando en la misma dirección, pero las fichas del tablero habían cambiado de lugar. Cuando Willian José vio la tarjeta roja y el predecible Aspas dio la vuelta al resultado, a los jugadores de la Real ya no les parecía tan dulce las gotas de lluvia que empapaban sus rostros.
La imagen final de Rulli con la cabeza vendada y magullada sirve como epílogo a la temporada de los realistas. Vivos siempre en la competición, pero malheridos por la infinita sucesión de contratiempos que han tenido que sufrir.
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