Imanol no descansa ni a 10.000 metros de altura

Son las 23.45 horas del jueves y los últimos integrantes de la expedición realista que viajó a Belgrado para el encuentro ante el Maccabi terminan de subirse al avión que tres horas después iba a dejar al equipo en Foronda, aeropuerto de Gasteiz. El viaje, de tres horas de duración, es perfecto para que futbolistas y staff cierren los ojos con intención de descansar puesto que al día siguiente también hay entrenamiento en Zubieta. La palabra «descanso» no está en el vocabulario de Imanol, un obseso del trabajo en el buen sentido del término, que entiende que lo mejor es encender el ordenador para preparar el próximo partido.

El orden en el avión está establecido. Staff técnico, dirección deportiva y presidente comandan las primeras filas de la aeronave mientras que la plantilla descansa en la parte media del avión. No Imanol. Sentado en primera fila, saca de su mochila un ordenador con un disco duro con horas de material de trabajo. Las luces se apagan y una vez el piloto advierte que se pueden utilizar aparatos electrónicos el oriotarra visualiza el Girona-Osasuna de la tercera jornada de Liga para preparar el partido de mañana ante el conjunto de Vicente Moreno. También tiene preparados cortes con jugadas puntuales de su equipo en Montilivi, mientras que Labaka, sentado una fila más atrás, repasa repetido el Maccabi-Real para la reunión del día siguiente. No hay descanso ni a 10.000 metros de altura. En la parte de atrás, cerca de los periodistas, Sucic, con mascarilla tras dar positivo en Covid, sí que duerme tras pasar un mal vuelo en el trayecto de ida. Otros futbolistas, en cambio, ultiman el menú preparado por el cocinero del club, Jhonny Porto. De primero ensalada de arroz y de segundo hamburguesa o nuggets, a elegir. La primera victoria en Europa bien merece un pequeño exceso.

Un viaje, por corto que sea puesto que la Real solo estuvo 30 horas en Belgrado, deja anécdotas que merecen ser contadas. Varios aficionados txuri-urdin denunciaron exhaustivos cacheos a la entrada del estadio Partizan. A algunos de ellos les hicieron bajarse los pantalones, mientras que otros perdieron dinero al no poder introducir ninguna moneda al campo tras un continuado toqueteo de la policía serbia con los antidisturbios custodiando la puerta. Medidas de los noventa en los Balcanes. Los 107 realistas al completo no se ubicaron en uno de los fondos del estadio hasta el minuto 3, momento en el que ingresó el último aficionado acompañado del propio Jokin Aperribay, que esperó hasta que todos pudiesen disfrutar del partido antes de situarse en su asiento.

Más de 35 camisetas

El número oficial de aficionados realistas era de 109, por lo que todavía faltaba por colocar a otros dos hinchas, despistados y forofos a partes iguales. En Belgrado desde el domingo para hacer turismo, Inaxio y su amigo se olvidaron de recoger las entradas días antes en el Reale Arena y acudieron a la capital serbia con ganas de beber cerveza pero sin la forma de acceder al campo. «Ah, ¿pero que no te encargabas tú?», lanzaba uno. «¡Inaxio, pero si me dijiste que las recogías tú!», replicaba el otro. El final fue feliz puesto que ambos entraron al estadio Partizan junto al presidente para ubicarse en el mismísimo palco.

Eso sí, se quedaron sin las más de 35 camisetas que se regalaron a los hinchas del fondo. Los 107 –más dos– merecían su reconocimiento. Cada futbolista regaló la suya mientras que Brais y Oyarzabal, cargados con más, hicieron felices a la mayoría de los desplazados. «Tengo la de Remiro y Zubeldia, y eso que no han venido», ríe Yokoy Mujika.

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