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Beasaindarra, tiene 71 años y forma parte de la historia de la Real, primero como jugador y luego como entrenador y director deportivo. Disfruta de ... su retiro en la localidad granadina de Salobreña, pero cuando se le pregunta por el equipo blanquiazul se le vienen a la cabeza un millón de recuerdos. Lleva cosido el escudo de la Real en el pecho y confía en ver a los pupilos de Imanol disputando de nuevo la final de Copa.
– ¿Cómo está viendo a la Real?
– Muy bien. Mantener ese nivel de exigencia es muy difícil. Imanol tendría que tener 30 jugadores. Es lógico que pasen por momentos difíciles, pero siguen ahí dando el callo en cada partido. La Real se está haciendo grande, muy grande.
– ¿Se nota la mano de Imanol?
– Imanol es un crack, un fenómeno, está haciendo historia en la Real. Le tuve como jugador y si alguien me hubiese dicho en su día que llegaría a ser el entrenador de la Real y conseguir lo que ha logrado le llamaría loco.
– Ahora, el objetivo más inmediato es clasificarse para la final de Copa. Primero hay que eliminar al Mallorca.
– El resultado de la ida demuestra la igualdad que hay hoy en día entre todos los equipos, pero jugar la vuelta en casa siempre ayuda. Ese 0-0 es peligroso. El Mallorca es un equipo que se cierra muy bien atrás, pero me vale cualquier resultado que sirva para llegar a la final.
– ¿Está convencido?
– Pasamos a la final seguro, espero estar de nuevo en Sevilla animando a los jugadores.
– ¿Qué ha cambiado en la Real de sus tiempos a ahora?
– Prácticamente todo, afortunadamente. El club se ha modernizado una barbaridad, el concepto de club es diferente. Antes había más romanticismo, pero ahora es mucho más práctico y se ha profesionalizado. La Real sigue manteniendo los antiguos valores, pero ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. El salto que dio en su día fue importante, pero no quedaba otra. No podía quedarse atrás.
– Era como una familia...
– Era un club diferente, totalmente diferente. La profesionalidad, la modernidad y la necesidad y la exigencia de conseguir resultados inmediatos provoca que se haya ido perdiendo ese romanticismo de antaño. Los jugadores éramos muy amigos, salíamos incluso juntos. Antes, cuando íbamos por ejemplo a jugar a Barcelona dábamos una vuelta el día del partido por los alrededores del hotel. Ahora, en cambio, los jugadores permanecen en sus habitaciones descansando. Es lógico en cierta medida. A lo largo de la temporada se acumulan muchos partidos. La Real está disputando tres competiciones. Eso es una barbaridad. Lo que realmente cansa son los partidos, los viajes, las horas de espera en los aeropuertos. Y también jugar un domingo en Almería y el miércoles en Europa con veinte grados menos de temperatura. Eso exige disciplina y cuidar los detalles al máximo.
– Aquellos entrenamientos en el hipódromo de Zubieta...
– Eso ahora sería impensable. Lo hacíamos para proteger el césped de Atotxa. Entrenábamos al aire libre y también en campos de gravilla como el de Mundaiz.
– Y aquellos partidos en Atotxa.
– Aunque pueda parecer lo contrario, nos gustaba cuidar el campo. Jugábamos mejor con el césped en perfecto estado que con barro. Anoeta es una alfombra. Si fallas, la excusa no es la hierba. En nuestros tiempos podías escudarte en el césped, ahora es imposible
– El trasvase a Anoeta era necesario para crecer como club...
– Por su puesto, ha sido el paso más importante que ha dado la Real hacia lo que hoy en día es el club. En Atotxa la masa social era de 14.000 socios, ahora tiene 35.000. El salto ha sido abismal en todos los sentidos.
– Pero se perdió la magia...
– Sí, pero en la vida no puedes quedarte atascado, hay que prosperar. Lo bonito hubiese sido mantener ese espíritu de equipo que se surtía únicamente de jugadores de la cantera, pero hoy en día es imposible.
– Los aficionados más veteranos le recuerdan como el entrenador del 5-0 al Athletic...
– El equipo cuajó ese día un partido redondo. Esa temporada también hubo otras goleadas en Atotxa. Al Tenerife le marcamos también cinco y al Logroñés, seis.
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