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Parte del paisaje. La piscina ha formado parte de Ondarreta pero este verano no volverá al arenal.
«Muchos se acuerdan del frío en Tintin»
Despedida

«Muchos se acuerdan del frío en Tintin»

La piscina de la playa de Ondarreta, donde han aprendido a nadar varias generaciones de guipuzcoanos, ha anunciado que no abrirá la próxima temporada. Con ella se va la historia de 62 veranos

Ana Vega y Javier Guillenea

San Sebastián

Viernes, 5 de abril 2024, 02:00

Un clásico de los veranos donostiarras dice adiós este año. El club Tintin de Ondarreta echa el cierre tras 62 años enseñando a nadar a donostiarras y visitantes. Las instalaciones de esta playa fueron las primeras que se abrieron en Gipuzkoa en el verano de 1962. Hoy hay sucursales semejantes en la Zurriola, así como en la playa de Hondarribia, todas ellas empresarialmente independientes entre sí. Zarautz acogió también durante un tiempo esta oferta, pero hace más de treinta años que se cerró.

La directiva ha enviado una carta a las familias a modo de despedida para anunciar que «después de tantos veranos, ha llegado el momento de decir agur. Lamentablemente, nada es para siempre y a nosotros nos ha llegado la hora de parar». En la carta, el equipo de dirección, que no explica los motivos del cierre, aprovecha para mostrar su agradecimiento a las familias y espera que «los recuerdos compartidos, así como 'el sello tintin' perduren en el tiempo y en vuestros corazones».

El recinto ha estado en Ondarreta durante 62 veranos. Kutxateka

Tras esta decisión, el Ayuntamiento de San Sebastián volverá a sacar el concurso para la concesión de la escuela de natación de Ondarreta. Fuentes municipales creen que es difícil que alguien opte a hacerse cargo de la concesión, ya que en las últimas convocatorias solo se habían presentado los actuales adjudicatarios.

Con el cierre del club termina una historia que empezó en 1962, año en el que el ya fallecido Pierre Begué, de la localidad sa de Auch, decidió instalar en la playa de Ondarreta una piscina desmontable para enseñar a nadar a los niños donostiarras. El relevo de Begué lo cogió el también francés François Tapie, que estuvo al frente del club durante muchos veranos y llegó a ser muy popular en el barrio del Antiguo de Donostia. En 1987 se hizo cargo de la piscina Pol Lagrange, que en 1982, con veinte años, había llegado a Donostia desde Auch para dar clases de natación en Tintin y no tardó en enamorarse de la ciudad. Aquí se quedó y desde el barrio de Gros, donde reside, recuerda aquella década de los ochenta, cuando él se puso al frente de la piscina y era el único que daba la vuelta nadando a la isla de Santa Clara. «Esos años hubo un 'boom' increíble, teníamos casi 90 niños al día, pero en los años 90 empezaron a dar clases de natación en las piscinas municipales y el número de alumnos empezó a bajar», dice.

«En los años 80 hubo un 'boom' increíble de niños, pero en los 90 el número de alumnos comenzó a bajar»

Generaciones de donostiarras y de otros municipios cercanos han aprendido a nadar desde hace 62 años en los reducidos límites del club Tintin. Ahora, hasta ahora, mejor dicho, había una piscina cubierta y se intentaba climatizar el agua, pero en los primeros tiempos nada de eso existía. El agua «era de grifo» y las condiciones climáticas eran lo de menos. «Si hacía calor estaba caliente, y si hacía frío, fría». Salvo huracanes o similares, los niños entraban en la piscina con los únicos objetivos de aprender a nadar y tiritar lo menos posible al salir. «Mucha gente todavía se acuerda del frío que pasaba. Me parece que hace años los niños eran bastante más resistentes que ahora. Se metían en el agua y ya está, no importaba el tiempo que hacía», dice Lagrange.

«Como una guardería»

Titiritaban pero se lo pasaban bien. «Para nosotros era como pasar el verano en la playa. A veces parecíamos una guardería, teníamos un monitor de animación y los niños jugaban todo el día, pero eso ha ido desapareciendo; la gente va a recibir su clase y se va». Lagrange desconoce los motivos de la desaparición de la piscina, pero intuye algunos de ellos. «El material sufre mucho en la playa y el gasto de mantenimiento es enorme, a lo que hay que sumar el canon que pide el Ayuntamiento y el ratio de un profesor para cada dos alumnos». Eso, unido al descenso del número de niños, «es imposible de mantener», afirma.

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