Zaporeak cumple seis años de menús solidarios en Lesbos

Zaporeak es de las pocas ONG que permanecen en Lesbos seis años después de llegar a la isla griega, y se resiste a abandonar a los refugiados que no pierden la esperanza por conseguir un visado que les permita llegar a Europa. Voluntarios y trabajadores refugiados siguen trabajando diariamente para garantizar que estas personas tengan a una alimentación saludable. De hecho, de los 1.500 que malviven hoy en el campo de Kara Tepe, 1.300 reciben a diario alimentación de la asociación guipuzcoana. Casi tres millones de menús solidarios en estos seis años de compromiso.

Buena parte son mujeres y niños, la mayoría de origen afgano, aunque tambien hay sirias e iraquíes, a las que trasladan a un edificio colindante en el que más allá de recoger su ración diaria, se les permite comer en un espacio seguro, «reconociendo sus tradiciones y necesidades», pero sobre todo, es una forma de asegurar que son ellas las que acaban consumiendo dichos menús, y no algún otro miembro de la unidad familiar.

Han pasado siete años desde que llegaron a las islas griegas, y concretamente seis desde que aterrizaron en Lesbos en 2016 en una de las mayores crisis migratorias que se recuerdan. Miles de personas huían de la guerra y preferían arriesgarse a cruzar el mar Egeo en unas lanchas con pocas garantías de flotabilidad, que permanecer en su país de origen, esperando que las bombas hicieran saltar sus vidas por los aires.

Aquel boom migratorio amainó con la pandemia, «pero eso no significa que hayan dejado de llegar refugiados», señala Peio García Amiano, uno de los fundadores de Zaporeak, que acaba de regresar de la isla. De hecho, apunta, en los dos últimos días se han registrado más de cien llegadas nuevas y denuncia que se siguen realizando devoluciones en caliente a Turquía, en una especie de tiendas de campaña hinchables.

«En Lesbos quedamos nosotros y otras cuatro organizaciones de médicos», indica García Amiano. Y son precisamente estos sanitarios los que dan unos tickets a los refugiados más necesitados que les permiten acceder a las raciones que elaboran en las cocinas de Zaporeak. «La mayoría son mujeres y niños, aunque también entregamos a los 'solteros', que suelen ser chicos jóvenes con alguna enfermedad crónica, como diabetes, para los que es vital una alimentación equilibrada». Además, entregan comida seca a personas que han conseguido un hornillo.

Es la primera ocasión que su relación con la dirección del campo –normalmente reticente a la labor de las ONG– pasa por tan buen momento. Las cocinas de Zaporeak han recibido la visita del director de Nutrición de Kara Tepe «y ha alucinado con el trabajo que hacemos». Tanto es así, que «por fin nos permiten entrar al campo y hacer el reparto en su interior, aunque bajo estrictas medidas de control. Entramos hasta sin móviles», comenta.

La situación en Lesbos ha cambiado por completo. En septiembre de 2020 ardió el campo de Moria, –llego a ser el de mayor tamaño de Europa, concentrando a más de 21.000 personas– y los refugiados que permanecieron en la isla fueron trasladados a Kara Tepe. Este recinto alberga a 1.500 personas que viven en barracones algo más confortables que las tiendas de lona de Moria, aunque en unas condiciones aún muy alejadas de la dignidad.

Con la pandemia, se prohibió la salida de los refugiados del campo, y aquella restricción se ha mantenido. «Es muy raro ver a algún refugiado por el pueblo, cuando antes era lo habitual. Viven prácticamente encerrados». Por este y otros motivos, Zaporeak se resiste a abandonar Lesbos, y en breve iniciará una campaña de captación de socios y voluntarios para seguir manteniendo a flote el proyecto.

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