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Emerge la historia de un pescador del submarino de Pasaia

Emerge la historia de un pescador del submarino de Pasaia

La publicación en DV del reportaje de un submarino de la Segunda Guerra Mundial a la deriva rescata la figura de Nicolás Bengoetxea, un arrantzale de Lekeitio que es reivindicado por sus descendientes como uno de los protagonistas de la gesta de 1959

Iñigo Puerta

San Sebastián

Sábado, 17 de mayo 2025, 18:55

La historia sobre un submarino de la Segunda Guerra Mundial rescatado en Pasaia en 1959, que recogió DV la semana pasada, cobra vida de nuevo. El reportaje narraba el hallazgo de un submarino abandonado en alta mar, que unos arrantzales vascos lograron llevar a puerto. Una gesta que ocupó muchas páginas de la época, y que 66 años después emerge un nuevo nombre. A las pocas horas de su publicación, la Redacción recibió por correo electrónico una petición inusual. Un lector, que se identificaba como Imanol Bengoetxea, reclamaba que uno de los patrones que aparecía nombrados era en realidad su padre, Nicolás Bengoetxea. Adjuntos en su correo, una serie de fotos familiares y recortes del periódico 'La Voz de España' acreditaban que su progenitor era uno de los héroes del rescate de un submarino. Uno de los que a 95 millas de nuestra costa y contra un pronunciado oleaje, se encaramó a una cadena de hierro y trepó por ella para subir a la proa de un sumergible de combate, perdido a la deriva tras una tormenta.

Ejemplar de ‘La Voz de España’ en el que Nicolás Bengoetxea estaba identificado como Pedro Suarez

Fotograma de un episodio del NODO en la que aparece Nicolás Bengoetxea en el puente de mando del ‘María del Coro’

Ejemplar de ‘La Voz de España’ en el que Nicolás Bengoetxea estaba identificado como Pedro Suarez

Fotograma de un episodio del NODO en la que aparece Nicolás Bengoetxea en el puente de mando del ‘María del Coro’

Ejemplar de ‘La Voz de España’ en el que Nicolás Bengoetxea estaba identificado como Pedro Suarez

Fotograma de un episodio del NODO en la que aparece Nicolás Bengoetxea en el puente de mando del ‘María del Coro’

En el correo, Imanol también daba la explicación de que «el fallo viene de origen en un artículo del periódico 'La Voz de España' de enero de 1959». Al parecer, las crónicas de otros periódicos de la época tomaron como referencia una primera información donde se identificaban a los patrones de los barcos 'Maria Jesús' y 'María del Coro' como Andrés Fajardo y Pedro Suárez, respectivamente. Un baile de nombres que ha perdurado hasta hoy.

Justicia poética años después

En base a su testimonio y las fotos aportadas, el reportaje visual en la web de El Diario Vasco incluyó el nombre de Nicolás, un gesto que provocó una celebración inusitada en el seno de la familia Bengoetxea. «No sabéis la alegría que ha sido para nosotros ver que por fin se reconocía el nombre del aita como un rescatador del submarino», relataba Imanol. «Entre los hermanos nos hemos emocionado al verlo. ¡Por fin se ha hecho justicia!». Una espinita que se clavó hacía muchos años y que salía de forma recurrente en reuniones familiares.

Cuadro familiar de la familia Bengoetxea en el que se replica la foto de la entrada con una imagen de Nicolás en la parte superior izquierda

En las crónicas que guardaban aparece el rostro, pero no su nombre correcto. Una confusión que entre los Bengoetxea quedó como una anécdota y nunca reivindicaron públicamente, hasta ahora, cuando ha vuelto a emerger la historia del submarino. «Muchas veces, en las comidas de familia el aita solía terminar recordando alguno de esos nombres. El caso es que el suyo se mantuvo mal en el tiempo. Incluso después de que nuestro aita falleciese seguía saliendo esa pena que tenía», recuerda Imanol.

25.000 pesetas de botín

Uno de los enigmas que no quedaba resuelto en el reportaje de la semana anterior era si la tripulación llegó a recibir alguna compensación por la venta del submarino a una chatarrería de Donostia para su desguace. «Recuerdo perfectamente que al aita decía que la empresa Iriberri le había entregado 25.000 pesetas y le regalaron también una maqueta de madera del submarino. Era un buen dinero para esa época», relata Imanol. «No sé si los demás marineros recibieron esa cantidad, o si recibieron algo. Lo único que puedo confirmar es que mi padre sí».

Foto de la familia Bengoetxea

El recorrido vital de Nicolás Bengoetxea va más allá de la aventura del submarino. «Fue uno de los niños de Gurs, estuvo en un campo de concentración controlado por los nazis cuando era chaval», añade Imanol. Nació en Lekeitio y su vida como arrantzale no dejó de ser un peregrinaje. «No guardamos documentación, pero sabemos que pasó a otras compañías de pesca e incluso que se embarcó en bacaladeros de la PYSBE que iban a Terranova, a Saint Pierre et Michelon».

Fotos del interior del submarino Y-15 que se desprenden de un informe de la Marina, realizadas por Juan Aygües

Fotos del interior del submarino Y-15 que se desprenden de un informe de la Marina, realizadas por Juan Aygües

Fotos del interior del submarino Y-15 que se desprenden de un informe de la Marina, realizadas por Juan Aygües

Imanol conserva recortes de periódicos, un cuadro de la entrada del submarino a Pasaia o incluso parte del informe de la nave cuando fue inspeccionada por la Armada. Un documento con fotos de Juan Aygües, antiguo reportero gráfico de DV que contrató la Marina, y que «junto a Marín, consiguieron las mejores fotos del sumergible». En el informe del capitán de Fragata Francisco Nuñez de Olañeta se desprende un estado de la nave «deplorable excepto las cámaras de torpedos (...). Las demás, especialmente los alojamientos de radio y aparatos especiales completamente sucias y con multitud de restos mezclados en la cubierta habitable».

A una chatarrería de Egia

En 1961, más de dos años después del rescate, el sumergible se subastó por un valor de partida de 65.000.000 de pesetas que cayó hasta los 2.265.000, unos 13.700 euros al cambio actual. Gracias a una información facilitada por el suscriptor de DV José Miguel Múgica, ahora se sabe que «el submarino fue comprado por una chatarrería ubicada en Egia, en concreto la llamada 'Lucilo Fernández'. Recuerdo que yo tendría entonces unos 13 años y desde mi ventana se podían ver las piezas muy reconocibles del submarino que iban llegando en camiones. Era en la zona donde se encontraba la antigua Fábrica Tejería. En lo que ahora sería la calle Tejería». Un espectáculo para un chaval que desde siempre le había tirado la mar.

Los recuerdos de José Miguel se amplían hasta Pasai Donibane, donde se llevaron a cabo las labores de desguace. «No sabría decir exactamente en qué astillero se fue despiezando. Sí que me acuerdo que al principio estaba amarrado y las primeras piezas se extraían con muchísimo cuidado. Un tal Erkizia era el encargado de esas labores. Yo hablaba mucho con su hijo, que era de mi edad. Me solía contar los problemas que tenían para mantener en equilibrio el submarino, por lo que tenían que ir extrayendo planchas sin que volcase».

El espectáculo se podía observar desde otros puntos más lejano de Pasaia, donde «era habitual ver grupos de curiosos. Creo que no querían que se viera el desguace de una nave de guerra, pero hasta que lo izaron, era visible». Una estampa que aún guarda con frescura, ya que «para alguien que le gustaba la mar, ver un submarino de la II Guerra Mundial era algo increible». Otro dato que también puede confirmar José Miguel es que «los marineros cobraron. Mi mujer tuvo un comercio en la calle Azkuene y pudo dar fe de ello».

Los arrantzales consiguieron cobrar casi un tercio del valor del submarino

Hace más de sesenta años, el concepto jurídico del hallazgo de la nave de guerra se tramitó bajo la premisa de que era un 'buque abandonado'. Así, según rezaba la 'Ley de Enjuiciamiento Militar de Marina' vigente en 1959, se otorgaba un tercio del valor a los rescatadores del mismo. El baile de cifras y la tela de araña jurídica de la época no dejaba en claro las cantidades. Sin embargo, si se da por hecho que los 26 marineros que formaban ambas tripulaciones recibieron la misma cantidad que Nicolás Bengoetxea (25.000 pesetas), se deduce que se repartieron 650.000 pesetas a los arrantzales presentes en alta mar en el momento del encuentro con el submarino. Un buen pellizco.

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