
Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando hacía sus primeros pinitos en el ámbito de la interpretación, Elena Irureta (Zumaia, 1955) tuvo que hacer el papel de una niña enferma, así ... que se fue al bar de enfrente y se tomó un café con sal. La inmersión en el personaje se saldó con una vomitona y con una enseñanza del director de la obra: «Esto no va de reproducir la verdad, esto va de convertir en verdad las mentirijillas». Cinco décadas y docenas de trabajos en teatro, cine y televisión después, Irureta recibirá el Premio Zinemira, el máximo reconocimiento al cine vasco que otorga el Zinemaldia junto con la asociación de productoras EPE-IBAIA, y que se entregará en la Gala del Cine Vasco.
– Su caso es el de la actriz que cuando anuncian que recibirá el Premio Zinemira, todos nos preguntamos: ¿pero no lo tenía ya?
– Pues no lo sé. Nunca he esperado premios, ni los he echado de menos. Cuando se los han dado a mis compañeros me he alegrado muchísimo, pero nunca he tenido yo la esperanza de que me los dieran.
– ¿Por qué?
– Porque nunca he esperado premios, le digo la verdad. Cuando te los dan, se agradecen de verdad, pero no soy consciente de que hay por ahí premios que se reparten.
– ¿Qué valor les da?
– Agradezco mucho los premios cuando me los dan porque significa que hay gente que piensa que me los merezco, pero siempre he tenido la sensación de que estoy aquí de chiripa. Me he ido buscando la vida, pero siempre pensé que lo de los premios era para otra gente. Ahora van llegando y supongo que también tienen que ver con la edad. Me hacen ilusión, pero no soy una persona que los tenga puestos en casa. Suelo pedirle a mi representante que los guarde en la oficina, ya que tanto le gustan.
– Decía en una entrevista que nunca ha sido de celebraciones, que más bien ha tendido siempre a huir de ellas.
– Sí. Me da pudor. Nunca me han gustado, ni de joven. Cuando mis amigas iban a las fiestas de Azpeitia, yo no iba. Nunca me ha gustado el jaleo o saludar a mucha gente...
– Pues este año le va a tocar ser el centro de atención, que no es lo mismo que pasar por ahí y saludar a Ramón Barea...
– Claro. No me siento cómoda. Siempre me da la sensación de que hay gente que se lo merece más. No sé si es el síndrome de la impostora que dicen ahora, pero yo siempre lo he sentido. Abrí la casa rural hace 21 años porque pensaba: «Hasta ahora he colado, pero se van a dar cuenta». Y resulta que ahora la he cerrado porque ya tenía ganas de jubilarme.
– De hecho, tiene una de las trayectorias artísticas más largas de este país.
– Es que soy muy mayor también.
– Ya, pero hay otros intérpretes de su edad que no han trabajado tanto.
– Nos hemos ido buscando la vida porque no siempre me han llamado. He escrito e interpretado muchas cosas propias. Una cosa te lleva a la otra, pero ya me dijeron que empezara a trabajar por mi cuenta porque si estaba esperando a que me llamaran por teléfono, igual me quedaba ahí.
– También ha comentado alguna vez la permanente sensación de precariedad.
– Y nunca me ha importando, ni me ha dado miedo. Hay gente que se agobia si está sin trabajo dos meses, pero no ha sido mi caso porque vivo igual. Siempre he tenido la casa de mis padres para un apuro y cuando me he metido en una hipoteca, pienso que si no puedo pagarla no pasa nada: se vende. Ya me buscaré la vida en otras cosas. Nunca me ha dado miedo trabajar en lo que sea.
– ¿Recuerda aún cuál fue el impulso que la empujó a dedicarse a la interpretación?
– Sí. Fue que abrieron la Escuela de Arte Dramático de Antzerti, creo que en 1981. Trabajé de 'au pair' en Londres y antes con unos dentistas en Madrid que abrieron una consulta en Donostia. Me propusieron que siguiera con ellos. Me presenté a la escuela de teatro y me cogieron. Éramos doce y al año siguiente nos dieron una beca, con lo cual pude dejar el trabajo y estábamos haciendo montajes todo el día. A partir de ahí, he seguido como de puntillas.
– ¿Cómo ha cambiado el oficio desde entonces?
– Cuando empezamos, escribíamos nuestra obras, cargábamos y descargábamos la furgoneta tras hacer la función en algún frontón... Terminabas a las cinco de la mañana una función que había durado una hora.
– ¿Y la progresiva profesionalización?
– Sí, te hace la vida más cómoda. Los representantes se dedican a buscarte el trabajo y antes lo hacíamos nosotros pegando carteles, pero tengo la sensación de que nunca fui más feliz. Con Aizpea (Goenaga) hice un programa de televisión por el atrevimiento de la ignorancia, lo escribimos en un fin de semana y lo presentamos el lunes.
Noticia relacionada
– Y profesionalmente, ¿tiene la sensación de estar en su mejor momento?
– Tengo la sensación de estar en el mejor momento de mi vida, no sólo en lo profesional, sino en general porque tengo una tranquilidad que te da la edad. Tengo serenidad, como dicen los viejos, y eso que toda la vida he sido un culo inquieto.
– A través de su carrera se puede ver buena parte de la historia del audiovisual vasco de las últimas décadas. Y ha trabajado con muchísimos directores.
– Muchos, pero igual tenía una o dos sesiones. A veces me encuentro con películas en las que trabajé y no me acuerdo. Igual fueron dos sesiones y luego me cortaron. Vas sumando en el currículum, pero muchas veces no sé lo que es. ¿Yo estuve ahí?
– ¿Ha sido una actriz fácil de dirigir?
– Nunca he tenido un problema, pero no porque sea fácil.
– Pues se habrá encontrado de todo.
– Siempre me ha dado la sensación de que teníamos que hacer el trabajo entre todos y tampoco he tenido ese respeto al director o al productor. Muchas veces no sé ni quién es este último. Una vez pregunté quién era un señor y me respondieron que era el productor para el que llevaba ocho años trabajando.
– ¿Qué tal anda de ego?
– Bien. Creo que no he cambiado. ¿Por qué iba a hacerlo?
– Mucha gente lo hace.
– Que lo haga. Yo ya sé dónde estoy y ya sé cómo me han ido las cosas y la suerte que he tenido con tanta gente que ha contado conmigo y me ha dado oportunidades: Eneko (Olasagasti) o Carlos (Zabala). Pienso que lo tienes que hacer bien, pero también tener la suerte de que la gente quiera trabajar contigo. A Telmo (Irureta, su sobrino) siempre le digo: «Sé buen compañero, es importante en cualquier oficio. No seas cabrón. Haz bien tu trabajo, si sale, bien y si no a otro lado, pero deja siempre buen rollo allá donde estés». En este oficio en particular hay muchos nervios, son muchas horas, se acumula el cansancio, y tú estás ahí. pero cuando te vas, otros empiezan a recoger las cosas. Es un trabajo colectivo.
– ¿Qué tipo de actriz se considera a sí misma?
– No sé qué decirle... Ahora estoy bien. Un poco apuradilla con el estreno de 'Quién es quién', en el que hago de niña, con dos coletas y saltando encima de una cama, y que se proyectará el día de la Gala del Cine Vasco. Y no puedo contar más. Cuando me vea, me voy a morir del apuro... Como actriz, me zambullo a saco en lo que sea, que suele ser una mentira que hay que convertir en una verdad.
– Y con la edad, el aspecto físico y el cuerpo no son los mismos.
– En la última película que he hecho, 'Sorda', me pasó de todo: dos días antes de empezar a rodar, me quemé la mano entera haciendo un flan con caramelo líquido... Horrible. Luego, tengo una hernia en la espalda y durante una escena con 'mi nieta' me quedé doblada.
–¿Qué va a decir en la Gala?
– No lo sé. Será algo cortito porque me parece que la gente se alarga en las dedicatorias de los premios. Ya lo pensaré.
–¿Qué significa para usted este Zinemaldia con el que ha convivido toda la vida?
– Parecía que estaba un poco al margen de nuestro trabajo. Y ahora que me ha tocado este premio me ha hecho muchísima ilusión. Hace dos semanas Ramón Barea me entregó otro en Tarazona. Y esto me hace mucha ilusión porque es aquí...
– Por fin hay un 'star system' vasco...
– Sí, ya ve (risas) No, yo creo que estamos en otras cosas, aquí nunca nos hemos tomado el oficio por ese lado. En Madrid muchas veces me dicen: «Tú no pareces actriz». Aquí vamos de otra manera, creo. Al final, nos conocemos todos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.