

Secciones
Servicios
Destacamos
Pocas sentencias en el fútbol encierran una verdad mayor que aquella que sostiene que el Barça y el Real Madrid son vasos comunicantes: cuando uno ... sube, el otro baja. Ha vuelto a ponerse de manifiesto esta temporada, en la que el Barça ha logrado reinventar su orgulloso modelo basado en el toque y la posesión para dar paso a un estilo rockanrollero que le ha devuelto el esplendor perdido de la mano de Hansi Flick, mientras el clásico Real Madrid de Carlo Ancelotti agotaba su fecha de caducidad en medio del inmovilismo.
A medida que el defensor del título se consumía a causa de un reguero de lesiones y sufría las consecuencias de una plantilla descompensada que presentaba carencias evidentes antes de que el curso alzase el talón para quienes analizaban su composición alejándose de los eufóricos vientos de cola que arrastraban la planificación de los blancos tras una campaña enormemente exitosa y la llegada de Kylian Mbappé a Chamartín, el aspirante avanzaba con precisión germánica en pos del trono que le permitiese decretar el inicio de una nueva era con bases mucho más sólidas que aquella Supercopa de España ganada en 2023 a la que se agarró el Barça de Xavi Hernández como un punto de inflexión que acabó revelándose enormemente inestable.
El paso marcial que impuso el Barça desde el pistoletazo inicial, con pleno de puntos hasta la octava jornada y once victorias en las doce primeras fechas del torneo de la regularidad, resultó imposible de seguir para un Real Madrid que arrancó a ritmo cachazudo, sufrió un bochorno en el clásico disputado en el Santiago Bernabéu y solo logró emerger entre finales de noviembre y comienzos de enero, cuando el Barça entró en barrena con apenas una victoria en ocho jornadas.
De tal calibre fue aquella crisis que el conjunto de Flick, que había salido del Bernabéu con seis puntos de ventaja sobre el Real Madrid, llegó a verse siete por detrás de los blancos a mediados de enero, cuando los azulgranas empataron en el Coliseum tras encajar dos derrotas consecutivas en Montjuic frente a Leganés y Atlético mientras el equipo de Ancelotti cosechaba ante Las Palmas el tercero de una racha de cuatro triunfos seguidos. Pero el 'soro' resultó un espejismo porque el Barça recuperó su ritmo arrollador a la par que el Real Madrid iba ofreciendo una de cal y varias de arena dentro de un trayecto que terminó llevándole a la tumba.
De esta forma, la Liga que algunos pronosticaban como un paseo militar del Real Madrid de Mbappé ha acabado siendo un chorreo por parte del Barça de Flick, arquitecto de una revolución que ha consolidado a Lamine Yamal como nuevo estandarte de un conjunto desprovisto de referentes desde la salida de Leo Messi, mientras en la otra punta del puente aéreo Carletto hace las maletas para que el Real Madrid se suba a bordo de la 'Xabineta'.
«Si el día que llegué aquí me hubiesen dicho que iba a ganar once títulos, lo firmaría con sangre», reflexionaba hace unos días el preparador de Reggiolo, al que se le fue de las manos un vestuario henchido de gloria mientras Flick delineaba un equipo de autor maximizando las prestaciones de unos futbolistas ávidos de resarcirse de los palos recibidos.
La eterna juventud de Robert Lewandowski, el orgullo herido de un Raphinha que llegó a verse más fuera que dentro del Barça el pasado verano hasta que una conversación con Flick cambió por completo el escenario y el descaro con el que las joyas de La Masia asumieron el reto de reflotar el Barça sacaron a los azulgranas de la depresión en la que se sumieron en el ocaso de la era Xavi para abrochar un triplete de títulos domésticos que puede servir como piedra fundacional de una nueva etapa en el fútbol español.
«Más que la época de Lamine Yamal, espero que sea la época del Barça», afirmaba el extremo de Rocafonda en vísperas de la semifinal de la Champions ante el Inter, único lunar dentro de una campaña jubilosa en Can Barça que ha disparado la ilusión de una parroquia que ve en la hornada de jóvenes talentos que sostienen la vibrante propuesta de Flick a los dignos herederos de aquella otra generación comandada por Xavi, Iniesta y Messi que bañó de gloria Canaletas.
Mientras tanto, en Chamartín se aprestan a iniciar una reconstrucción que pasa por no volver a permitir que el árbol impida ver el bosque. El aterrizaje de Mbappé en un equipo campeón ha acabado derivando en una suerte de crepúsculo de los dioses, en buena medida porque los blancos olvidaron la celebérrima frase de Alfredo Di Stéfano que pueden leer en el túnel de vestuarios justo antes de saltar al césped. «Ningún jugador es tan bueno como todos juntos», proclamaba la Saeta Rubia. Una sentencia que debe regir la actuación de cualquier escuadra y que este año pasó por alto el bloque del saliente Ancelotti.
Llegó Mbappé y casi todos se olvidaron de correr. Llegó Mbappé y en los despachos se olvidaron de que para sustentar las hazañas del francés en área ajena se necesitaban defensas en la propia. Llegó Mbappé y tantas cosas se quebraron, sin que el prodigio galo tuviese culpa. Para que Xabi Alonso pueda reconstruir el fuerte, necesitará más madera de la que le dieron a Carletto.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Encuentran a una mujer de 79 años muerta desde hacía varios días en su domicilio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.