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Preocupados. Los vecinos marroquíes de Errenteria, este sábado en la mezquita. DV

Terremoto en Marruecos

«Solo quería que me cogiera el teléfono»

Ciudadanos del país afectado por el terremoto vivieron momentos de tensión que solo se calmaron cuando los familiares respondieron a sus llamadas

Javier Guillenea y Dani Soriazu

San Sebastián

Domingo, 10 de septiembre 2023, 02:00

Rachid Derori y Lahcen miran un listado en un teléfono móvil. En una columna figuran nombres de localidades de Marruecos. En la otra, números que con el paso del tiempo van creciendo. Tarudant, 271. Chichaoua, 91. Uarzazat , 31. Marrakech, 13... «En Ait Attab, mi pueblo, ha habido once muertos. No conozco a ninguno. Mi familia está bien, gracias a Dios», dice Lahcen.

Acaba de terminar el rezo de las dos y media de la tarde en la mezquita de Errenteria, en el que han participado una veintena de musulmanes. Muchos de ellos son de Marruecos y no han cesado de comprobar en las redes sociales la desolación que el terremoto ha dejado en su país de origen. «Mira», pide Lahcen, y muestra en su móvil dos fotos de un mismo pueblo, la de antes y la de después.

En la de antes se aprecia un gran edificio en lo alto de una colina rodeado de pequeñas edificaciones que descienden por sus laderas. La de después muestra una pila de escombros entre los que sobresale el gran edificio, el único superviviente del temblor, y otra casa en la que se aprecian los daños del desastre. No se ve a ningún ser vivo. Todo ha quedado arrasado. «Parecía el fin del mundo», afirma un hombre en la mezquita.

Rachid Derori, presidente de la asociación Al Mohsenin , estaba dormido cuando recibió la noticia. Era temprano, el temblor sacudió Marruecos a las 23.11 horas local, las 22.11 horas en España. Lo primero que hizo fue hacer una videollamada a su hermana, que vive en Jenifra, en el medio Atlas, junto a su madre. Lo segundo fue rezar para que respondiera lo antes posible. «Sabía que si no cogía el teléfono es que algo le había podido pasar. Yo me imaginaba lo peor, solo esperaba que alguien apareciera en la pantalla», dice. Por suerte, no tuvo que esperar demasiado. «No tardó mucho en contestar, gracias a Dios».

Fue entonces cuando se dio cuenta de la magnitud de la catástrofe. No había visto nada, no había tenido tiempo; aún no habían comenzado a propagarse las imágenes de los estragos por las televisiones y las redes sociales. Era demasiado pronto, solo habían pasado unos minutos desde el temblor. Fue el rostro de su hermana quien le hizo ver la magnitud de la catástrofe. «Estaba asustada, con la boca abierta, todavía no se creía lo que estaba viviendo», recuerda Rachid.

Ella le contó lo que acababa de ocurrir. Primero comenzó a moverse una lámpara en el techo y luego sintió una ligera vibración que no tardó en aumentar de intensidad. Al principio la sensación fue de estupor, de no saber muy bien lo que sucedía, pero muy pronto la sorpresa dio paso al miedo. «Cuando la lámpara empezó a moverse más, se asustó», cuenta Rachid. «Mi madre y una de mis hermanas salieron de sus cuartos y todas cogieron algo de ropa y salieron rápido a la calle».

Lahcen sigue mirando las imágenes del terremoto en su móvil. Aparecen calles temblando, casas derruidas, intentos de rescate como el de un hombre con el cráneo partido que aún sigue vivo entre los escombros. Sus padres y hermanos viven en Ait Attab, un pequeño pueblo en el que los efectos del terremoto se han sentido menos que en otros lugares del país, lo que no significa que sus habitantes se hayan librado del miedo. «He llamado a mis familiares y me han dicho que se movió toda la casa, la televisión las ollas, la nevera...»

Su amigo Mehdi es del mismo pueblo y también llamó a su familia después de que hacia las doce de la noche le enviaran un mensaje diciendo lo que había sucedido. «Me han dicho que toda la familia ha dormido fuera, de cada, en jardines, lejos de cualquier pared. Se ha movido la tierra, las vitrinas, los armarios, todo».

Como ellos, muchos marroquíes residentes en Gipuzkoa se levantaron ayer con el susto en el cuerpo. «Me he despertado y he visto en el móvil que la gente me preguntaba: '¿Te has enterado? ¿Qué tal está tu familia?'. Yo no entendía nada, hasta que me he sido consciente de lo que ha pasado», cuenta Bouchra Chaouki, ya tranquila sabiendo que su familia de Marrakech está en perfectas condiciones. «Pero al principio lo he pasado fatal, me he preocupado mucho», dice.

«Les he localizado»

En dicha ciudad viven sus padres, su hermana mayor y sus sobrinos. «He podido localizarles rápido por teléfono y ya me han dicho que están bien y tranquilos». Le explicaron que han tenido que pasar la noche fuera de casa «pero en torno a las cinco de la mañana ya han podido volver. Su edificio está bien y ellos también, que es lo importante», apunta.

En su peluquería del barrio donostiarra de Gros, Simo Lafou responde tranquilo después de saber que sus abuelos viven en Casablanca y no han sufrido las graves consecuencias del terremoto. «Han tenido que pasar la noche fuera, pero están bien. A su casa tampoco le ha pasado nada, pero algunos edificios más viejos de alrededor si que se han caído o se han dañado», cuenta.

«Lo que toca, toca. Hay que decir gracias a Dios», afirma Mehdi en la mezquita de Errenteria. «En Casablanca se han caído muchos edificios antiguos y hay familias muertas. Cerca de Marrakech ha desaparecido un pueblo entero», asegura después de ver otro vídeo del desastre. «Estamos preocupados por todos los que han muerto», explica.

«Todos tenemos allí a nuestros padres y hermanos, y estamos inquietos por ellos. Para nosotros es difícil ver las imágenes del terremoto», afirma, por su parte, Rachid. El hombre añade que «es normal que te duela, pero nunca puedes reprochar a Dios el terremoto. Nosotros aceptamos lo bueno y lo malo. Es el destino y aceptamos la decisión de Dios», dice.

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