Con el bañador y el chubasquero en la maleta

Quién nos iba a decir que podríamos bañarnos en el Cantábrico a finales de octubre». Esta reflexión, a buen seguro compartida por muchos de los turistas que llegaron el viernes a Donostia y se encontraron con temperaturas por encima de los 28 grados, refleja el desorden meteorológico que sufre el planeta. El calor reinante estos últimos días en el conjunto del territorio guipuzcoano ha condicionado el equipaje de los miles de visitantes, en su mayoría procedentes de otras comunidades autónomas y de Francia, que ayer por la tarde ya tuvieron que echar mano de la chaqueta y el chubasquero para hacer frente a la bajada de los termómetros y la lluvia.

Con una ocupación hotelera media del 90% en los días fuertes del puente, las previsiones del sector en Gipuzkoa para este ensayo del acueducto de diciembre se han cumplido. Bastaba con pasear ayer por el Centro y la Parte Vieja de la capital guipuzcoana para comprobar que, acabada la temporada estival, la ciudad mantiene el tirón como destino para escapadas cortas.

«Venir a San Sebastián es siempre un buen plan porque es preciosa y se come de maravilla», apunta la familia Cornago Chivite, que venía a pasar el día desde Cintruénigo aprovechando que el equipo navarro jugaba en Zubieta contra el filial de la Real. «Somos trece, desde los abuelos hasta los nietos gemelos, y hemos estado de pintxos, vamos a ver La Concha y lo que nos dé tiempo antes del partido, porque en un día tampoco se puede hacer mucho más».

En el Muelle, en busca del fondo ideal para un selfi, las venezolanas Lara Pérez y Andrea Arzola no pierden detalle de los barcos amarrados en las dársenas. Lara vive en Pamplona y Andrea ha ido a visitarle desde Madrid. Para la excursión dominical han elegido Donostia. «Es la décima vez que vengo y, como es una ciudad que me encanta, quería enseñársela a mi amiga», cuenta Lara, que planea llevarle de pintxos, asomarse a la bahía, recorrer la plaza de la Constitución y dar un paseo sin rumbo fijo. «Ya le he dicho que vamos un poco a la aventura, porque aquí todo es bonito y es difícil comer mal», dice.

No lejos de allí, junto al Aquarium, un grupo de diez ciclistas intenta abrirse camino entre el gentío. Son los Pujol i Ribó, que llegaron el viernes desde Barcelona para visitar a su hija-hermana-sobrina-prima Elena, que estudia en el Basque Culinary Center. Han alquilado un apartamento cerca del Buen Pastor y han cogido unas bicis para recorrer el litoral donostiarra, desde Sagüés hasta el Peine del Viento, aunque el principal objetivo del viaje es la gastronomía. «Han venido varias veces, pero les gusta tanto esto que lo de verme a mí es solo una excusa», bromea Elena, que termina este año la carrera.

El viernes comieron en Muka, el nuevo local de Andoni Luis Aduriz en el Kursaal, el sábado estuvieron en Zumaia, han conocido Mutriku y tienen mesa reservada en LABe, el restaurante que gestiona el propio BCC en Tabakalera. «Es la ventaja de venir con alguien que conoce la zona», confiesa el padre de la joven, que también ha incluido Hondarribia y Biarritz en el plan de viaje.

De Asturias, aunque nacida en Duisburgo (Alemania), llegó el viernes Eva Estrada con su novio, Felipe García, y 'Sella', un bodeguero andaluz con el que se alojan en el hotel La Galería de Ondarreta, donde iten mascotas. «Nos ha sorprendido que se pueda bajar con el perro a las playas», comenta Eva, que espera cubrir la ruta de los tres montes (Igeldo, Urgull y Ulia) si la lluvia lo permite. «Para comer buscamos terrazas o establecimientos en los que dejen entrar animales. También queremos acercarnos a Pasaia», avanza. Ongi etorri.

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