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La palabra tiene mala prensa. Un discurso demagógico se tacha de «propagandístico»; en algunos portales se advierte que «esta comunidad no desea propaganda»; la oposición ... desprecia las medidas del Gobierno como «actos de propaganda...».
Prejuicios al margen, lo característico de la propaganda es el empleo de resortes emocionales, psicológicos y culturales para persuadir a consumidores o votantes. Así lo viene siendo desde que hace un siglo el periodista Edward Bernays publicó la 'biblia' de la comunicación moderna que tituló precisamente así, 'Propaganda'.
Sobrino de Sigmund Freud, Bernays aplicó a las relaciones públicas los descubrimientos del psicoanálisis sobre los deseos reprimidos u ocultos de la mente humana. Quienes consiguieran gobernar la psique de las masas mediante el manejo de la propaganda se convertirían en lo que denominó «fabricantes del consentimiento».
Para que el consumo de panceta aumentara en los Estados Unidos, recurrió a médicos que defendían como saludable un desayuno rico en proteínas: así creó el famoso 'american breakfast' con huevos y beicon. Un éxito. Por encargo de Lucky Strike, acabó con el tabú del tabaco en las mujeres organizando manifestaciones de feministas fumadoras a las que presentó como contestatarias del poder masculino e hizo que estrellas de Hollywood como la Dietrich o Louise Brooks apareciesen con el cigarrillo en pantalla (iraba la capacidad del cine para «uniformizar pensamientos y hábitos de vida»).
También fue pionero en lo que hoy llamamos marketing político: a partir de los deseos, expectativas y demandas de los electores, diseñaba estrategias de atracción hacia las posiciones del candidato, pues «lo importante no es tanto satisfacer a la opinión como saber conducirla a tus puntos de vista». Y aunque proporcionó cobertura desinformativa al golpe de Estado contra el Gobierno democrático de Guatemala por encargo de la United Fruit, le horrorizó enterarse de que el jerarca nazi Goebbels tenía 'Propaganda' como libro de cabecera.
Bernays falleció hace 30 años pero sus técnicas perviven hiperdesarrolladas en la era digital, bien que se evite el término 'propaganda'. Dado que esta «nunca desaparecerá —afirmaba—, las personas inteligentes deben verla como un instrumento moderno para lograr sus objetivos». O sea, para apacentar los deseos y amaestrar las voluntades de las masas.
Al vicio de manipular, la virtud de protegerse con espíritu crítico. ¿Para cuándo la autodefensa intelectual en los currículos escolares?
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