
Un partido, su Santidad
Imaginen el sonido de una raqueta de tenis en el Vaticano; serán por un instante Sorrentino
Marta San Miguel
Lunes, 12 de mayo 2025, 00:02
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Marta San Miguel
Lunes, 12 de mayo 2025, 00:02
Nuestros referentes son las ficciones, tanto es así que para describir algo a menudo aludimos a una película o una serie para encontrarle su preciso ... contexto, la cualidad concreta, su belleza. Y para muestra, lo de esta pasada semana. Cuántas veces habremos visto emparejado el cónclave con 'Cónclave', la película que protagoniza Ralph Fiennes; o mejor aún, con Sorrentino, con esa delicadeza degradante y temeraria con que narra los afectos humanos bajo el sol italiano. La ficción, lejos de ser nuestro espejo, es cada vez más la referencia, y cuando el nuevo Papa León XIV se mostró al borde de las lágrimas, con la humanidad cayéndole por encima de la sotana como si así nos dotara a los demás humanos de algo divino, me hizo pensar en 'El joven Papa' y en la bendita cara de Jude Law. Todo lo que ha rodeado el nombramiento del nuevo Pontífice ha sido un plano secuencia, pero cuando ha llegado la noticia de su afición por el tenis, la película ha dado paso a otra cosa.
¿Por qué nos gusta tanto humanizar lo divino? Al Papa le gusta el tenis, y no me extraña. El deporte es ese milagro que sucede cada día sin necesidad de recurrir a panes y peces; solo necesitas una pelota o un equipo o el VAR o una afición, y se obra la resurrección de nuestras muertes cotidianas. ¿Un Papa deportista? ¿Y por qué no? En 2023, cuando aún era el cardenal Prevost, dijo: «Me considero un tenista aficionado. Desde que salí de Perú, he tenido pocas ocasiones de practicarlo, así que tengo muchas ganas de volver a la pista». La entrevista la recogió el portal augustinianorder.org, y estos días, tras su proclamación, la frase ha aparecido replicada como el 'merchandising' de una serie de Netflix. Imaginen el tráiler, el gancho de un peloteo entre su Santidad y Alcaraz, o con Tsitsipas, que por cierto ya se lo ha ofrecido.
Mientras endiosamos a los deportistas a diario en nuestras oraciones, esto es lo más cerca que estaremos de humanizar lo divino. Porque más allá del punto económico que puede tener este acercamiento deportivo —la Federación Italiana de Tenis ha invitado al nuevo Papa al Masters de Roma—, lo cierto es que resulta reconfortante saber que, tras el decorado y la escenografía que hemos visto estos días, hay un hombre de carne y hueso que casi llora en su proclamación, que apretará los puños en un match point cuando nadie le ve, y que quizá vuelve a pisar la pista que hay en el Vaticano desde 1551, cuando el Papa Julio III mandó construirla para jugar a la 'pallacorda', un deporte similar al tenis. Película o no, imaginen el sonido de la raqueta en el silencio de la Santa Sede. Ah, Sorrentino.
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