Será invitado el presidente taiwanés Lai Ching-te a la toma de posesión del Papa León XIV? El Vaticano es uno de los escasos doce ... Estados del mundo que tienen relaciones diplomáticas formales con la República de China (nombre oficial de Taiwán), y presidentes anteriores participaron en eventos papales clave. Tendría cierta lógica y sentido, aunque nada es menos seguro. El exvicepresidente taiwanés Chen Chien-jen asistió al funeral de Francisco confraternizando en el evento con mandatarios internacionales como el exmandatario estadounidense Joe Biden. El expresidente nacionalista Ma Ying-jeou estuvo en la toma de posesión papal en 2013, y el predecesor de Ma, Chen Shui-bian, este independentista, acudió al funeral de Juan Pablo II en 2005.
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Las relaciones diplomáticas formales se establecieron en 1942, cuando el Gobierno de Taipéi aún tenía su sede en China continental y la República Popular no se había proclamado. Sin embargo, las relaciones del Vaticano con Pekín han mejorado notablemente desde que Francisco asumió el papado en 2013. Cinco años más tarde alcanzaron un acuerdo histórico para trabajar juntos en el nombramiento de obispos chinos, que se extendió por tercera vez a fines de 2024.
Francisco fue el primer pontífice soberano que cedió a las demandas de China de tener el derecho a revisar el nombramiento de los obispos de su jurisdicción. A cambio, el Vaticano tendría un derecho de veto sobre los candidatos propuestos. Fue el principio de un largo diálogo, no el anticipo de una decisión inminente que tampoco ahora parece estar en la agenda. China y el Vaticano han mantenido en los últimos años un diálogo constructivo, llevado a cabo intercambios útiles y establecido una comunicación profunda sobre cuestiones internacionales. Pero sobre Taiwán la posición es inflexible: para avanzar más, el Vaticano debe abandonar sus relaciones oficiales con la isla.
Durante el pontificado de Francisco se produjeron avances significativos en la construcción de puentes informales y destacables signos de acercamiento. Un primer gesto simbólico se produjo en agosto de 2014, cuando, durante su vuelo hacia Corea del Sur, el Papa envió un telegrama de saludo y bendición al presidente Xi Jinping al sobrevolar territorio chino, un hecho sin precedentes en la historia moderna de la Iglesia. El gesto se repitió en otras ocasiones, marcando una voluntad persistente de tender puentes a pesar de las tensiones diplomáticas.
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Los católicos chinos han estado divididos sobre el acercamiento. Algunos aplaudieron; otros temían una toma de control político del clero chino por parte de unas autoridades que oficialmente siguen comprometidas con el ateísmo. Entre los fervientes opositores al acuerdo de 2018 se encuentra el cardenal Joseph Zen, de Hong Kong, que exigió la dimisión del cardenal Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, a quien acusó de «vender la Iglesia china al Gobierno comunista». En Roma, la situación se veía de otra forma: la facultad de nombrar obispos era compartida con un sistema en el que China «no perdía la cara» mientras el Vaticano conservaba su prestigio. Zen, por cierto, fue autorizado a asistir al funeral de Francisco.
El anterior Papa creía que era necesario construir puentes en lugar de muros, y que la falta de comunicación genera malentendidos. Con esta mentalidad, firmó el Acuerdo Provisional sobre el Nombramiento de Obispos con China. Esperaba atemperar las ínfulas del intenso proceso de sinización del catolicismo en la era de Xi recabando una mayor libertad para las operaciones eclesiásticas de la Iglesia y, al tiempo, protegiendo la doctrina y la comunidad católica.
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Durante su mandato, Francisco consagró la ordenación de más de diez obispos chinos. También ordenó al obispo de la diócesis de Hong Kong visitar Pekín tras casi 30 años de o mínimo, y promovió al prelado de Hong Kong Stephen Chow al rango de cardenal, con la clara intención de utilizar la diócesis bajo dominio chino como puente.
El nuevo Papa se verá obligado a decidir qué debe hacer, no solo en general sobre las relaciones con China sino también cómo lidiar con las tensiones entre Taipéi y Pekín. Matthew Lee, que se retiró días atrás como embajador de Taiwán ante la Santa Sede, cree que Robert Prevost entiende la diferencia entre el Taiwán democrático y la China comunista. Pero es previsible que bajo el liderazgo del nuevo Papa, el Vaticano continúe el diálogo con China con igual espíritu constructivo, profundice la comunicación sobre asuntos internacionales de interés mutuo y trabaje conjuntamente para impulsar con firmeza las relaciones bilaterales.
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Las autoridades chinas manifiestan una alta sensibilidad hacia este asunto que combina con una profunda desconfianza política hacia las religiones en general. No obstante, en lo geopolítico y estratégico, son conscientes del interés del acercamiento bilateral. Y no digamos si ello desembocara en la ruptura de las relaciones oficiales con la isla de Taiwán.
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