
Taiwán en cuenta atrás
Xulio Ríos
Asesor emérito del Observatorio de Política China
Lunes, 16 de octubre 2023, 02:00
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Xulio Ríos
Asesor emérito del Observatorio de Política China
Lunes, 16 de octubre 2023, 02:00
N o es mucha la atención que prestamos a la vieja Formosa. Y sin embargo, poco a poco se afianza como uno de los epicentros ... geopolíticos clave del siglo XXI. Las aguas de su estrecho son de gran importancia para el comercio mundial; sus semiconductores, indispensables pero, sobre todo, su estabilidad y la paz representan el mejor garante de la prosperidad de toda Asia y del resto del mundo. A tres meses vista de sus elecciones presidenciales y legislativas, la atmósfera política se va caldeando. Internamente, dos bloques, con dos visiones distintas del futuro de la isla, contraponen sus programas. El soberanismo, en torno al actual vicepresidente Lai Ching-te, parte con buenas expectativas. La oposición, mayoritaria según las encuestas, tiene tres patas principales: el Kuomintang, el Partido Popular y el independiente Terry Gou, el multimillonario fundador de Foxconn. Su división garantiza automáticamente la victoria de Lai. A un mes de cerrarse el plazo para formalizar las candidaturas, las expectativas de una alianza opositora han mejorado, pero está por ver que cuaje finalmente.
Externamente, dos actores siguen con particular atención el desarrollo político. China ve en los comicios una oportunidad para que regresen al poder los partidarios del principio de 'una sola China', con los que puede entenderse mejor a pesar de subsistir no pocas diferencias. La continuidad del soberanismo, después de ocho años en el poder con la presidenta Tsai Ing-wen, representaría un varapalo para Xi Jinping, quien ha instado a acelerar el paso de la reunificación evitando dejar la solución de este problema «de generación en generación». El KMT mantiene en vigor un acuerdo de 2005 con el Partido Comunista chino para frenar el independentismo.
En cuanto a EE UU, desde la conversación telefónica de Donald Trump y la presidenta Tsai Ing-wen (2016), el giro en su política hacia Taiwán es manifiesto y parte sustancial del enfrentamiento estratégico con China, que le reitera una y otra vez que se trata de una «línea roja» que no se debe traspasar. Washington ha multiplicado los apoyos de todo tipo a Taipéi, especialmente en defensa pero también en lo político, comercial o diplomático. Hasta en el ámbito educativo: de los más de 100 institutos Confucio que había en EE UU en 2017, quedan solo 7, un hueco que Taiwán está llamado a llenar. Ha habido un cambio semántico sustancial: antes decía que «rechazaba» la independencia, ahora que «no la apoya», ¿cuál será el siguiente paso? Todos los candidatos presidenciales han peregrinado a EE UU para ganar su favor. Washington es más escéptico respecto a la oposición.
Internacionalmente, Taiwán ha ganado una relevancia contradictoria. Solo le quedan una docena de países que lo reconocen formalmente como Estado; sin embargo, ha elevado el entendimiento con las naciones desarrolladas de Occidente, especialmente de la órbita anglosajona. Y Japón ha recuperado una influencia que chirría y enerva a partes iguales en buena parte de la opinión pública de uno y otro lado del Estrecho.
El soberanismo plantea el dilema político de estas elecciones en términos de democracia o autoritarismo; la oposición nacionalista, en términos de guerra o paz. Esta segunda visión es la que también transmite Pekín, que ha propuesto recientemente un ambicioso plan para reforzar la integración económica de la isla con el continente. De ganar el Partido Democrático Progresista, es casi seguro que será cancelado el acuerdo económico preferencial con China suscrito por el expresidente Ma Ying-jeou, del Kuomintang, en 2010. Esto puede tener un importante impacto en la isla. Taipéi tiene déficit comercial con muchos países europeos y EE UU pero superávit con China continental, a donde exporta el 40% de sus mercancías. La previsión de crecimiento para 2024 gira en torno al 2% y podría resentirse en caso de agravarse la tensión con Pekín.
La probabilidad de una confrontación militar debe tomarse en serio. Un triunfo soberanista podría activar nuevas advertencias por parte de China continental. Pekín no mirará hacia otro lado si lo que llama «colusión» entre el soberanismo y EE UU acentúa el alejamiento de la isla del continente. A cambio, promete respetar el sistema político liberal taiwanés, una garantía en entredicho a la vista del viraje de Hong Kong.
La opción de Lai es la disuasión, fortaleciendo sensiblemente la apuesta defensiva y elevando el gasto militar con la ayuda estadounidense. Dada la manifiesta asimetría, solo puede funcionar si es de la suficiente envergadura como para desanimar a Pekín ante lo elevado del coste de una operación militar. Y esto es más que dudoso. La oposición apuesta por la negociación con el continente a partir de la idea de que forman parte de una misma China. El primer paso sería un acuerdo de paz. En el actual panorama geopolítico, los grados asociados de riesgo son elevados.
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