En pleno guirigay final de la gala de los Goya, con el escenario rebosado de los equipos de 'El 47' y 'La infiltrada' y los ... matemáticos calculando qué probabilidades había de un empate en los votos emitidos por más de 2.000 académicos, no era el mejor momento para un debate.
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Sin embargo, en aquel contexto y casi a las 2 menos 20 de la madrugada, una de las productoras de 'La infiltrada', María Luisa Gutiérrez, lanzó un tema interesante. Según ella, la industria del cine necesita películas taquilleras, como las de Santiago Segura, para poder hacer también películas arriesgadas, como 'La infiltrada'.
El planteamiento parece irrefutable, a menos que te fijes en el dato de que en 2024 el largometraje español más taquillero fue, sí, uno de Segura, 'Padre no hay más que uno 4', seguido precisamente de 'La infiltrada'. Puede que todavía tenga su riesgo hacer cine ambientado en los tiempos del terrorismo, pero uno ve en la película de Arantxa Echevarría puro y excelente cine comercial. Aunque se promocione como un ejercicio de memoria histórica, su parte más endeble es la reconstrucción de aquella Euskadi (con unos 'borrokas' y etarras de brocha gorda) y la fuerte, su solidez como tenso thriller de suspense. Quizás por ello haya funcionado tan bien en taquilla. Quizás por ello no la seccionase el Zinemaldia.
En un año sin claras favoritas en que el reparto de premios ha llegado hasta su categoría principal, de alguna manera han salido ganando las películas comerciales: 'El 47' fue la séptima película española con mayor recaudación de 2024. Volvemos a la nebulosa: sobre el papel podría entenderse arriesgado plantear una historia de orgullo proletario y homenaje a los viejos emigrantes, pero en su concepción y estilo, es una entrañable cinta que busca, y consigue, conectar con el gran público.
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Otros títulos que se han llevado el galardón, como las muy musicales 'Segundo premio', 'La estrella azul' (qué bien cae esta propuesta, y sus artífices) o 'La guitarra flamenca de Yerai Cortés', sí entran más claramente en un tipo de cine independiente, autoral, digamos que arriesgado.
Pero los límites entre lo comercial y lo alternativo son confusos y acaso el mero hecho de sacar adelante cualquier película ya pueda considerarse una actividad de riesgo. Lo único que a estas alturas parece seguro es apostar por Alberto Iglesias (nuestro hombre Goya está en otro nivel) y por los Moriarti, que pese a tener sólo cinco opciones para 'Marco' materializaron dos, algo fácil con Eduard Fernández y Karmele Soler.
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