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De la cabeza, siempre tocada por la gracia (y por un sombrero extravagante) de Amy Sherman-Palladino, han salido grandísimas series. De la suya y ... de la de Daniel Palladino, responsables ambos de 'Las chicas Gilmore', tótem de la cultura pop, y de 'La maravillosa señora Maisel', una de las series que más nos ha hecho disfrutar en los últimos años. Por eso, la llegada de un nuevo fruto del matrimonio al mundo televisivo es un acontecimiento, que dirían los cursis.
Y aquí está 'Estrella'. O 'Étoile', que suena mejor en francés. Porque la serie para Prime Video se desarrolla entre París y Nueva York, y cuenta la historia de dos grandes compañías de ballet que intercambian sus estrellas para poder solventar la crisis económica que atraviesan. Sherman-Palladino, que se dedicó a la danza en su juventud y que ya hizo un acercamiento al ballet hace años con 'Bunheads' (cancelada tras su primera temporada), lo vuelve a intentar en 'Étoile', haciendo suyo el universo del que podría haber sido parte si su ingenio no la hubiera llevado a entrar como guionista de 'Roseanne'.
Para darse el gusto, la creadora tira la casa por la ventana, rueda en espacios magníficos y fotografía las escenas de danza con exquisitez. Pero, además, coloca a un lado y otro del Atlántico a dos de los seres más fascinantes de la pantalla: en Francia dirige la compañía Charlotte Gainsbourg (Geneviève Lavigne), encarnación viva del chic parisino, y en EEUU hace lo propio Luke Kirby (Jack McMillan), que ya nos deslumbró (y nos enamoró) interpretando al legendario Lenny Bruce en 'La maravillosa señora Maisel'. Si a esto unimos la energía habitual con la que ruedan los Palladino, el ritmo frenético marca de la casa y diálogos que van más rápidos que los pies de los bailarines, todo indica que estamos ante otra gran serie.
Desafortunadamente, vista 'Étoile' es inevitable pensar que, al intentar darle otra vuelta de tuerca a la fórmula magistral, los Palladino se han pasado de rosca. Porque la serie tiene varios problemas. Uno de ellos es que los personajes disfuncionales, que tan bien han sabido dibujar en ocasiones anteriores, aquí son una caricatura, un puñado de neuróticos insufribles: han pasado de ser lenguaraces e ingeniosos a directamente insoportables. Sucede con la mayoría, especialmente con el coreógrafo Tobias Bell (Gideon Glick), un tipo excéntrico e irritante, y con Cheyenne Toussaint (Lou de Laâge), una estrella del ballet que deja a la tiránica Alicia Alonso a la altura del betún. Eso sí, a de Laâge, como a la Gainsbourg, todo le queda bien.
Otro problema, y no menor, es que no se sabe muy bien hacia dónde va la serie. Desnortada, se hace tediosa y confusa, algo en lo que también influye el hecho de tener dos tramas y el desequilibrio entre la norteamericana y la sa, esta última menos atractiva. 'Étoile' confía en que las aventuras y desventuras de los integrantes de las compañías y la lucha por la supervivencia de un arte que está a punto de desvanecerse sean lo suficientemente interesantes como para mantener la atención del espectador. Pero cuesta mantenerla.
Es cierto que la serie va de menos a más, y que en el último capítulo, el octavo, la paciencia es recompensada al aparecer visos de esa mezcla entre la emoción y la acidez que caracteriza trabajos anteriores y nos hace esperar los nuevos con ansia viva. Porque una serie regular de los Palladino sigue siendo mejor que casi cualquier serie. Casi.
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