
T7 · Ep.4
La protectora
Patricia está mediando entre dos mundos en un día de alta tensión. Manifestantes ecologistas contra Guardia Civil. En el medio, cinco pacíficas vacas sentenciadas a muerte
Transcripción
FUERA DEL RADAR - LA PROTECTORA
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidas y bienvenidos a nuestras historias.
JAES: Aquí, donde estamos, bajo un cielo azul, limpio y brillante, sobre un prado que rodea una pequeña finca, debería escucharse esto.
[Ambiente de prado, mugidos de vacas]
JAES: Y, de hecho, es lo que suena un día normal, habitual, un día como todos los días. Pero lo que de verdad hoy se escucha es esto:
[MANIFESTACIÓN EL DÍA DEL DESALOJO]
JAES: Estamos en ese mismo prado, bajo ese mismo cielo despejado, pero a primera hora de un miércoles, el miércoles 15 de enero de este año, de 2025, lo que se escucha son las voces de más de 150 personas airadas. Están enfrentadas a la Guardia Civil.
[MANIFESTACIÓN: 'Estas vacas no se tocan']
JAES: Están indignadas, y se agolpan frente a la puerta de una finca, a las afueras de Camargo, un pueblo grande, cada vez más grande, que se ha convertido en ciudad dormitorio de Santander, la capital. Los manifestantes protestan contra lo que consideran una injusticia, ellos lo consideran una injusticia, y quieren evitar que el camión del Seprona, es decir, el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, entre en la finca.
[MANIFESTACIÓN: 'Estas vacas no se tocan']
JAES: «Estas vacas no se tocan», dicen. Las cinco vacas de las que hablan son frisonas de una edad media de cinco años que tienen una larga historia. Ellas y quienes las defienden. Porque los manifestantes saben que si la Guardia Civil se las lleva, si consigue meterlas en el camión, eso implica el sacrificio inmediato en el matadero.
[MANIFESTACIÓN: 'Estas vacas no se tocan']
PATRICIA: Ese día yo fui a dejar a los niños, a la niña al colegio y al niño a la guardería, y fui lo más rápido posible. De repente me veo un control, me hacen un control, paso y arriba otro, ¿no? Y veo un montón de gente. Yo estaba alucinando.
JAES: La situación es muy tensa, y faltaba ella. Porque esta es una historia de vacas y hombres, y una mujer. La única que puede mediar.
P: Digo: «Se va a liar la de San Quintín aquí». Esperemos que no haya agresiones ni haya nada, ¿eh? Ese día estaba muy nerviosa porque pensaba que sí o sí se las llevaban.
JAES: Patricia López es la responsable del refugio animal La Manada Cántabra, al otro lado de la reja. Con ella también hay ovejas, cabras, cerdos, conejos... Allí conviven todos compartiendo un pedazo de monte separado en parcelas por unas estacas y unos alambres. Patricia piensa en todos ellos, piensa mucho. Lleva días inundada por la ansiedad, pensando obsesivamente en este día, el día en el que se lleven a las cinco vacas.
P: No sabía ni lo que decía, bueno, lo expliqué como pude, no había ni dormido. Entonces la gente empezó a decir que no se iba, obviamente. «No, no nos vamos. No, estas vacas no se tocan», empezaron.
JAES: Muchos de los manifestantes han estado cuidado a estos animales durante tres años, los conocen, les han cogido cariño.
JAVIER: Pero esas vacas tienen nombres. Se llaman Lola, Renata Connie, Lorea, ¿vale? Eso significa que si les hemos puesto un nombre, significan algo para nosotros.
JAES: Este es el día más complicado de una larga batalla. La presión popular le planta cara a la Guardia Civil. Pero la presión que desde hace meses se ha enfocado sobre Patricia es incluso mayor. Ella ha estado siempre en los dos lados de la batalla…
P: Ha sido muy negativo para mi salud mental. Mucha ansiedad, mucho estrés, incluso miedo por mis hijos, ¿eh? Miedo por los animales, dices: Al final va acabar en tragedia todo esto.
JAES: Porque Patricia, además, es Guardia Civil. Ya no puede confiar en nadie. Ha llegado un punto en el que cada vez tiene menos apoyos. Y, en la Guardia Civil, están muy atentos. Menos gente entiende por qué no da su brazo a torcer.
P: Amigas de mucho tiempo y así, me dicen pero, ¿para qué te complicas la vida? Siempre metida en jaleos. Mira que no tienes tiempo…
JAES: Pero nosotros vamos a tratar de entenderla. Porque esta es la historia de una mujer cuyo amor por los animales le llevó a hipotecar sus finanzas y hasta su salud. Poner en cuestión su trabajo. Todo por salvar a cinco vacas desahuciadas, cinco mamíferos herbívoros, rumiantes, de cuerpo robusto y grande, con cuatro patas, dos cuernos y un rabo que, según los que las estudian, tienen diferentes personalidades y comportamientos, son conscientes de su entorno, aprenden y recuerdan caras y lugares, son buenas nadadoras y disfrutan de la música. Pero por ahora… son cinco vacas condenadas al matadero.
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EN ESTE EPISODIO: LA PROTECTORA
[Tormenta]
JOSÉ CARLOS ROJO: Bueno. Muy buenas, Patricia.
PATRICIA: Buenos días, Jose.
JCR: Aquí, trabajando te veo…
P: Currando, poniendo estacas…
JAES: Es jueves. El día amenaza lluvia. En el monte de Viérnoles, un pueblecito al lado de Santander, Patricia se mueve en su refugio de animales.
P: Sí, Es una finca rústica de 35.000 metros cuadrados que he comprado yo. Da para los animales, burros, caballos, cerdos, que ahora los verás. Ovejas, cabras… nos falta traer las aves…
JAES: Ha convertido este monte, antes mucho más silencioso, en una suerte de zoológico donde todos los animales conviven como si fueran una misma familia. Llegó a este lugar el pasado enero, cuando la finca en la que estaban se quedó pequeña.
P: Entonces lo que se me ocurrió es comprar una finca rústica yo. Está a mi nombre porque lo he comprado yo con mi dinero, he tenido que pedir crédito y todo…
JAES: Aquí ha trasladado toda su vida. Pero no está sola.
P: Aquí me he venido a vivir yo con mis dos hijos, y bueno, se hacen turnos de voluntariado. Hoy justo no hay nadie, pero casi todos los días vienen dos horas, personas...
JAES: Patricia es, efectivamente, madre de dos hijos, es responsable del refugio, y además trabaja todo el año como Guardia Civil. Así que se desdobla cada día para abarcar todas sus obligaciones.
P: Sí, sí, pero bueno, me voy apañando, me voy apañando. Hoy he tenido que hacer recados…
JAES: Patricia se sienta en una mesa de piedra que tiene en el porche, se relaja y entonces recuerda cómo cinco vacas le dieron un vuelco a su historia. Se lo cuenta a José Carlos Rojo, que nos sigue contando.
JOSÉ CARLOS ROJO: Patricia es bilbaína, tiene 44 años, pero su corazón ha pertenecido siempre al verano de Melide, el pueblo gallego de 4000 habitantes donde veraneaba la familia.
P: Somos cinco hermanos. Los otros estaban en otras cosas y yo desaparecía con los ganaderos. Yo por las seis de la mañana ya estaba, «Uy, que viene el Fontela». Y yo me escabullía y me iba con él a llevar las vacas, a beber, a comer, a ayudarles. Y luego venía llena de, digamos, de mierda, de abono.
JCR: Su amor por los animales parece algo casi genético.
P: Yo eso desde que nací prácticamente. Mi familia me dice que cuando iba en el carrito siempre tiraba a tocar a los animales, me ponía como loca.
JCR: Era una pasión irrefrenable, hasta incluso peligrosa.
P: Igual desaparecía y un día, por ejemplo, no me encontraban, estábamos con los familiares, no me encontraban y estaba metida en una cuadra con las vacas. Con las vacas lecheras que tenían ahí y no me habían hecho nada. Y yo tenía dos años y medio, tres. No me encontraban y estaba con los perros, con las vacas…
JCR: Y a partir de ese vínculo tan firme, comenzó a salvar animales cuando era aún muy pequeña. Primero, a pequeña escala.
P: Cuando íbamos a comprar, hacer la compra, que íbamos al mercado de la plaza de Abastos de Bilbao. Pues veía a los caracoles que salían de las rejas, ¿no? Había alguno que conseguía salir y yo a escondidas, pues lo apañaba, lo cogía y me lo llevaba en el bolsillo. Y yo como si hubiera cometido un delito, ¡porque no quería que lo comieran! No quería, no quería.
JCR: Luego, en una dimensión mucho más grande, y ahí, entonces, metiéndose en problemas.
P: Pues así. En el pueblo también hubo una vez que solté unos cerdos, porque oía por ahí que los iban a matar. Creo que eran dos, ¿eh? Y los solté y les abrí la puerta. Yo no decía nada, pero pasaba…
JCR: La mayoría de las reprimendas que se ganó de pequeña estaban relacionadas con esto.
P: Pues me llamaban la atención mis padres, me reñían, me castigaban. Pero bueno, recuerdo a mi abuela que una vez me dijo «A ver, a ver filliña», ella era gallega. «Es que es lo que hay. Tenemos que comer animales, entonces es lo que hay, No hay otra manera».
JCR: Siempre le pasó lo mismo: no entendía el mundo en el que vivía.
P: Yo lloraba mucho, yo tal. Entonces pues yo a esa versión de mi abuela dije «pues qué mundo este», decía.
JCR: Un mundo que se empeñó en mejorar. Por eso se hizo Guardia Civil; aunque de inicio no le resultó fácil.
P: Pedían 1,62m, 1,65m y yo mido 1,62m.
JCR: Tiempo después relajaron el requisito.
P: Pues dije «me presento», digo, porque quiero hacer cosas, ayudar, quiero ayudar. No sólo animales, a personas también.
JCR: Ayudar a los demás, fueran personas o animales. Hacerse Guardia Civil satisfacía su vocación de servicio.
P: Yo pienso que la función principal no es ni la única, no es multar y castigar. También se puede ayudar, también se puede ayudar. Yo de hecho siempre que puedo ayudo, y a la gente hay que tratarla con respeto…
JCR: Pero una cosa no quita la otra: sus primeros sueldos los invirtió en adoptar animales abandonados.
P: Tema de animales, por supuesto, los primeros sueldos que tuve de Guardia Civil, que ya eran sueldos decentes, no llegaba a fin de mes. Tenía tenía que comer arroz…
JCR: Los recogía de la calle, los cuidaba un tiempo y después los daba en adopción. No hacía distinciones, rescataba todo lo que encontraba.
P: Perros, gatos y lo que fuera y los castraba yo. Yo les pagaba todo, no pedía la tasa de adopción ni nada. Pero sí que me gastaba un dineral en todo eso y donaba donde podía...
JCR: Fue el germen de lo que después se convirtió en la protectora. Una idea que tuvieron entre dos.
P: Luego yo conocí a Carlos, nos conocimos y él también, pues…
JCR: Carlos llegó a la vida de Patricia adoptando un mastín. Desde entonces, ha sido una pieza clave en esta historia.
P: Y luego bueno, pues amistad, no sé qué, no sé cuánto y al final pues fuimos pareja, ¿no? Empezamos una relación.
JCR: Carlos, que ahora es expareja de Patricia, dio el primer paso.
P: Él se compró una finca que era muy pequeñita, al lado de su casa, pegada, y acogimos a Cuca, la yegua torda que la tienes detrás tuyo, la yegua torda que es vieja, que tiene problemas de las patas. Esa fue la culpable de la fundación del Refugio Animal, La manada cántabra.
JCR: Pusieron todo en marcha a partir de esa yegua. Asociación, estatutos, papeleo. Era octubre de 2021. Ahora que ya conocemos el pasado, damos un salto hacia delante de vuelta al asunto que nos ocupa, el relato de las cinco vacas. Es marzo de 2022.
P: Yo recibí una llamada de un agente del Seprona. Ese agente del Seprona me dijo que había unos animales en muy malas circunstancias, y que a ver si podíamos acogerlas.
JCR: No tardaron mucho en decidirse.
P: Pues las vamos a coger. Lo hablamos y dijimos que sí, lo hablamos Carlos y yo y decidimos que sí.
JCR: Los animales se encontraban en una ganadería de Sarón, otro pueblo de Cantabria. Según el informe del Seprona, que denunció de oficio, estaban en estado de delgadez extremo, sin agua, sin iluminación y sin ventilación.
P: Ya llega el día del decomiso y me dicen «Son cinco». Digo bueno, pues una más. Venga, una más.
JCR: Patricia y su equipo entran en la finca. El Seprona vigila la intervención pero no actúa.
[GRITOS]
P: Llegamos, varias personas. Entramos a la cuadra entre gritos e insultos por parte del ganadero y una familiar suya. Una familiar que… Que no paraban de insultarnos.
JCR: El espectáculo del lugar, al abrir la puerta, es dantesco.
P: Eran sacos de huesos, como se puede ver en las fotos. Yo, de hecho, entré, me dieron ganas de llorar. Me entró como un ataque de ansiedad ahí dentro porque nos dijeron que eran cinco solo y yo veía veinte, y veía alguna peor que las marcadas.
JCR: Veinte vacas famélicas y enfermas, pero solo tienen autorización para llevarse cinco, las marcadas por la veterinaria de la Consejería. Las otras correrán peor suerte, irán derechas al matadero.
P: Salí, cogí aire, le dije a las personas que venían conmigo. «Solo podemos llevar las marcadas. No miréis para las otras, no las miréis». Digo, «Es así. Las ha marcado, me han dicho que las ha marcado la perito de ganadería a esas cinco, y no nos queda otra que coger esas cinco y no mirar, mirar para otro lado».
JCR: Más que vacas parecen espectros, auténticos sacos de huesos.
P: Todas llenas de suciedad, en los huesos, ¿eh? Nada más, las pobres, nada más que salían, que salieron, había una pila de agua enfrente y las tenemos que dejar beber porque iban como locas a beber, los ojos...
JCR: Los ojos de los animales lo dicen todo.
P: Los animales, no solo en la delgadez, sino tú le miras en los ojos y miras en esas fotos de ese día y esos días y ves unos ojos como apagados y hundidos y tristes. Las ves después, cuando han pasado unos meses con nosotros, y ves otros ojos, más luminosos, más tal.
JCR: Pero lo que parece un éxito no es más que el primer episodio de un drama que va a durar meses. Inmediatamente, comienza un proceso judicial.
P: Había una asociación que se llama Humanicemos, que sí que se personó en el caso como acusación particular, ¿no? Bueno, les dejamos ¿no? Nosotros no nos metimos.
JCR: Aparentemente, han ganado. Las vacas se recuperan, ganan peso, tienen tres terneros y superan el sufrimiento. Se convierten en de la gran familia de la protectora. Y entonces, llega el comunicado de la jueza.
P: Pero nosotros pensamos que no tenía recorrido esto, hasta que a los meses nos llaman, que es que han desestimado el caso. O sea que ni siquiera se va a celebrar el juicio porque no se considera que hay maltrato.
JCR: Un giro de guion que nadie imaginaba. Hay que devolver las vacas.
P: ¿Cómo? Contraté a una abogada y ya nos pusimos, porque venían, decían que, que teníamos que devolver a las vacas.
JCR: La justicia suspende la instrucción y ni siquiera celebra el juicio. Atiende la petición del ganadero y ordena la devolución de las vacas. Pese al informe demoledor del Seprona, la magistrada no observa maltrato.
EFRÉN: Había unas imágenes que cualquier persona con una mínima sensibilidad estaba viendo que había claramente un maltrato hacia unos seres vivos, hacia unas vacas…
JCR: Efrén Tejerina es el abogado de la Asociación Deva. Él trata de entender esta resolución judicial tras haber defendido a las vacas.
E: ¿Qué ha ocurrido? Lo que en Derecho Penal es un derecho de mínima intervención que para que haya una condena hay que romper una presunción, que la jueza lo tiene que ver claro, la Fiscalía lo tiene que ver claro…
JCR: Según Efrén, lo que decanta la balanza es la declaración de la funcionaria del Gobierno regional.
E: Pero nos encontramos con que no hubo manera de sacarle, todo eran excusas, todo era decir «Bueno, pues las vacas si tienen una enfermedad, han podido perder peso, han podido... Pero bueno, ya le dije yo lo que tenía que hacer, luego las vi un poco mejor, ¿eh?». De alguna manera era... Era una declaración claramente exculpatoria.
JCR: Sienten una desprotección total.
E: Creo que no, no hace bien a un mínimo, una mínima causa de decir «Oiga, hay una ley» y la sociedad quiere que, con independencia de que son animales para explotación y todo lo que queramos, la sociedad quiere y demanda que estén en buenas condiciones. Ha sido un poco, sí, un poco frustrante.
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Desde esa frustración y con esa resolución judicial comienza la cuenta atrás para el día en que las vacas vuelvan con su dueño, y este pensamiento consume a Patricia.
P: Sí, a ver, a mí me ha venido alguna vez decir «Mira, estoy luchando contra un gigante». Sí, pero no solo las vacas. En todo en mi vida siempre hay desgracias. Y parece que en todo siempre salen indemnes. No solo con estas vacas. Pasa un montón de veces…
JAES: Aparecen las dudas, incluso… la tentación de desistir.
P: Entonces sí que te dan ganas de dejar todo. Pero claro, ¿cómo voy a dejar? ¿Qué hacemos? Estos animales de aquí, las vacas, es que yo… Es mi ansiedad, y mi estrés, y mi depresión incluso, ¿No? Que te entra eso… eso no me mata. Pero a ellas… estaba en juego su vida.
JAES: Ese estrés, esa ansiedad, es tanta que su cuerpo empieza a resentirse.
P: Fue… ciega del todo no. Se me iba la visión. Se me ha ido varias veces la visión, por momentos. Yo pensé «me voy a quedar ciega». No. Era estrés, ansiedad. El estrés te afecta a los globos oculares, te genera presión…
JAES:: La vida de esos cinco animales depende de que Patricia tenga el valor de seguir adelante, de sacrificarse.
P: Entonces tienes que seguir adelante. Como sea. No queda otra. Entonces tiramos para adelante y el resultado fue que se movió mucha gente simplemente, con mucha gente…
JAES: Enseguida volvemos…
PAUSA
JAES: Patricia se acuerda con frecuencia de lo que ella le decía a su abuela: «Qué mundo este». Qué mundo este, pensaba, en el que una jueza ordena devolver legalmente unas vacas al ganadero que las tenía sin alimento ni agua. Un mundo en el que los mismos agentes del Seprona, los que denunciaron este hecho, son obligados a requisar esos mismos animales, ya sanados, para devolverlos al hombre que las maltrató.
[MANIFESTACIÓN: 'Estas vacas no se tocan']
JAES: Es 15 de enero de 2025 y esas 200 personas siguen agolpadas frente a la finca de Escobedo de Camargo donde están las cinco vacas de la discordia con sus tres terneros. Patricia, la mediadora, la mujer de los dos lados, habla con los agentes.
P: Es una ansiedad porque te las imaginas ya colgadas de un gancho y dices «Joder, y todo este trabajo y todo esto, y todo lo mal que vinieron para acabar así, y lo bien que están ahora para acabar así»…
JAES: Patricia siente que se enfrenta a una gran injusticia.
P: Les hemos dado la libertad para que acaben así y encima este… este sinvergüenza salga ganando.
[SONIDOS MANIFESTACIÓN]
JAES: Sigue contando esta historia, José Carlos Rojo.
JOSÉ CARLOS ROJO: Fuera, la algarabía es inmensa, pero dentro de la finca las vacas parecen pastar completamente ajenas a lo que ocurre. A los voluntarios no les sorprende. Las conocen bien, han creado un vínculo con ellas.
JAVIER: Pues sí, lo que podría sentir cualquier persona que tiene un perro en casa. Al final les estamos diciendo «las vacas», pero esas vacas tienen nombres. Tienen... Se llaman Lola, Renata, Connie, Lorea...
JCR: Javier Villa tiene 29 años, es entrenador personal y nutricionista, y uno de los voluntarios que han estado desde el principio ayudando en el refugio.
J: No hay ninguna diferencia en cuanto a la capacidad que tienen de sentir y sus ganas de vivir. Simplemente que ellas eran ajenas a todo esto. No sabían que había alguien que les quería hacer daño.
JCR: Fuera, en el centro de la discusión, Patricia no puede eludir la realidad: se ve obligada a liderar la resistencia de aquella gente
P: Tampoco quería que la pobre gente que viniera… Ni los mismos de Seprona… porque no tenían la culpa. Tú date cuenta que los que venían fueron los que rescataron a las vacas, les castigan encima con tener que ir a recuperarlas.
JCR: Tiene que negociar con tacto, sabe que no debe cometer ninguna ilegalidad.
P: Entonces no quería ni que ellos sufrieran agresiones, ni tampoco que vinieran, y que hubiera peleas. Entonces yo lo primero que hice, cogí el altavoz y les dije que fueran respetuosos con Seprona.
JCR: Al fin y al cabo son compañeros. Todos son Guardias Civiles, por eso los agentes se reúnen con ella para informarle de lo que van a hacer.
P: Y nada. Vino el jefe del Seprona. Cuando lo vi yo estaba temblando ya. Vino de calle. Nos reunimos en la cuadra con él. Tuvimos una conversación bastante amable, ¿no? Bien. Él dijo que le dijera a la gente que se fuera, que si no se iban, pues pues claro... Y yo le pregunté «¿Y si no se van?» Y «Pues yo lo notificó al juzgado».
JCR: Patricia toma un megáfono y advierte a la gente, que había venido de toda España, desde Galicia hasta Andalucía. Sabe que tiene la obligación legal de hacerlo. De lo contrario, puede meterse en un buen lío.
PATRICIA [MEGÁFONO]: «A ver, chicas y chicos, aquí he estado reunida con el jefe del Seprona. Os pide que dejéis la entrada libre...
JCR: «Estas vacas no se tocan». La consigna se erige como una muralla y funciona. La gente no se va a ir, el Seprona no va a entrar por la fuerza, y finalmente la intentona de la Guardia Civil se frustra.
PATRICIA [MEGÁFONO]: Si no la dejáis libre se va a ir el camión. ¿Vais a retiraros?
GENTE: «'¡¡Nooooo!!'»
JCR: Pasan los días y el conflicto sigue candente en redes sociales. Hay perfiles que defienden a la protectora, otros, los menos, al ganadero. Una noche, Carlos, expareja de Patricia y miembro de la asociación, está alimentando a las vacas en la finca y escucha el crujir de unos cristales.
P: Estaba durmiendo con las vacas, y de repente pues bueno, pues oye unos ruidos y tiene unas pedradas en el coche, le rompieron la luna del coche… y yo recibí amenazas también.
JCR: Patricia también recibe amenazas.
P: De un entorno cercano a mi trabajo, porque no les gustaba eso y tal…
JCR: El miedo crece, y deciden tomar medidas.
P: A ver, eh, cuando pasó todo eso, entonces pusimos, nos gastamos... La asociación se gastó un dineral en focos y cámaras, pusimos, porque estaba todo muy calentito.
JCR: Patricia llegó a pensar en que podía pasarle de todo. A ella y a su familia.
P: A ver, yo me sentía como… como, como impotente. Impotente sobre todo, porque tengo dos niños pequeños. Entonces, si no tengo los dos niños… estuve a punto de ir a dejarlos a mi familia, que está lejos, porque si no tengo dos niños, entonces yo salgo y me defiendo, a mí me da igual.
JCR: El miedo, más presente que nunca.
P: También miedo. Todo el mundo tiene miedo porque dices «me van a hacer algo a los animales, me van a hacer algo a mí», pero es que tengo dos niños pequeños y uno es un bebé. Tiene ahora 16 meses. ¿Cómo hago yo para defenderme y a la vez defender a los niños? Entonces pues sí, aparte de todo el estrés que teníamos ya, de todo tal, pues se suman las amenazas.
JCR: A principios de abril se conoce la noticia. Carlos, quien fue pareja de Patricia, el mismo miembro de la protectora que sufrió el ataque de los vándalos, decide comprar las vacas de su bolsillo.
P: Carlos se puso muy nervioso y dijo, bueno, sin decirnos nada, dijo «Las compro», porque se estaba alargando el tema, la verdad.
JCR: Siete mil euros. Lo que pedía el ganadero para desistir en su empeño de recuperarlas.
P: Pues entonces él tuvo un impulso y la cogió y negoció él y le pagó para que las cediera el ganadero. Pero con su dinero, eh, que quede eso claro.
JCR: Aunque las vacas estén a salvo, Patricia lamenta por otro lado que el ganadero que las tenía desnutridas se haya salido con la suya.
P: Es lo que te digo, que es muy agridulce todo esto. Bastante más agrio que dulce es. O sea, se han salvado cinco vidas. Cinco. Pero ese hombre tiene un montón de animales más. Y es un paso atrás en la defensa de los derechos de los animales. Es un paso muy atrás si no seguimos en ello. Por eso vamos a seguir en ello.
JCR: Hay que seguir con ello, dice. No hay otra opción si quieren seguir defendiendo los derechos de los animales.
P: Y aquí ha habido millones de personas que se han preocupado por la vida de estos animales. Entonces es un paso adelante, porque si estas personas se han preocupado por la vida de estos animales, que son vacas, que no son perros ni gatos, es que se dan cuenta de que son seres sintientes, de que no son cosas, no son objetos.
JCR: Hubo semanas en que Patricia tocó fondo, pero ahora, recuperada del episodio, se da cuenta de que ya no hay vuelta atrás. Su camino está trazado.
P: Por eso hay que seguir luchándolo. Y también la gente te da mucha fuerza al hacer… cuando se presentó toda esa gente, tienes una responsabilidad, tenemos una responsabilidad y pase lo que pase, pues tienes que seguir adelante.
JCR: Tiene la responsabilidad de seguir hasta el final.
P: Ves que se ha involucrado mucha gente, que está mucha gente en vilo, emocionada porque no las han matado. Entonces tienes un halo de esperanza y tienes la responsabilidad de seguir, ¿eh? O sea, a mí me ha dado esperanza en que se pueden hacer cosas para cambiar esto y cambiar las leyes también un poquito, ¿eh? Sí que me ha dado esperanzas. En ese sentido ha sido positivo.
JCR: A veces, casos como este pueden ayudar a ver las cosas de otra manera, a promover cambios culturales que terminen motivando cambios legislativos.
ABOGADO: Bueno, pues si ha servido para que se sepa que no se pueden tener así los animales y que va a haber gente que que les defienda y bueno, pues pues bienvenido sea, y vamos dando pasitos.
JCR: También más gente conoce ahora la labor de estas protectoras.
JAVIER: Un perro siempre va a tener una protectora si es que hay hueco o alguien muchas veces que lo pueda acoger. Aquí nadie obviamente va a meter una vaca en su casa si no es con un fin de explotación. Aquí como no hacemos eso, lo que conseguimos y lo que buscamos es coger los animales para darles una nueva oportunidad y que puedan vivir tranquilos…
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Patricia también ha aprendido. Entre otras cosas, que no le queda otra que entregarse a lo que ya sabe que es su pasión.
P: Es una cosa que yo no lo puedo evitar. Siempre me meto en jaleos. O sea, yo de hecho, con todas estas cosas he ido a psicólogo. Me he dicho yo no puedo, no voy, quiero que... Tengo un problema, así sé que no lo voy a poder cambiar. ¿Cómo hacemos?
JAES: Y es que quizás no hay que cambiarlo, no se pueda cambiar, pero se puede aprender a convivir con ello.
P: Y claro, me decía «No, no lo puedes cambiar porque está claro que eres así, pero tienes que… vamos a intentar afrontar las cosas de otra manera», pero cambiarlo no puedo. Los que somos así nos metemos en líos siempre.
JAES: Así será siempre, todo lo que le queda de vida.
P: El señor que vivía aquí murió en la finca a los 93, 94 años segando. Yo espero vivir 120 y seguir, seguir segando, y seguir desbrozando. Seguir cargando sacos hasta los 90. Sí.
JAES: Una determinación absoluta, una pasión que es una voluntad… de incordiar de vez en cuando, siempre que haga falta.
P: Esperemos que viva mucho tiempo para dar por saco. Algunos pensarán «para dar por saco». Pues sí, para dar por saco en estas cosas y para ayudar, que vivamos todos mucho tiempo.
JAES: Hasta aquí, esta ha sido la historia de Patricia y esas cinco vacas y sus ya tres terneros. Le damos muchas gracias por contárnosla, y también por supuesto a José Carlos Rojo por escribirla y narrarla desde Santander. También, al equipo de audio y podcast de Vocento. Soy José Ángel Esteban, gracias por escuchar.