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El apoyo de Vox sin fisuras a Donald Trump y el equilibrio imposible al que se vio obligado cuando el presidente estadounidense cumplió su amenaza arancelaria ... a principios de abril –luego matizada– hizo que la formación que dirige Santiago Abascal adoptase un perfil bajo que, lejos de haber abandonado, continúa. Ni siquiera la publicación de los mensajes entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos –en otra 'semana horribilis' para el Gobierno– ha sacado de la esquina del ring a los voxistas.
En la dirección del partido son conscientes –aunque no lo itan de forma pública– de que midieron mal sus mensajes a favor del presidente norteamericano cuando este reeditó su presidencia. No han cambiado de postura y siguen creyendo que la proyección internacional de Abascal no es comparable a la de ningún otro dirigente nacional gracias al paraguas del trumpismo, pero que esto entre en conflicto con su electorado –donde el campo tiene una importancia primordial– es algo que la derecha radical no se puede permitir.
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El PP, con el que Vox libra una lucha constante por ganar terreno entre los votantes de la derecha, no desaprovechó en aquel entonces la oportunidad de atacar a su rival por la contradicción que suponía, según Génova, defender incondicionalmente a Trump y, al mismo tiempo, ser adalid de la defensa de los intereses de España. Y los voxistas se vieron obligados a modular en cierta medida su posición, recalcando que comprenden la hoja de ruta del magnate estadounidense respecto a los aranceles, pero que no «están de acuerdo» con la decisión.
En contraste con la percepción generalizada de que Vox pudo pegarse un tiro en el pie, el CIS dirigido por José Félix Tezanos, en su barómetro de abril –el primero tras la guerra arancelaria-, dio alas a Abascal y los suyos al dispararlos hasta el 15,2% de los votos, un ascenso de tres puntos y medio respecto al mes anterior y siendo el único de los principales partidos que repuntaba.
Pero ahora el foco del debate político se ha situado en otro lugar bien distinto, sobre todo tras el gran apagón del 28 de abril y los mensajes de esta última semana en los que Sánchez pone en entredicho a varios de sus ministros y que reflejan la estrecha relación que mantenía con Ábalos, ahora imputado pero su mano derecha hasta ser destituido como ministro en la crisis de Gobierno de 2021. Pero a pesar de ello, el partido no ha optado por redoblar la presión sobre el Ejecutivo, como sí ha hecho el PP. No quieren que nadie, incluido Moncloa, saque el comodín de los aranceles. Y ello mientras siguen confiando en la resistencia de su electorado, nutrido de jóvenes.
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