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Feria de Santo Tomás en Donostia

'Xixili' reina bajo un mar de paraguas

La lluvia y el viento condicionan una Feria de Santo Tomás que reunió a miles de personas en las calles pero se pudo disfrutar sin los aglomeraciones de otros años

Jorge F. Mendiola

San Sebastián

Jueves, 21 de diciembre 2023, 23:11

Sin las apreturas ni agobios característicos de la segunda fiesta más popular del calendario donostiarra, la ciudad celebró este jueves la Feria de Santo Tomás ... con el protagonismo estelar de 'Xixili', que reinó bajo un mar de paraguas.

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La cerda, criada en el caserío Larraxko de Aizarnazabal, no pareció extrañar su hábitat natural y tras inspeccionar el espacio que le tenían reservado en la plaza de la Constitución, lo primero que hizo fue echarse una siesta. Así se la encontraron los más madrugadores y hubo que esperar hasta media mañana para contemplarla a cuatro patas. Los más de 340 kilos que se estimaba alcanzase para el gran día quedaban disimulados por su esbelta figura, virtud que sumada a su carácter afable, tranquilo y noble hizo las delicias de cuantos niños y mayores se acercaron a conocerla y llamarla por su nombre.

Los puntos neurálgicos de la fiesta tardaron más de lo habitual en llenarse, ya que la meteorología no invitaba a pasear a cielo abierto y eso lo agradecieron quienes huyen de las aglomeraciones. Ni siquiera a la hora de comer, cuando suele registrarse uno de los picos de afluencia de público, resultaba complicado moverse por las calles.

En la plaza Okendo, los animales estabulados sirvieron de reclamo para los más pequeños. Aunque el tamaño de los búfalos y las vacas de razas foráneas imponía, pocas especies arrancaron tantas sonrisas como las cabras enanas, las alpacas, los ponis o las gallinas y conejos, que compartían una bulliciosa jaula longitudinal bajo la estatua del almirante.

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En busca de talos y cobijo

En la plaza Gipuzkoa, antes y después del susto provocado por el incendio en un puesto que provocó dos heridos leves, la gente buscaba guarecerse de la lluvia en los soportales, ocupados en su mayor parte por los vendedores de txistorra, rosquillas y demás manjares propios de la fiesta. Y es que con los chubascos intermitentes y el viento racheado, cualquier lugar en el que cobijarse tenía casi tanta demanda como los talos.

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Lo mismo sucedía en el Boulevard, donde el agua deslució el concurso de trajes de baserritarra y las sucesivas entregas de premios de los certámenes de verduras, hortalizas, frutas, miel y espantapájaros. Cada rato de tregua que concedía el cielo se convertía en una oportunidad para tomar posición en las colas -ante los puestos de talos, principalmente- o adentrarse en la Parte Vieja.

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La plaza de la Constitución ofrecía variados atractivos al margen de 'Xixili'. con venta de embutidos, quesos, repostería, conservas, miel, pan, sidra y hasta caracoles. No lejos de allí, en la plaza de la Bretxa, el puesto de la familia Saralegi volvía a rendir homenaje a la fallecida Kristina, criadora de la cerda de Santo Tomás durante muchos años y conocida como la reina del talo.

La calle Elkano, entre el Boulevard y la plaza Gipuzkoa, generó un interés infrecuente gracias al novedoso concurso gastronómico de txistorra, dirigido a parejas de cocinillas que por primera vez tuvieron la ocasión de lucir su saber hacer, un privilegio reservado hasta ahora a los productores.

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Batalla por la clientela

Ante los puestos de txistorra, jóvenes y no tanto se afanaban por captar la atención de los paseantes. Los menores de edad ya no pueden servir bebidas alcohólicas, mandato legal que ha desanimado a muchos estudiantes de probar fortuna en la feria como fuente de financiación para los viajes de fin de curso. Los que aún resisten ingeniaron originales carteles con los que distinguirse de la competencia y hubo incluso quien lo meneaba al aire, a modo de hombre anuncio, para ganar clientes.

Los sonidos y olores de la fiesta inundaban el ambiente. La txalaparta, la trikitixa y los villancicos y otras canciones populares en euskera se escuchaban aquí y allá. Algunos hasta extendieron la manta y sacaron la txapela con la esperanza de recibir unas monedas. El aroma a cerdo frito lo cubría todo y despertaba los jugos gástricos desde las calles adyacentes al recinto ferial.

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En total funcionaron desde las diez de la mañana hasta las ocho de la tarde 167 puestos de txistorra gestionados por centros educativos, asociaciones y clubes deportivos repartidos no solo por la Parte Vieja y el Centro, sino también por Amara Berri, Amara Zaharra, Antiguo o Gros, una distribución geográfica diseñada por Donostia Festak que permite vivir la feria sin necesidad de salir del barrio.

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