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Orgullosa. Es el adjetivo que, junto al de segura (de sí misma) mejor define a Maritza Vloebergh Valentín, orgullosa hija de María Luisa, una campesina ... valiente y luchadora, y de André, ingeniero agrónomo y hortícola que estudió, trabajó y fue laureado, también, en España y Túnez. Nacida en un pueblecito, en un campo (San Cristóbal), Maritza está orgullosa de su hija Sol Graciela, licenciada con honores en Comunicación por Deusto, y de su hijo Amaurys, hoy un gran chef. Orgullosa de sus dos centros de manicura y pedicura Nails Center. El de Donostia está en San Martín 42. El del Goierri, en Beasain. Orgullosa de sus clientas. De su marido, vasco: 'El hombre vasco es bueno. Cuando se da, se da del todo'.
- Gran frase esa de 'Me fui de Nueva York porque a mí me había educado un europeo culto, mi padre'.
- No miento. Aprendí mucho en el Bronx. En el Bronx hispano. Fue allá donde obtuve mis títulos de técnica en uñas. Allá donde viví en una mezcla de inglés y castellano. Allí donde, como en todas partes, encontré gente buena y gente no tan buena y me reafirmé en otra lección de mi padre: encuentras aquello que buscas. Si gresca, gresca. Si una buena respuesta, una buena respuesta. Fue valiosa mi experiencia neoyorquina pero repito, a mí me habían educado de otra manera.
- Sigue contando, por favor.
- Cosas simples pero fundamentales. No me gustaba comer por la calle. Yo en Santo Domingo, la capital de República Dominicana a donde llegué con 7 años, comía en casa. Sentada a la mesa. Me pasaba lo mismo con el café. Yo no quería tomármelo en vaso de plástico mientras esperaba a que el semáforo cambiase. El café yo lo tomaré siempre en taza. Con platillo y cucharilla.
- Mucho poder desprende también el titular. ¿Te reafirmas en él?
- Sin dudarlo. Fue igualmente mi padre quien me enseñó que lo más importante es tener seguridad en ti misma. Y en tus sueños. En eso que ambicionas. Con esa seguridad no sentirás que fracasas cuando muchas de las puertas a las que llames no se te abran. O se abran para cerrarse. Simplemente sabrás que no era esa la que debía abrirse.
'Profesor Meritísimo': así llaman en el mundo universitario de Santo Domingo al padre de Maritza. Parisino de origen, fundó la Escuela de Agronomía de la Facultad de Ciencias Agronómicas y Veterinarias. Contribuyó a la modernización de las plantaciones de caña de azúcar. Y de los cultivos de cacao y café.
- ¿Llamaste a muchas puertas cuando llegaste a San Sebastián?
- A unas cuantas. Cuando abandoné Nueva York regresé a Santo Domingo y abrí mi primer Nails Center, mi primer salón de manicura y pedicura. Luego decidí hacer una incursión en Europa. Podría haber elegido Francia, la primera patria de mi padre, pero no dominaba el idioma y en un negocio como este donde el o con la clienta o con el cliente es tan personal y directo, eso puede ser peligroso. Puede, no. Es peligroso. Decidí visitar Madrid, Segovia, Barcelona y Bilbao, pero ninguna de ellas me transmitían buenas sensaciones. Había algo en mí que me decía que no. Cuando vine a Donostia, supe que era mi lugar. Y claro que llamé a muchas puertas. Y nunca olvidaré la primera que se abrió.
- ¿Cuál?
- La de la peluquería Génesis en San Martín 47. Carmen me cedió una esquina. No sería más de un metro. Junto a la cristalera. Pero allá empecé yo a hacerme mi clientela. Una clientela de la que, como has escrito, pronto me sentí orgullosa. Al tiempo me instalé por mi cuenta y, algo más tarde, abrí este salón. Yo sabía que otra forma, otra manera de manicura y pedicura eran posibles. Y ahora las clientas (clientes también pues cada vez más y más hombres se cuidan manos y pies) son realmente exigentes. Y es que en esto del placer y la belleza, hay que serlo.
- Tal vez hayamos llegado tarde al disfrute y pasión por unas uñas bien bonitas pero, al parecer, una vez que estamos, nadie nos para.
- En Latinoamérica, en Estados Unidos o en California los locales de estética de uñas son auténticos 'beauty parlours', centros de belleza. Salones. Con todas las comodidades. Con todo lujo. Lugares para el gozo. Con sofás especiales para que la profesional trabaje como debe y la clienta se sienta regia. Se acabó el concepto de uñas artificiales, de uñas acrílicas.
- Menos mal, porque suena francamente mal. Feo. Viejuno.
- Ahora se busca lo natural y lo bello. Ya no basta, como antes, con limar, perfilar, esmaltar. Ahora piden formas, piden tendencias. Ahora se atreven, nos atrevemos. Y a mí eso me encanta. Porque soy una apasionada del cuidado de manos y pies.
- ¿Por qué? Fuiste peluquera. Estudiaste estética. ¿Por qué te concentraste en manos y pies?
- Realmente no lo sé del todo. Pero creo que tiene mucho que ver con que me fascina contemplar el resultado. Solemos maltratar nuestras manos. Más aun los pies, que los llevamos ocultos por los zapatos. Así que en más de una ocasión el tratamiento tiene mucho de restauración.
- Como si fueran un mueble noble maltratado por el tiempo. O un cuadro valioso olvidado...
- Casi. Hay otro motivo: ¿cómo no podría apasionarme cuidar las manos si en realidad son, junto con el rostro, lo primero que vemos en una persona? Las manos se mueven. Gesticulamos con ellas. Señalamos con ellas. Acariciamos con ellas. Bailamos con ellas (piensa en las bailaoras...). Se enfadan. Se reconcilian...
- ¿ Y los pies?
- Nos sostienen. Caminamos sobre ellos. Debemos mimarlos.
- Aparte de tantas cosas, eres una empresaria. ¡Dos locales!
- Ahora que se está celebrando el Orgullo, yo me siento orgullosa, también, de crear puestos de trabajo.
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