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«Creo en lo invisible. No creo en lo visible». Palabra de Duane Michals (McKeesport, Pensilvania, 1932) que a sus 93 años sigue esta máxima para realizar las irreales fotos y vídeos que lo han convertido en un cazador de pensamientos y una leyenda viva del oficio de mirar. Más con la mente que con el ojo, en su caso. Irónico y reflexivo, sigue jugando «sin reglas» y casando imagen y palabra. Lo evidencia la muestra 'Duane Michals. El fotógrafo de lo invisible' que la Fundación Canal y PHotoEspaña le dedican hasta el 24 de agosto en Madrid.
A Michals no le interesa «en absoluto» la realidad. Prefiere vivir en «un mundo irreal» que juzga «más estimulante». «Para mí la realidad está en la intuición, la fantasía, y en esa pequeña voz en mi cabeza que me dice: ¿no es acaso esto extraordinario?», afirma. «Cuando miras mis fotografías estás mirando mis pensamientos», asegura este filósofo de las imágenes. Descubre con ellas un universo en el que los límites entre lo real y lo soñado se diluyen, convirtiendo a la fotografía en un espacio de introspección, juego e interrogación filosófica.
Es uno de los grandes renovadores del lenguaje fotográfico y un referente de la vanguardia de honda influencia. Precursor de la fotografía conceptual, cambió el paradigma en los años 60 optando por fotografiar «lo invisible», plasmando su pensamiento en lugar de captar escenas de la realidad. Aportó a la fotografía la narrativa en secuencias y el fototexto, para representar conceptos abstractos como la espiritualidad, el paso del tiempo, la muerte, el amor y el propio yo».
Autodidacta e iconoclasta, dinamitó así la idea de que una imagen vale más que mil palabras. Formado en Bellas Artes, sus referentes no son fotógrafos, sino pintores como De Chirico, Balthus o Magritte, maestro belga del surrealismo que le «liberó» de las convenciones sobre cómo debía ser una foto.
Enrica Viganò ha comisariado la muestra en estrecha colaboración con el propio Michals. Han seleccionado 51 obras compuestas por 150 fotos que recorren seis décadas, desde 1964 hasta hoy, incluyendo una secuencia de este mismo año. «La fotografía conceptual de Michals era subversiva cuando triunfaba el reporterismo hace sesenta años», señala Viganò.
Sus osadas y narrativas imágenes, secuenciadas como fotogramas de una película, «fueron un escándalo en su tiempo que empeoró cuando empezó a escribir sobre el papel fotográfico alrededor de la instantánea con su singular caligrafía». «Desafía el canon documental poniendo el foco en lo emocional, lo metafísico y lo poético y sitúa su fotografía más próxima al cine o a la literatura que a la tradición fotoperiodística», agrega la comisaria.
Experimental, lírico e inclasificable, su peculiar mirada abarca desde la física cuántica –para un encargo de Vogue en que lidió con el principio de incertidumbre de Heisenberg–, a la recreación de 'El espejo de Alicia', en un juego con la percepción y la lógica que desafía nuestra comprensión de la realidad a través de la obra de Lewis Carrol.
La muestra incluye algunas de sus secuencias más icónicas, como 'Encuentro casual' (1970) o 'Las cosas son raras' (1973) que revelan momentos de transformación o reconocimiento inexplicable. Las secuencias fotográficas permiten capturar la evolución de una experiencia interna que escapa al lenguaje verbal.
Como retratista «explora» a la persona retratada, en lo que llama «retratos en prosa» surgidos del diálogo, el contexto y la atmósfera del momento. Más que retratos 'de' son 'sobre' una persona. Van de los de amigos muy cercanos como Andy Warhol, a René Magritte o Marcel Duchamp, y figuras como Pasolini, Tilda Swinton o Grace Coddington, además de varios irónicos y emotivo autorretratos recientes en color.
Con un montaje articulado en torno a cajas de luz, el pequeño formato de las fotos en blanco y negro de Michals obliga a mirarlas de cerca en seis secciones ligadas a conceptos claves en su obra: Imaginación, Visualización, Sensación, Intuición, Indignación y Revelación. El reducido tamaño de las fotos busca «crear una intimidad con el espectador frente a la espectacularidad de las grandes copias», según Viganò. También «provocar la reflexión y la emoción sobre algunos de sus temas recurrentes, como la condición humana, la espiritualidad, la muerte, el sueño o el miedo».
Concluye con un conjunto de cinco cortos vídeos autobiográficos rodados hace unos meses, en los que Michals reflexiona sobre el tiempo, la memoria, la identidad y la muerte de forma muy íntima. En la serie 'La casa que una vez llamaba hogar' comparte secretos familiares. Regresa a su casa natal y superpone fotos actuales con imágenes de su infancia en un ejercicio estético y terapeútico. En los textos manuscritos relata como su madre le dejaba sentado en una silla en una tienda de ropa y le decía «quédate aquí, vuelvo enseguida», generando largos minutos de angustia. Precisa Michals que Dios le dejó en este planeta en 1932 «y se ha olvidado de mí. Me ha abandonado. Nunca volverá».
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