Dolores Redondo: «Todas mis novelas son de cara norte: la más inaccesible y oscura»
Dolores Redondo (Escritora) ·
«Con 'La cara norte del corazón' tenía que contar el abandono que sufrieron los ciudadanos de Nueva Orleans»Secciones
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Dolores Redondo (Escritora) ·
«Con 'La cara norte del corazón' tenía que contar el abandono que sufrieron los ciudadanos de Nueva Orleans»Tras ganar el Premio Planeta en 2016 y arrasar con su celebérrima trilogía del Baztán -traducida ya a 36 idiomas y con más de ... dos millones de lectores- la escritora Dolores Redondo (Donostia, 1969) regresa con 'La cara norte del corazón' (Edición Destino), una novela cronológicamente anterior a la trilogía donde la autora describe «esa parte inaccesible y oscura que todos tenemos y por la que es muy difícil trepar».
-La novela se desarrolla en un tiempo anterior a la trilogía. ¿Qué quedaba pendiente por contar?
-Muchas cosas y se lo debía a los lectores. La razón por la que Amaia Salazar salió definitivamente del Baztán; hablar de la figura del padre, que había quedado sin terminar de explicar y de esos años en los que la inspectora pasa formándose fuera, que habían quedado en el limbo. Esta es una novela de inicio, un portal desde donde cualquiera puede unirse ahora aunque no haya leído las anteriores novelas, en las que fui dejando miguitas de pan para el lector.
-¿A qué hace referencia la cara norte del corazón?
-Los que tenemos cercanía con la montaña sabemos que la cara norte es la de difícil , en la que siempre hace mal tiempo, la inexpugnable. Y el corazón humano tiene una de esas caras. Tiene una cara difícil, por la que cuesta más acceder, en la que todo es más complicado, donde hace más frío, es de noche, hay tormentas... y pocas veces dejamos que nadie acceda, a veces ni siquiera accedemos nosotros. Pero creo que todo el mundo la tiene. Esta novela no se tituló así todo el tiempo. Mientras trabajaba en ella, tenía otro título, que me lo guardo para otra novela, pero no englobaba todo lo que quería contar, porque no se persigue a un asesino y ya está, el fin no es capturarlo, sino hacer una radiografía interior del miedo, del dolor y de cómo puedes convertir eso en un arma para hacerte fuerte, que es lo que ha hecho Amaia. Todas mis novelas son de cara norte y es por donde me gusta subir.
Autora Dolores Redondo
Estilo Novela negra.
Editorial Destino
Páginas 686
Precio 22,80
-Parece que la trilogía no ha perdido fuelle...
-Esta serie ha sido una suerte maravillosa. Con la mayoría de ellas ocurre según avanzan los libros y en esta no ha sido así. Los lectores me siguieron muy fuerte y me reclamaban más. Les pedí casi permiso para contar otras historias desde otras voces y escenarios y me acompañaron en la siguiente novela del Premio Planeta, que además fue uno de los 'planetas' más vendidos de los últimos años. No es solamente ganar el premio. Es que los lectores te sigan con lo que estás escribiendo. Y ahora vienen las siguientes películas que se estrenan el 5 diciembre y el próximo abril.
-Ese universo mitológico del Baztán encuentra en 'La cara norte del corazón' un correlato equivalente en las leyendas y las supersticiones de la cuenca del Misisipi. ¿Cómo llegó a esa relación?
-Mientras investigaba sobre mitología para escribir las novelas, observé que muchos de los mitos de aquí se repetían en otras culturas milenarias, con distintos nombres pero idéntico carácter. Por ejemplo, cuando hablo de Inguma (criatura de los malos sueños), se reproduce en un montón de culturas, probablemente porque el miedo es universal y el ser humano tiene miedo a las mismas cosas. Se ha defendido de la misma manera y ha buscado explicaciones para momentos en los que las cosas resultan inexplicables.
-Su novela está inspirada en el parricidio ocurrido en 1971 en Nueva Jersey a manos de John List. ¿Qué semejanzas tiene con el asesino de su historia, apodado 'el compositor'?
-Está inspirado en el comportamiento criminal real de List, un asesino en masa que acabó con su mujer y sus dos hijos en sus primeros crímenes. A partir de ahí he construido los 18 años que estuvo huido de la justicia. Lo que más me llamó la atención de este asesino desde que supe de su existencia es que no se parece a los demás: no desea notoriedad, no firma sus crímenes, es un hombre gris… Y es la raíz de cómo he ido conformando a este asesino que escapa de lo que podemos encontrar en las novelas criminales. Estos trabajos de documentación son los más difíciles. Como nunca encontraré la respuesta a cómo alguien puede hacer daño a sus propios hijos seguiré escribiendo sobre esto. Me deja perpleja y me hago preguntas. La trilogía también desarrolla todo lo que tiene que ver con grupos o sectas inspirada en un caso real que apareció en prensa en 2007, el caso de una pequeña presuntamente asesinada por sus propios padres, que pertenecían a una secta satánica establecida en un caserío de Lesaka durante los años 80. Todos deberíamos tener un lugar donde estar a salvo y debería ser nuestra casa. Sabemos que fuera puede haber ciertos peligros, malvados, pero que te lo hagan en tu propia casa, marca de una manera que nunca más vuelves a sentirte a salvo.
-Al igual que le ocurre a la protagonista, cuyas heridas de la infancia se reabren en esta nueva trama cuando recibe la llamada de su tía Engrasi desde Elizondo.
-Lo que pasa es que Amaia ha tenido un crecimiento personal que ha hecho que ella pueda reconvertir ese miedo y convertirse en paladín a su vez de las otras víctimas. Olvidar su propio dolor para ponerlo al servicio de la investigación. O usar su miedo y su dolor como vehículo para entender la mente criminal. Amaia con 25 años es todo ímpetu, es muy inteligente y fuerte pero también comete muchos errores de forma, es demasiado impulsiva. En el fondo Amaia es un poquito como muchas mujeres que conozco y de las que me gusta mucho de ese carácter fuerte pero que también meten la pata hasta el fondo. Nunca he querido que fuera perfecta sino que reflejase esa valentía, enfrentándose a lo que hacen mal.
-La relación Dupree-Salazar se repite como un mantra en anteriores entregas. Esas llamadas misteriosas al fin encuentran su explicación...
-Aquí lo explico todo. Dupree reconoce a Amaia inmediatamente como alguien con esa capacidad para ver esa parte norte, esa cara oscura que él también tiene. También poseen esa especie de brújula para detectar lo más oscuro y poder adelantarse al comportamiento de algunos tipos de monstruos. Les une ese vínculo especial, porque ese miedo lo han vivido en algún momento de sus vidas. Hay un momento que es clave, como un 'clic' cuando Amaia se pierde 16 horas en el bosque. Ese día crece de una manera extraordinaria y le hace tomar decisiones que le harán madurar y convertirse en la mujer que luego será.
-¿Por qué escogió Nueva Orleans como escenario?
-La intención primera de haber dejado esas miguitas de pan para atraer al lector hasta Nueva Orleans no fue casual. Cuando en 2005 el huracán Katrina arrasó la ciudad, en los días siguientes hubo una catástrofe humanitaria que no tuvo que ver tanto con el paso del huracán sino con el abandono por parte de las autoridades. Se puso de manifiesto que para ellos eran ciudadanos de segunda, gente muy pobre y en su mayoría negra, que eran los que no habían podido irse de la ciudad. Hay una frase en la novela que lo engloba todo y está tomada de un documental grabado con un móvil durante el paso del Katrina en la que alguien pregunta a la cámara: '¿Sería concebible que cuatro días después de caer las torres en Nueva York no hubiera llegado la ayuda?' Realmente me lo preguntaba muchas veces y la respuesta es 'no'. La ayuda no llegaba, no llegaba. Tenía esas ganas de contarlo.
-¿Eso fue lo que le llevó a escribir esta novela?
-El deseo primero está desde 2005, de contar la historia. Esa es la parte real de la novela. Un escenario apocalíptico para el que no he tenido que inventar nada porque es real. El hospital Charity conserva aún el paso del huracán por su fachada, parece como si lo hubiera arañado una criatura gigantesca. Hubo que desalojarlo días después, plagado de cadáveres. El agua se desbordó y la ciudad era una gran letrina. Vivieron situaciones extremas, que las mezclo con la ficción.
-La devastación es tal que en un momento del relato la investigación pasa casi a un segundo plano, donde lo importante es sobrevivir...
-Con el paso del Katrina los personajes se encuentran en una situación en la que están sin agua, sin luz, los móviles no funcionan, se han caído los sistemas, la ciudad está inundada... es un caos total. La supervivencia empieza a ser la prioridad y se van encontrando en diferentes escenarios en los que no hay órdenes judiciales, casi no pueden hacer fotos, ni llevarse ni custodiar pruebas. Entonces volvemos a una manera de investigar absolutamente victoriana, al estilo Doyle o Poe, con un detective que llega a una escena y lo que tiene que hacer es observar, tomar la información y a partir de ahí guiarse por su intuición e instinto e intentar adelantarse a los pasos del criminal.
Cuando dicen de ella que es la reina de la novela negra no puede evitar reír, y mucho. «Es un reinado que no existe: ni hay reinado ni hay cumbre. A los que nos gusta el monte sabemos que no hay cumbre, hay que seguir y dar otro paso más. El escalador que se para es el que se queda congelado. No soy la reina de nada; esos titulitos los puedes tener cuando tienes 80 años, que llevas toda la vida y estás de vuelta», comenta Redondo, que reconoce que aún no ha teni do tiempo de asimilar el éxito. Los lectores le siguen allá donde ella dirige su brújula, que siempre marca al norte. «Es un lugar que conozco pero es un conocimiento que tiene que ver con algo íntimo, de pertenecer a esto. Hay otros escenarios que son fascinantes pero siempre tendría que narrarlos como una visitante y no como algo que forma parte de mí», explica. La mitología ha formado parte de su infancia. «Siempre dedico todas mis novelas a Mari. Me suelen preguntar por qué llueve en todas. El caso es que llueve en toda mi vida. He salido, he bailado, he besado, me he casado bajo la lluvia, mi vida ha sido bajo la lluvia», cuenta. Le gustaría poder evolucionar hacia otras voces o estructuras narrativas, aunque «aún queda mucha Amaia por delante».
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