Almadías del pirineo navarro
Un bosque río abajo
Secciones
Servicios
Destacamos
Almadías del pirineo navarro
Un bosque río abajoLas almadías formaron parte del paisaje de los ríos navarros hasta bien entrado el siglo XX. El transporte de la madera de los bosques del ... Pirineo a través de los cauces fluviales fue durante siglos una de las principales industrias de valles como Roncal o Salazar. Construir una almadía y hacerla navegar era una actividad que requería un alto grado de especialización. También un medio de vida que llevó cierta prosperidad a unas comarcas acostumbradas a una economía de subsistencia. El libro 'Almadías del Pirineo Navarro', obra del etnógrafo Fernando Hualde y del fotógrafo Joseba Urretavizcaya, recupera un universo que ha desaparecido por completo y del que las nuevas generaciones solo tienen noticias a través de festivales como el del Día de la Almadía.
Fue en 1952 cuando las últimas almadías surcaron los ríos navarros. El cierre de la presa del embalse de Yesa puso punto final a una actividad que había tenido durante siglos un destacado protagonismo en la economía de los valles el Pirinero navarro. Una industria que no solo proporcionó riqueza y empleo a generaciones de roncaleses y salacencos, sino que también marcó los ritmos de vida de los valles en función del ciclo almadiero. Había un tiempo para cortar la madera, otro para preparar las balsas y otro para echarlas río abajo en navegaciones que, vistas con los ojos de ahora, tenían algo de empresas suicidas por los riesgos que comportaban.
Fernando Hualde, un etnógrafo navarro que lleva décadas rastreando usos y costumbres en trance de desaparición, firma en las primeras pàginas del libro su declaración de intenciones: «Queremos que se sepa cómo era la vida del almadiero, no vaya a ser que alguno piense que aquél era un mundo idílico; queremos también que se sepa por dónde navegaron las almadías, desde cuándo, cómo, qué dificultades tuvieron, qué cantaban aquellos hombres, dónde dormían y mil detalles más asociados a su oficio».
Autores: Fernando Hualde y Joseba Urretavizcaya
Editorial: Xibarit.
Páginas: 140.
Precio: 38 euros.
Hualde tuvo la oportunidad de entrevistar décadas atrás a algunos de los últimos supervivientes de aquella empresa. Sus testimonios constituyen el eje central de un libro que rinde homenaje a las generaciones de almadieros que desafiaron las aguas bravas de los ríos pirenaícos para llevar la madera hasta el Ebro. «Llegamos a tiempo de hablar con los últimos almadieros. Son testimonios únicos, ex cepcionales, porque en muy poco tiempo ya nadie podrá contarnos nada, ya nadie podrá decirnos que lo que hoy es folclore y recurso turístico ayer fue sacrificio, sudor, humedad hasta los huesos, riesgo y muerte, y todo para seguir sobreviviendo sin otro horizonte que el de volver a repetir el mismo ciclo».
No se sabe con exactitud cuándo comenzó la actividad almadiera. Lo que sí se sabe es que las primeras noticias sobre los pleitos que generaba el tráfico de balsas de madera por los ríos navarros datan del siglo XIV. Abunda la documentación sobre litigios, ya que todas las localidades por las que pasaban los almadieros intentaban 'exprimirles' aplicando peajes a su paso. La primera edad dorada se produjo hacia el año 1400 cuando el rey Carlos III de Navarra inicia las obras del palacio de Olite, lo que multiplicó la demanda de madera y el tráfico de almadías aguas abajo del Pirineo.
Pero la industria de la madera no solo dependía de la construcción de edificios. La construcción de buques era otra actividad que generaba picos de demanda que llenaban de balsas madereras los cauces de los ríos pirenaicos. Así ocurrió en el siglo XVIII cuando los astilleros reales encadenaron sucesivos pedidos de nuevos barcos para la Armada. «Hay que tener en cuenta –puntualiza Hualde– que era en los bosques del Pirinero navarro donde crecían los únicos abetos que se podían utilizar como mástiles. Es decir, que todos los mástiles de los barcos de la Armada eran abetos procedentes de los bosques de Irati o Belagua».
La construcción del Canal Imperial de Aragón, una de las obras hidráulicas más importantes de Europa, marcó el apogeo del tráfico almadiero en el último cuarto del siglo XVIII. «Sirva como dato que entre 1764 y 1774 salieron del Valle del Roncal más de 50.000 troncos», escribe Hualde en el libro. La demanda de madera se mantuvo más o menos estable a lo largo del siglo XIX. A finales de esa centuria, sin embargo, se pone en marcha un fenómeno que marcará el inicio del fin de las almadías: la construcción de carreteras. La llegada de camiones hasta los entonces inaccesibles valles pirenaicos significó en la práctica la desaparición del transporte de madera por los cauces fluviales. Los troncos viajaron a partir de entonces por carretera y las almadías pasaron a formar parte de un paisaje emborronado por el paso del tiempo.
Pero más allá de la evolución histórica de los tráficos de balsas en los ríos, el libro proporciona al lector un ingente caudal de información en torno a los entresijos de la actividad almadiera: cómo se cortaba la madera, cómo se trataba, cómo se montaban las almadías atando los troncos, cómo se 'limpiaban' los fondos de los ríos para el paso de las balsas, cómo se lanzaba la construcción al agua, cómo se manejaban los timones con los que se navegaba, cómo se atravesaban los rápidos, las foces o los saltos de agua... Es un manual en toda regla que sistematiza la información recopilada en entrevistas con los últimos almadieros y que revela un rico universo que se regía por códigos y reglas acuñadas a lo largo de siglos de sacrificado trabajo.
Unos códigos que por ejemplo han permitido identificar con pelos y señales el origen de las vigas de madera que se utilizaron en la construcción en el siglo XIX del palacio de la Diputación de Navarra durante una reciente restauración del edificio. «De la misma forma que los pastores marcan a sus ovejas, los maderistas marcaban sus troncos con sus propias marcas para poder identificarlos al término del viaje», indica Hualde. «Todavía hoy se pueden encontrar en todo España miles de casas construidas con vigas de madera del Pirineo navarro sin que los que las habitan lo sepan».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.