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La historiadora Charo Roquero en su despacho donostiarra. LOBO ALTUNA
Un recorrido «por los peligrosos caminos de la historia de Gipuzkoa»

Un recorrido «por los peligrosos caminos de la historia de Gipuzkoa»

Contrabandistas, mendigos o desertores poblaban los senderos y se reunían en las ventas en los siglos XVIII y XIX, según recoge un estudio de Charo Roquero

Ana Vozmediano

San Sebastián

Lunes, 28 de junio 2021, 07:20

Los caminos guipuzcoanos eran peligrosos durante los siglos XVIII y XIX. Muy peligrosos. Convivían en ellos contrabandistas de tabaco, mendigos, falsos pobres, desertores y gitanos, los peor vistos de todos los colectivos «porque sus no iban a misa ni hablaban euskera».

Ese mundo de robos o violaciones está reflejado en los estudios de la historiadora Charo Roquero, publicados en el Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián y explicados por ella misma.

«Gipuzkoa tiene una situación estratégica envidiable desde el punto de vista geográfico. Se encuentra entre Francia, la Corona de Castilla y Navarra, así que era fácil dedicarse al contrabando y evadir impuestos sin demasiado riesgo. Tampoco, hay que reconocerlo, existía conciencia fiscal. ¿No se paga a la Corona? Da lo mismo, no pasa nada».

Por eso los contrabandistas eran los más populares entre quienes se dedicaban a asaltar los caminos, los propios miqueletes que debían vigilar el orden les conocían. «Entre otras cosas porque siempre frecuentaban las mismas ventas, las mismas tabernas y todos sabían quiénes eran».

Los contrabandistas eran los mejor considerados frente a los gitanos, poco aceptados por sus vecinos

por los caminos

Roquero afirma que existía un clima de mucha tolerancia con este colectivo. Incluso entre viajeros que venían de Francia en carruajes lujosos y conseguían el tabaco sin pagar impuestos. «Los contrabandistas actuaban en plan cuadrilla y eran los mejores vistos entre todos aquellos que iban por los caminos y que, como los mendigos por ejemplo, asaltaban los caseríos. Tenían la consideración de sus conciudadanos, incluso el respeto a su actividad». Nada que ver tampoco con las tribus gitanas, que gustaban más bien poco entre la población local.

La mujer también jugaba un papel importante en el entramado del contrabando, en esa red tejida alrededor de las ventas y del tabaco. «Ellas se buscaban la vida, conformaban una resistencia muy potente y estaban bien organizadas. Acudían a los mercados de Castilla y Navarra. No solo vendían tabaco, sino también chocolate y cacao».

Los estudios que ha realizado Charo Roquero no solo se refieren a la situación de los caminos en esa Gipuzkoa de los siglos XVIII y XIX, a su peligrosidad, a la forma que tenía la sociedad de moverse o de reaccionar frente a los contrabandistas, los gitanos o los mendigos.

Roquero ha elaborado también un análisis histórico sobre el papel de la mujer en el País Vasco durante los siglos XVII y XVIII. El escenario de esta crónica varía en función de si la ciudad vive o no en guerra, de cómo funcionaban las tabernas o de si se pagaban los impuestos reglamentarios.

«He analizado incluso cómo altera el día a día de la ciudad ese soldado que se iba a los prostíbulos o las fiestas que organizaba el comandante».

Pero ellas, las mujeres, estaban ahí. Resistían, participaban en el contrabando de tabaco que suponía beneficios sustanciosos o arropaban a los asaltadores de caminos que atacaban a aquellos que volvían de vender ganado en Álava.

Los relatos

La obra de Charo Roquero no solo busca datos eruditos, sino también reflejar cómo vivía una sociedad pendiente de contiendas bélicas, de contrabando y de peligros por los caminos.

Así, y entre otras muchas, Roquero cuenta la historia de Gabriela Josepha, una muchacha soltera, natural de Anzuola de veinte años de edad. Esta chica va a querellarse contra un hombre apodado Chinchurchola, un arriero cuyo verdadero nombre dice ignorar. Era Esteban de Echenagusia. ¿Qué había ocurrido? Así lo contaba Gabriela en los textos de la época. «Teniendo precisión de pasar a la villa de Hernani el 31 de diciembre, con ocasión de que dicho acusado iba también con sus machos a la misma villa, fue buscado por los de su familia, para que llevase en su compañía a la citada menor. Y caminando ambos hacia la citada villa, valiéndose éste de su oportunidad, empezó a solicitarla para actos torpes y deshonestos y siendo desechado por la menor, cuando llegaron junto a la venta de Iturrioz, intentó saciar su carnal apetito por medio de la violencia y fuerza, arrojándola por dos veces al suelo y queriéndola atropellar, la que pudo libertarse forcejeando con él y resistiendo a sus malvados designios sexuales».

¿Qué fue de Gabriela y del ataque del arriero?

El relato de Gabriela Josepha, natural de Antzuola y joven de 20 años, es muestra de tristes historias recogidas en el estudio y la forma de verlas en su tiempo, hace más de dos siglos. «El arriero la cansó y rindió de tal manera que hizo de ella lo que quiso. La dejó tan maltratada y prostrada que le produjo un desgarrón que le impidió caminar a pie ni a caballo en mucho tiempo por más que el acusado intentaba ponerla sobre uno de sus machos para llevarla delante de él. Fue preciso que la apease varias veces, y otras la arrastraba, hasta que se encontraron con algunas personas, a quienes, preguntada qué era lo que tenía, se explicó la violencia y el maltrato. En dicho acto no sólo fue privada de su integridad, sino que hallándose contaminado él de mal gálico dejó contagiada a Gabriela Josepha, de tal modo que después tuvo que padecer mucho tiempo de cama con dilatadas curas.. Ella es pobre de solemnidad. A esta humilde chica le será difícil casarse», decía el texto de la época.

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