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Fue una fiesta musical y diversa mientras el jueves se despedía tras el horizonte de la bahía. La canaria Valeria Castro emocionó y Rulo y ... la Contrabanda contagiaron energía en la calurosa jornada inaugural del festival Miramar Gauak. Cerca de 1.300 espectadores, según la organización, participaron en una animada celebración que convirtió el Palacio de Miramar y su entorno en un microcosmos de públicos plurales. La lluvia marcó la primera edición el año pasado, pero la veraniega noche de este jueves permite ver las posibilidades de este escenario para un festival diferente en el calendario cultural donostiarra.
El público fue llegando poco a poco, con sabor a jueves laboral. Cuando el cuarteto de Las Migas, las jóvenes músicas que actualizan el flamenco con aire reivindicativo, apoyadas por dos instrumentistas más, iniciaron el festival, solos unos cientos de personas ocupaban el jardín delantero del palacio. Pero bastó que empezaran su actuación para que los más animados comenzaron a bailar. «Somos rumberas, somos flamencas, somos libres y somos todo lo que queramos ser», saludaron con un deje de elegante chulería. Y de ahí la actuación fue para arriba, entre la fiesta y los mensajes feministas, en el escenario asomado al 'marco incomparable', con sus barcos y piragüistas en un tarde veraniega.
Las emociones siguieron, aunque de otra manera, con la canaria Valeria Castro, uno de los principales ganchos de este primer día del festival. La cantautora, que abrió el llamado 'escenario palacio', en la trasera del edificio, sedujo al público con su discurso emotivo, también reivindicativo, directo y poético a la vez, y respaldada por una banda que también imprimió amplias dosis de energía cuando lo exigía el repertorio. El público coreó algunas de las canciones más conocidas a una Valeria enfundada en su traje blanco, encantada de actuar «en esta ciudad que me entiende tan bien», y que repetía sus «eskerrik asko» con acento isleño. Esta mujer conecta con el público de una manera genuina, sea en el espacio multitudinario de un festival o en el pequeño escenario de una Redacción, como mostró hace un mes en su visita a El Diario Vasco.
Pero el CaixaBank Miramar Gauak es plural en su RH, y así, en cuanto cesó la música de la canaria arrancó en el otro escenario Gari, con su banda, en una mezcla de clásicos y canciones nuevas. El crepúsculo se convirtió en telón de lujo para el joven veterano de Legazpi, feliz de participar en el festival con una actuación que alargó casi hasta que el sol se escondió en el mar. A esa hora sus seguidores cantaban sus canciones y florecían los teléfonos para captar la imagen del crepúsculo con la música de fondo del renacido ex líder de Hertzainak.
Y la guinda, ya con la oscuridad de la noche, llegaba con el cántabro Rulo y su Contrabanda en otra calurosa mezcla de emoción y energía rockera, en unos momentos muy especiales para el cantautor. «Cuando vi el año pasado que se hacía un festival en este sitio dije que yo quería estar aquí. Y aquí estoy», dijo. Fue un concierto distinto para el músico pero cargado de una «energía íntima» que hizo vibrar a sus seguidores y también a esa mezcla de públicos diversos que convoca este festival. Un sonido perfecto, quizás el más redondo de la noche, embriagó al público en este cierre perfecto «para un jueves», como subrayó el propio Rulo.
Fue un gran inicio de un Miramar Gauak que tiene vocación de ir creciendo ya con la cercanía del fin de semana, hoy viernes y mañana con la presencia de Gorka Urbizu como cabeza de cartel, cuando la taquilla puede agotarse. En Donostia el verano empezó este jueves y su verano cultural también. Que no decaiga.
Tras la complicada experiencia del año pasado, cuando la primera edición del festival se vio sacudida por un tiempo de tormentas y aguaceros, el Miramar Gauak mostró sus capacidades para encontrar una personalidad propia en el circuito festivalero. El edificio del palacio sirve de lugar de encuentro para los invitados de los patrocinadores y el público disfruta de las barras dispuestas en los jardines. Las estancias del edificio acogen los improvisados camerinos.
«Este escenario es un lujo para los propios músicos», resumía encantado Iñigo Argomaniz, responsable de Get In, organizadora del evento. Entre los invitados uno podía encontrar a un relajado Roberto Olabe, que justo deja estos días su responsabilidad en la Real Sociedad, hasta numerosos políticos locales, además de personajes de la sociedad y la cultura guipuzcoanas.
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