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félix ibargutxi
Lunes, 18 de diciembre 2017
Maialen Lujanbio conquistó ayer, por segunda vez, la txapela del Campeonato de Euskal Herria de Bertsolaris. El segundo puesto fue para Aitor Mendiluze, y el tercero para Sustrai Colina. La final resultó de calidad, sobre todo a la tarde, y tuvo un público entregado, entusiasta.
Lujanbio ya dio el primer aviso a la mañana, al realizar un muy buen trabajo en el ejercicio de 'kartzelako lana', y por la tarde hizo un trabajo muy regular, siempre a un nivel alto. El último campeón, Amets Arzallus, estuvo por debajo de su calidad habitual.
Para Maialen Lujanbio (Hernani, 1976) es la segunda txapela de Euskal Herria. También la recibió en la final de 2009. Comenzó muy joven en la escuela de bertsos de Hernani y destacó en los campeonatos escolares. Luego realizó estudios de Bellas Artes, pero su actividad principal siempre ha sido el bertso. Lleva veinte años en la élite, y la de ayer era su sexta final. Para Aitor Mendiluze, la de ayer era la quinta final, y realizó también un trabajo excelente. El subcampeonato de ayer hará que a partir de ahora el gran público perciba de otra manera al bertsolari andoaindarra, porque se le ha solido catalogar como un bertsolari de calidad, pero con déficit de chispa.
La txapela le fue impuesta a Lujanbio por Sebastian Lizaso (Azpeitia, 1958). La asociación Bertsozale Elkartea lo ha escogido como reconocimiento a sus décadas de trabajo en las plazas. Lujanbio y Mendiluze fueron los que llegaron al último cara a cara. Tenían que cantar a cada bertso en torno a la palabra 'sudor', y luego hacer frente a este tema: «Hace ya media hora que te sigue un coche».
Tras unos prolegómenos, a las 11.15, los bertsolaris aparecieron a pie, en hilera, por uno de los túneles del BEC, para hacer el paseíllo hasta el estrado. Fue uno de los momentos álgidos de la jornada. En el 'txalometro', la aguja cobró la mayor intensidad cuando la presentadora pronunció el nombre de Maialen Lujanbio. La bertsolari de Hernani, la única mujer de la cita de ayer, y la única que ha llegado a cantar en una final -la de ayer era la quinta- tiene legión de seguidores, no solo en el público femenino.
Los primeros bertsos corrieron a cargo de Sarriegi y Elortza. Tenían que cantar en el papel de unos de una asociación de fomento del euskera. Uno era partidario de seguir como hasta el momento, a base de militancia, y el otro abogaba por profesionalizar las tareas. Hicieron un buen trabajo. La final prometía.
Y la siguiente pareja en salir ante el micrófono fue la formada por Unai Agirre y Maialen Lujanbio. Tenían que ponerse en la piel de dos deportistas profesionales que reciben muchas ofertas para hacer publicidad. Maialen está dispuesta a todo, Unai no. En una de esas, Maialen cantó: «a los futbolistas no nos pagan por pensar». Y en la recta final Unai Agirre hizo un quiebro, aludiendo a su propia condición de director de la Denominación de Origen Protegida Euskal Sagardoa: «haré publicidad de la sidra, si me lo pide Unai».
Tras ese comienzo esperanzador, luego la mañana fue perdiendo algo de gas, pero en la recta final llegó uno de los ejercicios que resultan clave en todas las finales, el de la cárcel. Los bertsolaris son llevados a un recinto lejano, y de allí vuelven uno a uno al escenario, para cantar todos el mismo bertso. En ese reciento no oyen lo que ocurre en el BEC, de ahí el nombre de 'kartzela' o cárcel.
El tema propuesto era abierto y sugerente: «Has entrado por la puerta, todos se han callado». Los bertsolaris debían componer a cada tres bertsos en extensión y melodía libres.
Cada bertsolari escogió un ángulo muy diferente para luego tejer su historia. En ese ejercicio destacó sobremanera Maialen Lujanbio. Se puso en la piel de una chica que hace tiempo huyó de casa, vivió en el mundo de la droga y ahora se encuentra de nuevo con la familia. La hernaniarra compuso unos bertsos muy emotivos.
Aitor Mendiluze eligió una atalaya parecida, la de una persona que, tras siete años sin aparecer, por problemas indeterminados, decide ahora acudir a la cena de Nochebuena, para asombro de los presentes. El de Andoain también conectó con el público por la vía de la emotividad.
Igor Elortza escogió ponerse en la piel de una persona que vuelve del hospital tras sufrir un amago de infarto. Sarriegi se puso en la tesitura de un profesor de ikastola que reprocha a sus compañeros que hablen en castellano. Unai Agirre se puso en el papel de Puigdemont; Gaztelumendi, en el de un inmigrante marroquí de 12 años; Arzallus, en el de un 'moro' parisino que va huyendo de la policía, por miedo a que le acusen de un atentado; y Colina, en el de un joven al que se le ha muerto el padre hace poco y aparece en el bar en el que está su cuadrilla.
Tras la comida, la gente volvió al recinto con ganas de hacer la ola. Y Así lo hizo cuatro veces. Maialen Lujanbio puso una ingeniosa nota de humor en el bertso de salutación, al cantar «erkin eta jarrai», señalando así la cantidad de veces que la palabra 'erkin' (débil, raquítico) había aparecido en las actuaciones de la mañana, sin venir a veces muy a cuento.
Por la tarde subió bastante el nivel medio de las intervenciones, como si la comida hubiera ayudado a templar los ánimos. Llegó la hora de un ejercicio muy diferente, el de 'puntuka', que consiste en que dos bertsolaris van componiendo el bertso a medias. Elortza y Colina, escogieron la vía del humor, lo que el público agradeció con estruendo.
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Claudia Turiel y Oihana Huércanos Pizarro (gráficos)
Óscar Beltrán de Otálora y Josemi Benítez (Gráficos)
Beñat Arnaiz | San Sebastián
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