La caída y la retirada de Valverde apagan la Vuelta en el mejor momento

En esa maldita curva del alto del Collao se le torció todo a la etapa y a Alejandro Valverde. El murciano, con 41 años y 130 triunfos, acababa de prenderle la mecha a la primera jornada de montaña. Su ataque había dejado a Roglic con sólo un gregario a falta de lo peor del recorrido. Máxima emoción. En pie. Peligro de incendio en la Vuelta que había cerrado al público el a la meta en el Balcón de Alicante por el miedo al fuego. Valverde pirómano. Y de repente cayó un jarro de agua fría.

El murciano, que iba a rueda de Carapaz en un giro del descenso del Collao, miró atrás. Quería ver la distancia con el grupo de Roglic. No vio que había algo sobre la carretera, el abultamiento levantado por una raíz. Su rueda derecha botó en mitad del bucle. Perdió el equilibrio. Patinó hacia el barranco. Voló dejando una estela de polvo y rozó el filo del quitamiedos. El terraplén era tan vertical que no podía salir del agujero. Su compañero Rojas le rescató. Valverde negaba con la cabeza. Le costó subirse a la bicicleta. Unos kilómetros más allá se retiró. Agachó la cabeza sobre el manillar y rompió a llorar. La etapa que iba a ganar el joven australiano Michael Storer en el Balcón de Alicante ya no fue la misma. Quedó como anestesiada por la ausencia de Valverde, un símbolo de 41 años que sólo había abandonado una vez en 15 ediciones, en su debut en 2002.

La Vuelta también le llora. Era un dinamitador. La carrera sin él pierde pólvora. La etapa rebajó sus pulsaciones. Roglic ya no pasó apuro alguno. El Jumbo dejó que la fuga de Storer, Verona -el compañero de Valverde rozó el triunfo-, Sivakov, Grossschartner, Kron, Kuss, Haig y Polanc se jugara el triunfo en el Balcón de Alicante. Verona, que iba en la escapada para catapultar a Valverde cuando el murciano llegara, se quedó sin esa misión. Pidió permiso en el Movistar para dedicarle la etapa al líder caído. Se lo dieron. Pero se lo negó en las brutales rampas finales el australiano Storer, un talento de 24 años que vale para todo.

Tres minutos por detrás, Yates tiraba de Bernal, Enric Mas, López, De la Cruz y Roglic, que ya lo tenía todo bajo control. Sólo faltaba Mikel Landa. El alavés no tiene aún las piernas que quiere. La caída del Giro y la larga y dolorosa rehabilitación le han obligado a llegar blando a esta Vuelta. Perdió otro medio minuto. Otro paso atrás, aunque todavía resiste. Y confía en reencontrar su mejor versión en las dos semanas que restan. Roglic, líder con 8 segundos sobre el fugado Grossschartner, mantiene a 25 segundos a Enric Mas. A 36 está 'Supermán' López y a 41, Bernal. Landa cede 1 minuto y 42 segundos y las posiciones que le quitaron escapados como Kuss, Polanc y su compañero Haig.

De esa tabla se cayó Valverde, que no llegó al Balcón. Alicante suena a playa. Y qué va. En cuanto dejas la orilla de Gandía, punto de salida de la séptima jornada, todo es sierra. Piedras con punta. Pinares que no sombrean la carretera. Calor y almendros. De aquí es el turrón duro. Hay que masticar cada kilómetro del recorrido. Era, pues, un escenario ideal para probar la resistencia del Jumbo, el equipo de Roglic, el líder que va ahorrando segundos con las bonificaciones.

La primera etapa de montaña era más larga de lo que parecía. Sólo tenía 152 kilómetros, pero ni uno era gratis. La Vuelta saltó por los aires de inmediato, en la repentina primera subida. El Puerto de la Llacuna lanzó las primeras señales de humo. Los corredores salieron con vocación de incendio. A quemarlo todo. Roglic se quedó con sólo un gregario. Enseguida llegaron otros de su tropa, pero era evidente que el equipo neerlandés tenía grietas por las que asaltar el liderato de Roglic.

La carrera no dio tregua en los puertos de Benillota y Tudons. Sin tiempo ni para comer. La fuga se montó en plena asfixia. Fue masiva: Trentin tiraba de Polanc. Y con ellos iban dos del Movistar, Oliveira y Verona -¿trampolines para una arrancada de Mas, Valverde o López?-; más uno del Ineos de Bernal, el ruso Sivakov, y otro del Bahrain de Landa, el australiano Haig.

Además, estaban Aranburu, Izagirre, Lastra, Herrada, Barceló y cinco dorsales del DSM, incluida su baza para ganar la etapa, Bardet, y el joven Storer, el que al final la ganó. En la escapada iban también dos vigilantes del líder esloveno, Kuss y Oomen. Con uno bastaba, así que Oomen se dejó coger por el grupo y se puso a tirar de Roglic. El Jumbo sudaba por las crestas de Alicante. Lejos ya de la proa de la carrera, el británico Hugh Carthy, tercero en la Vuelta de 2020, se bajó de la ronda. Sin fuerza y, sobre todo, sin moral.

Por el riesgo de incendios se había cerrado el paso del público a la meta. Pero el fuego estaba antes, en la penúltima montaña, el alto del Collao. Lo encendió Valverde. Lo pasa bomba el viejo ciclista que no caduca. Su arrancada hizo tragar saliva a Roglic, sostenido sólo por Kruijswijk. Al reto del murciano se sumaron Yates y Carapaz, dos gregarios de Bernal. La etapa entraba en ebullición. La Vuelta era una hoguera y amenazaba con quemar al líder esloveno. Un bulto en una curva lo cambió todo. Ahí llegó el apagón. La caída de Valverde. Los médicos de la carrera, Mikel Martínez y José Blázquez, le palparon el hombro derecho. No parecía tener rota la clavícula. El murciano negaba con la cabeza. Desnortado. Subió a la bicicleta, aguantó unos minutos remolcado en una comitiva fúnebre por dos compañeros y al final se bajó. Lágrimas sobre el sudor del manillar. Terminaba una etapa y empezaba otra, la que al final ganó un chaval, Storer, que tenía cinco años cuando Valverde debutó en la Vuelta, en 2002.

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