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Hay campeones y hay gregarios. Hay buenos corredores y no hay malos. Y después hay una clase de ciclistas que marcan el nivel, que dictan ... las reglas. Richard Carapaz (EF) es uno de estos últimos. Cualquiera que se tenga a sí mismo por una figura debe ser capaz de doblegar a esta clase de profesionales, tipos duros que separan el grano de la paja y descubren la verdad. Carapaz no es Fiorenzo Magni, que ganó tres Giros en la época de Coppi y Bartali. El ecuatoriano no conquistará el Tour de Francia entre Pogacar y Vingegaard, pero cuando está metido en carrera, como en este Giro, quien pretenda la gloria tendrá que rendirle. Quien dé por descontada la victoria antes de tiempo se asegurará la derrota, como en el Giro de 2018 cuando dos talentos superiores, Nibali y Roglic, se dedicaron a marcarse entre ellos convencidos de que el resto de estaban a años luz de su clase. Posiblemente, lo estaban, pero el que entró en la Arena de Verona de rosa fue Carapaz.
Hay que discutirle hasta el útimo metro, porque no regala ninguno. Roglic, escarmentado, ganó la Vuelta a España de 2020 porque no dio por descontado ninguno de los 24 segundos que necesitó para no perderlo todo el penúltimo día en la Covatilla. En este Giro, siete años después de su victoria, ya con 31, Carapaz es la vara de medir. Y toma las medidas del traje, sobre todo a Isaac del Toro (UAE), al que ya ha explicado las primeras nociones de lo que es el profesionalismo.
Los jóvenes sueñan, los viejos ganan el pan de sus hijos, y esa diferencia es esencial aunque ambos mundos conviven. El mexicano, con hechuras de ciclista importante, ofreció una respuesta soberbia. Un día después de perder casi hasta el apellido en San Valentino, se presentó en la salida para poner rumbo a Bormio por la peor carretera posible, subiendo el Tonale y el Mortirolo.
Carapaz sacó el metro en el Mortirolo. Arrancó a dos kilómetros de meta y soltó a Del Toro. Pero no pudo abrir hueco y en el descenso, guiado por la perla italiana, Giulio Pellizari (Red Bull-Bora) –que comparte representante con Pogacar y apunta alto– volvió con el ecuatoriano. No es sencillo levantarse de una crisis como la del martes. Eso fue lo importante.
Del Toro acabó ganando la etapa, la primera que consigue. La foto venciendo de rosa es la que necesita cualquier campeón para ser reconocido como tal. Ya la tiene y será inolvidable, pero lo categórico fue su recuperación, que le devuelve a los pronósticos. El mexicano soltó a Carapaz y a Bardel (Picnic), superviviente de la fuga, a falta de dos kilómetros. Les arañó unos segundos, como a Simon Yates (Visma), cuarto en meta y ahota tercero en la general.
Del Toro, que es joven, hizo una reverencia al entrar en meta. «Era una manera de agradecer a todos los que me animan. No sé por qué lo hacen tanto, no siento que yo sea nadie especial. El martes aprendí que nunca hay que relajarse en este deporte, que es muy duro». Para el UAE la etapa supuso un alivio, pero Ayuso está perdido –se quedó antes del Tonale y cede 49 minutos– y Jay Vine se retiró. El 'Torito' torea solo.
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