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Una de las asignaturas pendientes del mercado laboral de aquí y de allí es la brecha salarial. Un fenómeno sobre el que cada año existe ... una mayor sensibilización, pero en el que también Euskadi presenta sus costuras. Según el último informe de Emakunde denominado 'Cifras 2022 mujeres y hombres en Euskadi' –con datos de 2020, el primero de la pandemia–, el colectivo femenino cobra de media 5.914 euros menos que el masculino en el País Vasco.
El dato es negativo y refleja las diferencias que aún perduran en nuestras empresas aunque, si se añade perspectiva al asunto, cabe concluir que el esfuerzo que las instituciones, la sociedad y el ámbito económico están realizando en este sentido empieza a dar sus frutos. Poco a poco. Con prisa y sin pausa. Y es que según la misma fuente, los hombres ganaron una década antes, en 2010, hasta 7.002 euros más que las féminas. Es decir, en una década la brecha salarial se ha reducido un 15,5% en Euskadi. Ahora, los hombres ganan de media 33.040 euros y las mujeres, 27.126.
¿Cuáles son las causas históricas que explican este fenómeno? ¿A igual puesto de trabajo gana menos una mujer que un hombre en Euskadi? Algunas de las razones de la disparidad salarial son estructurales y están relacionadas con las diferencias en el empleo, el nivel de educación y la experiencia laboral. Si eliminamos todo esto, lo que queda se conoce como diferencia salarial ajustada entre hombres y mujeres. La parte principal de la desigualdad salarial se explica por la diferente distribución laboral y composición del empleo: las mujeres soportan una inserción laboral en peores condiciones, lo que se traduce en un salario medio menor.
3,5% creció el sueldo medio de las mujeres vascas en 2020 frente al 1,6% de los hombres.
A grandes rasgos, el colectivo femenino cuenta con una mayor presencia en los trabajos peor pagados, como los relacionados con el ámbito de la limpieza y los cuidados familiares. Según Eurostat, el 24% de la brecha de género puede explicarse por una sobrerrepresentación de las mujeres en sectores con salarios relativamente bajos.
Las mujeres también son mucho más propensas a ser las que asumen interrupciones de carrera. En 2018, un tercio de las mujeres trabajadoras de la UE interrumpieron su trabajo por cuestiones como el cuidado de los niños, en comparación con un 1,3% de los hombres.
Finalmente, en el escalafón más alto de las empresas también hay pocas mujeres –aunque cada vez más– lo que redunda de forma negativa en la media general salarial.
Volviendo al informe de Emakunde, un análisis más profundo por estratos de renta permite una aproximación más precisa a la realidad económica de la población vasca. Por ejemplo, hasta los 18.000 euros de renta, la proporción de mujeres fue superior a la de hombres. Así, más de cuatro de cada diez mujeres obtuvo ingresos que no superaron esa barrera, mientras que en el caso de los hombres ese porcentaje se reduce hasta el 27%. A partir de ese umbral de renta, la situación se invierte y la presencia de los hombres es superior a la de las mujeres.
En el estrato intermedio entre 18.001 y 45.000 euros, por su parte, se halla el 31,1% de las mujeres y el 48,7% de los hombres. Finalmente, en los niveles de renta más elevados, por encima de los 45.000 euros, la proporción de hombres (13,6%) casi duplica a la de mujeres (7,3%), según el estudio de Emakunde.
Si ponemos la lupa por franjas de edad, la conclusión es clara: la diferencia entre la renta media de las mujeres y la de los hombres tiende a aumentar con los años. Y es que el análisis de las rentas por estratos en cuanto a este concepto muestra diferencias favorables a los hombres en todos los tramos de edad, que alcanzan sus valores máximos en edades avanzadas.
En ambos sexos, la renta media total y disponible más elevada se obtiene en edades intermedias. Concretamente, tanto mujeres como hombres alcanzan su renta media total máxima en el estrato de edad entre los 55 y los 59 años, aunque la diferencia entre ambos sexos es «notable». Así, mientras que la renta total de las mujeres en esa franja es de 22.665 euros, entre los hombres se sitúa en 35.519 euros.
Esta ensalada de cifras arroja como consecuencia diversas dificultades en la vida cotidiana. Por ejemplo, según los datos proporcionados por la Dirección de Juventud del Gobierno Vasco, una de las más evidentes guarda relación con el mercado inmobiliario. Y es que existe una tendencia estructural que revela el excesivo coste que supone para los vascos de 18 a 34 años acceder a una vivienda en régimen de compra o alquiler, ya que este esfuerzo económico supera el 30% de los ingresos medios de este segmento de la población.
Este problema afecta más a las mujeres, para las que la adquisición de una vivienda en propiedad o su arrendamiento les resulta más costoso que a los hombres. Esta brecha de género se aprecia en el hecho de que a la hora de comprar un piso, las jóvenes «deberían destinar el 57% de sus ingresos medios para poder acceder al precio medio de una vivienda libre en Euskadi». Es un porcentaje que desciende hasta el 51% en el caso de los varones.
Volviendo al informe de Emakunde, la renta personal media de la población de 18 o más años de la comunidad autónoma vasca descendió un 0,9% respecto del año anterior, situándose en 22.343 euros. Al igual que en años anteriores, la renta media de los hombres –27.422 euros– es visiblemente superior a la de las mujeres –17.667 euros–. Así, la renta personal media de las mujeres fue en 9.755 euros inferior a la de los hombres en 2020. No obstante, la renta de los hombres menguó en mayor proporción (-1,5%) que la de las mujeres (-0,1%), de modo que se redujo el diferencial entre ambos sexos.
El sector digital tan en boga en los últimos tiempos debido al efecto tractor que provoca en la economía, y también por las dificultades que atesora para captar talento. En cuanto a la brecha salarial, además, según un estudio de la plataforma de reclutamiento Manfred, a medida que avanza la experiencia de un profesional de este ámbito, la brecha salarial es mayor. Si bien los perfiles junior tienen de media una diferencia de 1.000 euros entre hombres y mujeres, a partir de los cinco años de experiencia, esta se convierte en 10.000 a favor de los hombres por el mismo rol y la misma seniority. «Se ha hablado mucho de esta cuestión en los últimos años, y una de las soluciones es implantar una política de transparencia en la que los sueldos se publiquen, y también establecer escalas salariales fijas por tipo de rol y nivel de experiencia. De otro modo, hasta ahora hemos visto que la brecha salarial persiste y es algo que el sector debe atajar», opina Gary Mullan, CEO de la agencia de empleo Prosperity Digital. Otro reto a afrontar próximamente para reducir la brecha.
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