Restaurante Arteaga, allí donde disfrutar del buen comer y beber

Se trata de Arteaga Landetxea, la casa del cocinero Igor Ezpeleta y la sumiller Maider Larrañaga que, ubicada en un caserío arrasatearra del siglo XV con mucho encanto, aúna las dos pasiones de sus fundadores: la cocina tradicional vasca y el vino. Ambas aristas, con un peso de «50-50 %» en la atracción de comensales, siguen una base de trabajo común e inamovible: «Tener la seguridad de que se va a disfrutar. El cliente comiendo bien y pasando un buen rato, y nosotros manteniendo esa ilusión y cercanía que hemos tenido siempre».

No en vano, definen Arteaga como «nuestro proyecto de vida» en el que «nacimos profesionalmente y con el que, de la mano, hemos ido evolucionando ». Igor entre fogones y Maider en sala, ambos forman un tándem que ha hecho de este restaurante un lugar imprescindible para todo amante del buen comer y del buen beber.

Arrancando por la propuesta gastronómica, que lleva la cocina y el recetario tradicional vascos por bandera, en este restaurante arrasatearra practican la cocina de producto que «volviendo a los orígenes y a lo sencillo» consiste en «ofrecer el producto de la mejor calidad y lo más cercano posible, siéndole muy fiel con un trato justo y respetuoso». Tanto en el menú del día como en la carta que ofrecen hay una mayoritaria presencia del «producto vasco de siempre». Esta materia prima procede, principalmente, «de los baserritarras y artesanos que nos rodean», pero también de una huerta propia que les abastece de las verduras y hortalizas propias de la zona y la temporada. El género del mar, por su parte, procede del puerto de Mutriku.

Ese esfuerzo por «buscar el mejor producto » deriva en una carta tan atractiva como variada de la que no puede dejarse de probar su chorizo de la casa frito. También cambiante, para esta temporada de primavera recomiendan las xixas -setas de primavera- y los guisantes, junto con las antxoas y el verdel.

Uno de los puntos diferenciales de Arteaga se encuentra en su 'vinoteka', una impresionante bodega preparada para ofrecer un maridaje a la altura y que ha ido creciendo de la mano con la trayectoria de Larrañaga como sumiller, consciente de que «para el cliente siempre es un plus tener vinos muy diferentes sobre una carta tradicional». Con sus «muchas armas» sabe recomendar y ofrecer un maridaje a medida y siempre con el objetivo «no de venderte una botella, sino dar con esa que va a hacer que se disfrute al máximo de la comida».

En esa 'vinoteka' que ejerce de imán con los amantes del vino, reconoce Maider que «ahora mismo están entrando más referencias de las que salen» porque el del vino es un mundo «muy emocional» y «estoy conociendo productores muy interesantes». La sumiller tiene un don para transmitir su pasión por el vino -«la gente se fía de mí», asegura-, la misma que le está empujando a dar «como hobby » el paso a probar la plantación y la producción. «Lo llevo pensando tiempo y tengo una parcela aquí al lado de casa con pinta de interesante, buena orientación, inclinación...», cuenta desvelando que «seguramente lo más indicado» sería dedicarlo a la uva del txakoli.

A pesar de haber recibido «tentaciones en varias ocasiones» de abrir otros proyectos, «siempre hemos reculado porque Arteaga merece recibir la importancia y la energía» del proyecto «que nos da la marcha, las alegrías y las penas». Como todo indica que «los hijos no van a tirar por la hostelería», llegará un día en el que habrá que «cerrar con pena por cerrar un ciclo, pero con la alegría de abrir otro». Mientras tanto, ¡larga vida a Arteaga!