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Nidia González
Domingo, 21 de julio 2024, 02:00
Desde el corte buzz hasta el sofisticado pompadour, pasando por el audaz mohicano y el versátil undercut, son los peinados que marcan tendencia entre cada vez más chicos –tanto jóvenes como mayores–. Esta explosión de creatividad en el cuidado personal –con precios sobre los 12-15 euros– ha dado lugar a una ola de nuevas peluquerías y barberías masculinas por todo Gipuzkoa. Por ejemplo, en una misma calle como el Paseo Colón de Donostia, podemos encontrar hasta cinco negocios que ofrecen el mismo servicio.
El argelino Mohamed Tahar Mezeddek es dueño de tres peluquerías en el territorio. La primera decidió abrirla en el barrio donostiarra de Alza hace cinco años, tres años más tarde abrió una en Tolosa, y en 2023 inauguró la última en Astigarraga. Mezeddek vino con 10 años a Tudela, a casa de sus hermanos, que llegaron al municipio navarro antes que él. Después se mudó a la capital donostiarra. «Una vez cumplí los diecisiete, comencé a trabajar en la obra, estuve ahí seis años». Ese trabajo le permitió hacer muchos amigos que cuando abrió la peluquería le «ayudaron a sacar adelante el negocio los primeros años».
'Moha' aprendió el oficio gracias a la confianza que depositaron sus amigos en su talento con las maquinillas. «Cortaba el pelo a mis amigos o a todos aquellos que conocía jugando al fútbol o cuando trabajaba en la obra», comenta entre risas el peluquero, que siempre tuvo claro que «quería abrir mi propia peluquería y ser mi propio jefe», algo que ha logrado. «Hoy en día apuesto por mi negocio en Astigarraga, aquí estoy todos los días, me siento muy a gusto, el local es muy acogedor y la ubicación es inmejorable», explica.
Diego López es vecino de Astigarraga y acude cada dos semanas a El Príncipe Barber Shop. «Conozco a 'Moha' mucho antes de que abriese su peluquería y en cuanto la abrió, empecé a venir», añade el cliente. «Para mantener este corte tienes que venir con frecuencia». El joven apuesta por el corte 'fade' (degradado), que se caracteriza por tener los laterales y las partes posteriores del cabello muy cortos, casi al ras, mientras que la parte superior se deja con mayor longitud.
Los protagonistas de un sector en auge han traído sus costumbres y modas. «El perfil de las peluquerías de antes era más clásico, ahora estos nuevos negocios son más baratos y trabajan muchos más rápido», apunta López, mientras se corta el pelo. Considera que su rápida proliferación es debido a las costumbres que hay en sus países de origen. «Los árabes tienen más costumbre en cortarse el pelo, yo creo que esto es por el clima, y por verse bien». A El Príncipe Barber Shop «hay algún cliente que viene cada tres días», señala el peluquero con asombro.
Simo Lafou llegó a Gipuzkoa hace más de veinte años. Vino desde Casablanca junto a su familia siendo muy joven, por lo que para él cambiar de país y cultura no supuso «un gran cambio». «Vine a España muy pequeño, el haber crecido aquí no me ha resultado difícil, las raíces y los recuerdos los he creado aquí». La profesión no le viene de familia, sus padres se han dedicado al transporte, pero siempre le inculcaron la idea de emprender, pasión que él conserva y por la que decidió formarse como peluquero. «Siempre quise ser autónomo y siempre quise emprender».
Lafou consiguió trabajo rápidamente en la peluquería Rosario en el barrio del Antiguo, en Donostia, donde estuvo un año hasta que decidió abrir su propio negocio en 2011, la barbería Txukun Txukun, que mantiene hasta día de hoy. En 2020 decidió invertir en un local y abrió su segunda peluquería en la misma calle, «para atender la mayor demanda de los clientes y ampliar mi negocio». Hace un año inauguró una tercera en la Gran Vía de San Sebastián. Lafou está siempre en el primer local. Ahí atiende a sus clientes que son muy «variados», y el rango de edad «es de cero a cien. Vienen clientes de 95 años, y hasta recién nacidos de tan solo siete días».
Babil Magaña acude a la peluquería de Simo desde 2012, y lo hace desde Hondarribia, y cada dos semanas. «Vengo hasta aquí porque el trato y la amabilidad que tiene Simo no la he encontrado en otros sitios», destaca el hondarribiarra, que también trae a sus tres hijos. Otro aspecto que resalta este cliente es «la rápida disponibilidad que me ofrece Simo, con el poco tiempo que tengo para venir, le llamo y rápidamente me hace un hueco», asegura Magaña.
Emaitz Arka es otro cliente que viene hasta el barrio de Gros desde Astigarraga. «Vengo siempre que puedo, me corto al cero, lo que requiere venir cada pocas semanas, y me gusta verme bien». «Además de lo bien que corta el pelo y la barba, me gusta la cercanía, siempre hay un tema de conversación, te hace sentir muy cómodo», asegura Arka, para quien esta peluquería «se ha convertido en mi segunda casa».
Lafou se adapta a los diferentes públicos, está muy presente en las redes sociales y así da a conocer aún más su negocio, pero lo que sigue funcionando es «el boca a boca». Y una vez deciden apostar por sus servicios el peluquero lo tiene claro. «La primera vez es una oportunidad y la segunda es cómo los tratas».
Las modas y las tendencias «las ponen los clientes». La proliferación de este tipo de locales en las ciudades y comarcas guipuzcoanas se debe según Lafou «a que la gente está empezando a entender y a valorar mucho más su presencia», afirma con un tono de satisfacción, «me alegro por mis negocios, pero también en la mentalidad y el tiempo que dedicamos a cuidarnos». La atención al cliente y la experiencia son factores principales que Lafou trata de cumplir, «más que buscar el cliente hay que cuidarlo, tenemos que asegurarnos de brindar un servicio excepcional».
En 2011, Hamza El Haddam llegó a Beasain desde Tánger junto a sus dos hermanos. «Trabajé en todo lo que encontré», comenta Hamza. En sus primeros años en la localidad goierritarra se desempeñó como pintor y camarero. Sin embargo, su destino cambió inesperadamente cuando un amigo que cursaba estudios de peluquería lo animó a unirse. «Nunca me había interesado por ese oficio, pero gracias a él lo descubrí».
El camino no fue sencillo para Hamza. Los cursos de peluquería requerían estudios y formación básica que él no tenía, por lo que no pudo ingresar en una academia local. «Tuve que ir a Marruecos a formarme, y estuve allí ocho meses», recuerda.
En 2014 regresó a Beasain en busca de una oportunidad laboral. Cuenta que las primeras veces que intentó trabajar le rechazaron. «Te piden experiencia, pero nadie te la da», lamenta Hamza. Finalmente encontró empleo en varias peluquerías, y una vez pasados cinco años tomó la decisión de abrir su propio negocio. Un negocio que gracias a los amigos que hizo en los sitios en los que trabajó, le permitieron «salir del paso».
El cliente de Beasain busca cortes «clásicos», por lo que la peluquería Bost se ha ido adaptando a las demandas de la clientela. La frecuencia con la que acuden «ha ido aumentando con los años», dice el peluquero, que calcula que «un 20% por ciento acude a cortarse el pelo cada dos semanas y un 80%, cada tres». Cuando llegan las vacaciones de verano, la Semana Santa, las navidades o las fiestas del pueblo, la clientela aumenta y «es cuando más trabajo tenemos». Los jóvenes son quienes «se atreven con los degradados y las nuevas tendencias. Algunos vienen con la foto de su cantante o futbolista favorito».
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