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Imagen del estado en el que se encontró el autobús 'La Guipuzcoana' en las inundaciones de octubre de 1953 en Zestoa. Kutxateka/Paco Marín

Las inundaciones de 1953 y el trágico episodio de 'La Guipuzcoana', lo más similar a la DANA de Valencia que se recuerda en Gipuzkoa

Un autobús con 21 pasajeros en su interior fue arrastrado en Zestoa por la crecida del río Urola en las inundaciones de octubre de 1953, cuando murieron 27 personas en Gipuzkoa

Lara Ochoa y Beñat Arnaiz

San Sebastián

Jueves, 31 de octubre 2024

Las imágenes que ha dejado la DANA a su paso por las provincias de Valencia y Albacete parecen insólitas. Hay que adentrarse mucho y abrirse ... paso entre los tomos de la hemeroteca para encontrar en Gipuzkoa casos similares a los que ha sufrido la Comunidad Valenciana. 1953 es considerado un año negro en Europa por la inundación del Mar del Norte que en aquel febrero afectó a Países Bajos, Bélgica y Reino Unido. Dejó más de 2.500 fallecidos, 1.836 de ellos en territorio neerlandés.

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Ocho meses más tarde, en octubre, Gipuzkoa sufrió otro episodio similar de tormentas y precipitaciones que desbordaron los ríos Oria, Deba, Urumea o Urola. Este último fue el que más destrozos y daños produjo, con un balance final de 27 fallecidos, 21 de ellos en un trágico episodio de un autobús que fue arrastrado por el agua. Las precipitaciones del 14 de octubre dejaron registros y récords históricos de 313,5 litros por metro cuadrado en 24 horas en la estación de Arditurri en Oiartzun, 237 en Legazpi o 204 en Errenteria.

Una de las tragedias más recordadas en las crónicas de la época de este periódico fue el de un autobús de 'La Guipuzcoana' que cubría la línea Donostia-Azkoitia. Sobre las 20.30 horas tuvo que detenerse con una treintena de pasajeros en su interior a la altura de Zestoa, junto a la fábrica Egiguren y la central hidroeléctrica Alberdi, para ayudar a otro coche que había parado y que necesitaba ayuda ante la crecida del río Urola. Finalmente el autobús también se vio atrapado y sin escapatoria.

El río Urola a su paso por Zestoa en octubre de 1953.

«Los primeros trabajos de salvamento resultaron infructuosos ya que los entusiastas vecinos que intervinieron en la operación con las autoridades de la villa no pudieron aproximarse al vehículo. La falta de luz dificultaba todos los trabajos y la angustia crecía en cada momento que pasaba. Dos vecinos de Iraeta, con un arrojo ejemplar, decidieron por el monte llegar hasta el autobús sin tener noticias de ellos. Se oyen desde el monte gritos de angustia de los viajeros», que vieron cómo a las 23.45 el agua llegaba al metro de altura del autobús.

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El cronista se comunicaba con un locutorio de Iraeta que terminó inundándose, lo que dificultó la recepción de más información, aunque sí apuntaron que «a las cuatro de la madrugada nos enteramos de que un coche de bomberos de San Sebastián que había salido para socorrer a los viajeros del autobús de Zestoa había tenido que detenerse entre Aginaga y Usurbil a causa de desprendimientos de tierras. La situación era tan grave que el vehículo de los bomberos tuvo serias dificultades para volver a Donostia y estuvo a punto de caer a la ría».

El desenlace del suceso pudo leerse en las ediciones de El Diario Vasco del 16, 17 y 18 de octubre. En una época completamente diferente a la actual, también en lo relacionado a la velocidad de la información, el periodista escribía que «ante la situación en que se encontraba el autobús el conductor y otros tres ocupantes saltaron del vehículo y llegaron a Zestoa después de grandes esfuerzos, con objeto de solicitar refuerzos para acudir en ayuda del autobús y remolcarlo hasta la citada villa».

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«Conformidad ante lo irremediable»

Continúa que «regresaron en un taxi a las proximidades, ya que el caudal de agua y la falta de luz impidieron aproximarse al autobús, instante en el que el agua alcanzaba más de la mitad de la altura del vehículo. Pese a que se lanzaron algunos cables y cuerdas para sujetar y asegurar así la posición del vehículo, un golpe de agua rompió las amarras e hizo desaparecer al «'Fiat'», con 21 pasajeros en su interior.

Instantes antes de ese fatal desenlace «reinaba la conformidad ante lo irremediable, ante lo impotente. Los viajeros rezaban el Santo Rosario con el fervor del católico que se pone en manos de la Divina Providencia. Cuando Juan Brocena rompió un cristal del coche y salió milagrosamente despedido a tierra firme, la joven de 17 años María Asunción Arrúe de Pablo, natural de San Sebastián, que con su uniforme de colegiala se dirigía al Colegio de Jesús y María de Loyola, con asombrosa serenidad y una angelical sonrisa en su rostro, con un crucifijo en la mano lo dio a besar a todos recordándoles el paso definitivo que iban a dar, tal como el de morir sin que nadie pudiera impedirlo».

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No fue hasta ocho días después cuando encontraron el vehículo de la marca Chrysler al que en primera instancia el autobús se paró para socorrerlo. En el interior viajaba un matrimonio, dos de las 27 víctimas que contabilizaron. También las hubo en Endarlatza y Ataun.

Las pérdidas económicas fueron de más de mil millones de pesetas de la época y no solo se centraron en la comarca del Urola. Arrasate, Bergara, Soraluze, Tolosa, Villabona, Alegia, Andoain, Ordizia, Hernani, Errenteria o Irun también sufrieron la fuerza de la naturaleza en forma de daños materiales.

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