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La metamorfosis del patrimonio religioso de Gipuzkoa

La metamorfosis del patrimonio religioso de Gipuzkoa

La Iglesia de Gipuzkoa ha vendido y reconvertido en hoteles, viviendas o auditorios una treintena de edificios religiosos del territorio en la última década

Domingo, 8 de junio 2025, 00:01

El patrimonio religioso de Gipuzkoa no solo habla de fe, también de cómo se relaciona una sociedad con su pasado cuando este deja de ser funcional. Antiguos conventos y monasterios, que durante siglos marcaron el ritmo espiritual y social del territorio, atraviesan hoy un proceso de transformación que va mucho más allá de la restauración arquitectónica. Entre la conservación y adaptación, muchos de esos muros sagrados han encontrado un nuevo destino.

Sentados en el vestíbulo y bar del hotel Zenit Convento San Martín de San Sebastián, bajo su colorido techo estrellado, y rodeados por las vidrieras restauradas y el minimalismo contemporáneo del mobiliario, el contraste entre lo sagrado y lo contemporáneo resulta tan evidente como elocuente.

A lo largo de los siglos, monasterios, conventos, iglesias y ermitas no solo se integraron en el paisaje urbano y rural, sino que, en muchos casos, constituyeron el núcleo fundacional en torno al cual se desarrollaron pueblos y ciudades. La religiosidad, profundamente arraigada en la cultura del territorio —auténtica cantera de órdenes religiosas—, es un rasgo inseparable de su evolución histórica. Estos edificios no sólo cumplían funciones litúrgicas, sino que también actuaban como centros de organización social, asistencia y transmisión del conocimiento. En la actualidad, sin embargo, muchos han dejado atrás su uso religioso para adaptarse a nuevas realidades y necesidades.

En la última década, la Iglesia de Gipuzkoa ha vendido o reconvertido cerca de una treintena de edificios religiosos en el territorio, muchos de los cuales han sido transformados en hoteles, apartamentos o espacios dedicados a la actividad cultural. Muchos conventos se han ido quedando sin residentes, y ante esta realidad, varias congregaciones han optado por desprenderse de sus inmuebles. Se trata de edificios amplios, y en su mayoría situados en lugares privilegiados.

En algunos casos, han pasado a formar parte del patrimonio público o municipal. No obstante, este proceso no puede llevarse a cabo sin la previa desacralización del edificio, un procedimiento canónico obligatorio para que un inmueble religioso pierda su carácter sagrado y pueda ser destinado a usos seculares. Regido por el Derecho Canónico, debe ser autorizado por el obispo diocesano y requiere que el templo esté en desuso para el culto. Una vez desacralizado, el edificio puede venderse o reutilizarse, siempre que el nuevo uso no sea considerado indigno ni contrario a su carácter original.

Reconversión

Se lleva a cabo tras la desacralización del edificio, un procedimiento canónico autorizado por el Obispado

La reconversión no implica un olvido del pasado, sino una reinterpretación que busca mantener su valor simbólico y patrimonial. La mayoría de estas construcciones son conventos y monasterios, reflejo del florecimiento conventual que experimentó Europa a partir del siglo XII y que dejó una huella profunda también en el territorio guipuzcoano.

Actualmente, estos espacios atraviesan un nuevo capítulo: transformados para usos que van desde lo cultural a lo turístico, desde lo institucional a lo residencial, y reflejan la compleja relación entre conservación y adaptación.

El segundo destino de los conventos no siempre es evidente ni unánime, pero revela una voluntad clara: dotar de nueva vida a unos muros que, aunque ya no rezan, siguen diciendo mucho. Esta metamorfosis del patrimonio religioso plantea un reto delicado: cómo intervenir sin borrar, cómo reutilizar sin vaciarlos de significado.

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En su origen, ocho de los edificios fueron iglesias.

La mayoría de ellos, dieciséis de los veintinueve, eran conventos.

Tres de los edificios fueron capillas: la capilla de la Milagrosa en Hernani, la capilla de la Virgen Milagrosa de Irun y la capilla Buen Pastor de Legazpi.

Por último, encontramos dos ermitas: la ermita de Santa Elena de Irun y la ermita Santa Columba de Leintz-Gatzaga.

AUX STEP FOR JS

La reconversión adopta matices distintos según el lugar; mientras que en buena parte del territorio guipuzcoano predomina el uso cultural, en ciudades como San Sebastián el enfoque ha tendido más hacia lo turístico, aunque no sin excepciones.

San Sebastián es uno de los ejemplos más representativos de este cambio. El fenómeno no es nuevo y ya cuenta con varios antecedentes. En la actualidad, cuenta con seis referencias destacadas, a las que podrían sumarse más en un futuro. Es el caso del antiguo convento del Corazón de María (Mariaren Bihotza), ubicado en la avenida de Navarra, en el barrio de Gros. Construido en 1926, albergó funciones parroquiales hasta 2020 y fue también sede del colegio Claret, tras una presencia de cien años de la congregación de los claretianos en la ciudad. En febrero de 2021, obtuvo licencia municipal para convertirse en hotel.

Otra de las incógnitas es la parroquia de San Pío X en Gros; una residencia de religiosas hoy vacía y el centro educativo María Inmaculada forman parte de este conjunto ubicado entre la avenida de Ategorrieta y las calles Marino Tabuyo, José María Soroa y Particular de Ategorrieta. La iglesia cerró al culto hace cinco años, y el colegio anunció el fin de su actividad docente. En su momento, se propuso una operación urbanística que incluía la construcción de 320 plazas de garaje, una superficie comercial y un hotel de seis plantas. Sin embargo, esa operación fue suspendida. Por ahora, el Ayuntamiento solo ha dado luz verde a la construcción de un aparcamiento subterráneo de cuatro plantas en la parcela de la congregación de María Inmaculada.

Recientemente, el Ayuntamiento ha aprobado el Plan Especial de Protección de la Parte Vieja de San Sebastián, una herramienta que marcará los futuros usos del patrimonio edificado en este enclave histórico. Queda por ver cómo afectará esta nueva normativa a inmuebles como el convento de Santa Teresa, situado a los pies del monte Urgull, cuyo futuro, como el de tantos otros, permanece aún por definirse, a pesar de que una parte del edificio ya se destine a exposiciones y a una oficina municipal.

Dormir en un coro

Han pasado once años desde que las Siervas de María cesaron su actividad en el número 45 de la calle San Martín, y desde que la cadena Zenit Hoteles adquiriera el inmueble. Su directora, Nerea Manzano, explica que tras un «complejo» proceso de rehabilitación que se prolongó durante seis años, el edificio reabrió sus puertas en 2020, tras la pandemia. Durante la reforma, se conservaron elementos protegidos como la fachada original de arenisca de Igeldo y la capilla interior.

Varios artistas participaron en la restauración del techo estrellado de la capilla y las vidrieras, respetando la cromática original. La zona más deteriorada —antiguamente dedicada al cuidado de personas enfermas— fue completamente renovada para dar paso a las habitaciones, que suman 79.

La capilla, catalogada con grado B en el PEPPUC, se ha transformado en vestíbulo y bar, conservando elementos originales como la escultura de la Virgen que preside el espacio. El antiguo coro se ha convertido en dos suites: la Suite Santa Clara y El Coro, esta última ubicada en el lugar donde las monjas ensayaban sus cantos.

A la izquierda del bar, el hotel mantiene aún la puerta que daba al espacio reservado a las hermanas mayores o enfermas, desde donde podían asistir a misa sin salir de su estancia. «Estamos dentro de un convento, lo que lo hace especial y diferente. A nuestros clientes, en su mayoría internacionales, les encanta, buscan otro tipo de experiencia. Desde el momento en que hacen el check-in, se sorprenden con esta joya arquitectónica y se muestran intrigados por el edificio, la restauración... Aprovechamos para contarles la historia del convento, forma parte de la experiencia», señala.

A escasos cien metros se encuentra Convent Garden. El proyecto está liderado por Anders Denne, empresario sueco con más de 20 años de experiencia en alojamientos turísticos y hostelería, junto a su socio donostiarra. El espíritu viajero le llevó a cumplir el sueño de crear un espacio multifuncional que reuniera personas diversas, gastronomía, cultura y entretenimiento.

Hace una década, tuvieron la oportunidad de visitar el antiguo convento de las religiosas María Reparadora, instaladas desde 1905 en la ciudad. En apenas media hora recorrieron sus 4.000 m2 y supieron que habían encontrado la pieza clave que encajaba con una precisión inesperada en su ambicioso proyecto.

Impulso turístico

En San Sebastián, de las seis referencias actuales cuatro son hoteles, con posibilidad de sumar más en un futuro

El motor económico de Convent Garden, nombre que rinde homenaje al célebre distrito londinense, es el albergue turístico A Room In The City, definido como «alojamiento sociable». Tras diez años como inquilinos, Denne recuerda que el proyecto tomó forma en un momento en que percibieron tanto la oportunidad como la «necesidad» de ofrecer a San Sebastián una propuesta diferente y estimulante, en sintonía con una ciudad que, «por entonces, respiraba diversidad, mezcla y vitalidad». Sostiene que aquella Donostia «era más abierta, dinámica y liberal que la actual; hoy es más uniforme. Además, sería casi imposible arrancar un proyecto así con la cantidad de burocracia que se exige», apunta.

El 'hostel' cuenta con 214 camas distribuidas en dos tipos de alojamiento: habitaciones en las antiguas celdas de las monjas, ubicadas sobre la calle Easo, y dormitorios compartidos —de cuatro a ocho plazas— en la fachada que da a la calle Manterola.

El edificio alberga también la parroquia de San Martín Obispo, situada justo encima de la conocida y espectacular Cripta, una sala subterránea reconvertida en espacio de conciertos que hoy forma parte esencial de la escena cultural donostiarra. También se encuentra el restaurante Atea, ubicado en lo que fue la antigua sala de enseñanza del convento.

El conjunto esconde además espacios singulares como 'Patio', la terraza abierta al público en lo que fueron las huertas de las monjas, o la azotea, hoy habilitada para eventos privados, que fue el antiguo tenderete del convento y desde donde aún puede contemplarse el campanario original.

Del altar al escenario

El ejemplo más antiguo de la reconversión en Gipuzkoa —y probablemente fuente de inspiración para otros proyectos del territorio— es el teatro municipal Santa Ana, en Oñati. Antiguamente convento de clausura perteneciente a la congregación de las Isabelas Franciscanas. Este municipio, que alberga hasta ocho conventos y asociaciones religiosas, vio nacer este monumento histórico hacia el año 1500, y desde la década de los noventa el edificio acoge la Ikastola Txantxiku, mientras que otras de sus dependencias han sido reconvertidas en teatro, cine y auditorio, gestionados por el Ayuntamiento. A 13 kilómetros, en Bergara, el antiguo templo jesuita del siglo XVIII fue transformado en 2017 en Seminarixoa, una sala polivalente y «semillero de la cultura».

Azpeitia ha vivido toda una revolución cultural entre muros del siglo XVI. Dio un paso firme al dar vida a lo que hoy se conoce como Sanagustin Kulturgunea, una antigua iglesia del siglo XVI reconvertida en un centro cultural dinámico que acoge conciertos y espectáculos escénicos en un entorno espectacular.

El edificio cuenta con una historia larga y diversa: fue cuartel, fortaleza y parque de artillería durante las Guerras Carlistas, además de servir como espacio para comuniones o almacén. Tras años de abandono, fue a comienzos de los años noventa cuando el entonces alcalde, Jose Mª Bastida, impulsó la idea de recuperarlo para el pueblo.

Durante años la propiedad del inmueble fue motivo de disputa entre la Iglesia y el Ayuntamiento. El conflicto se resolvió gracias a Imanol Elías, quien, por encargo del propio Bastida, halló en el Archivo de Oñati un documento fechado en 1842, en el que el general Espartero cedía el edificio al Ayuntamiento. Este hallazgo se remonta a la época de la Desamortización de Mendizábal, cuando los agustinos —al igual que los dominicos— fueron expulsados de Azpeitia. Fue entonces cuando el Consistorio asumió la titularidad de la iglesia del antiguo convento.

Con financiación del Gobierno central, se puso en marcha la rehabilitación del edificio, que reabrió sus puertas en 2010 como centro cultural. Desde 2011, su gestión corre a cargo de la cooperativa KulturAZ, en colaboración con el Ayuntamiento.

Xabier Aranbarri, gerente de KulturAZ, recalca que el espacio y la actividad integrada de este equipo, cuyo objetivo principal sigue siendo la transmisión cultural intergeneracional, han contribuido de forma decisiva a consolidar la vida cultural del municipio. La programación alcanza los 200 espectáculos anuales, de los cuales unos 140 se celebran en Sanagustin.

Aranbarri señala que el hecho de que la gestión estuviera en manos de un equipo del pueblo facilitó el proceso, aunque reconoce que en los inicios hubo cierta reticencia. La transformación provocó división, pero con el tiempo la ciudadanía se ha acostumbrado hasta el punto de que el debate inicial se percibe como un recuerdo lejano, casi anecdótico. «Ofrecemos una programación equilibrada de conciertos y espectáculos, lo que contribuye a que distintas generaciones vivan con naturalidad el hecho de acudir a una iglesia para un concierto y sientan este espacio como propio. No hay diferencias, desde pequeños han crecido viniendo aquí y respirando cultura en ella», añade.

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