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En el teatro, como en la política, los villanos hacen a los héroes. Pocos políticos progresistas en el mundo podrían deberle su éxito a Donald ... Trump, excepto el primer ministro canadiense Mark Carney, que este lunes se prepara para celebrar una victoria electoral, inimaginable sin el revulsivo que ha supuesto el discurso anexionista del presidente de EE UU.
En enero, solo el 12% del electorado creía que el Partido Liberal de Justin Trudeau merecía la reelección. El líder del Partido Conservador, Pierre Poilievre, había puesto a su formación 27 puntos por delante, gracias a un discurso pospandémico metódicamente construido sobre la inflación, la vivienda y la necesidad de cambio que se respiraba a nivel global. Bastó con que Trump subiera al poder reclamando a Canadá como el 51 estado de la Unión para dar un vuelco impensable a las encuestas. Pese al desgaste de casi una década con Trudeau en el poder, el Partido Liberal llega este lunes al día de las elecciones con entre cuatro y seis puntos de ventaja en la intención del voto. «La conversación política cambió rápidamente. Lo que antes era una contienda centrada en la escasez interna pasó a definirse por la precariedad internacional. Y con ello, también cambiaron las cualidades que los canadienses buscaban en un líder», observó en su editorial el diario 'Toronto Star'.
El exbanquero era, hasta que su partido le eligió para suceder a Trudeau, casi un desconocido, cuya gestión como el primer director no británico del Banco de Inglaterra le daba solidez. Su popularidad ha pasado del 19% al 46% en los menos de dos meses transcurridos desde que convocó elecciones anticipadas, a las dos semanas de heredar el cargo. Y es que la pregunta clave de las 'elecciones más trascendentales de la historia' también ha cambiado. «En un momento dado de la campaña el 56% de los canadienses nos dijo que la pregunta más importante en las urnas era: «¿Qué partido es más capaz de hacer frente a las amenazas de Donald Trump contra Canadá?». La cifra ha bajado ligeramente desde ese punto álgido del 4 de abril que siguió al 'Día de la Liberación' de Trump, cuando el presidente estadounidense anunció su traca de 'aranceles recíprocos' con la que sacudió al mundo.
Como si fuera consciente de que la elección de Carney «infligiría un daño severo», criticó el psicólogo canadiense 'anti-woke' Jordan Peterson en el podcast de Joe Rogan, que impulsó la elección de Trump, el presidente se había abstenido en el último mes de repetir sus amenazas a la soberanía canadiense porque, dijo, no consideraba «apropiado» hablar de las elecciones de otro país. Hasta que los periodistas de la revista 'Time' le tiraron de la lengua durante la entrevista sobre sus primeros 100 días publicada el viernes. «No estoy vacilando», aseguró él. «Nos ocupamos de su ejército y de todos los aspectos de sus vidas. No necesitamos que nos fabriquen los coches. De hecho, queremos hacerlo nosotros. No necesitamos su madera, ni su energía. No necesitamos nada de Canadá. La única manera en la que esto funcionará es que Canadá se convierta en un Estado más (de EE UU)», remachó.
A tres días de las elecciones, la aguja electoral volvió a girar hacia esa pregunta existencial que ha definido la campaña. El desafío de Trump no solo ha alterado el tablero electoral, sino que reaviva una vieja herida canadiense: la necesidad de reafirmar su independencia frente a su poderoso vecino anglosajón. Muchos votantes del Partido Verde confiesan a los periodistas que esta vez depositarán su voto por el Partido Liberal. Hasta los independentistas de Quebec dicen ser conscientes de que el Bloc Québécois no tiene la fuerza nacional que demandan los tiempos. Trump ha logrado lo que ningún primer ministro había logrado en décadas: unir al país en torno al miedo existencial.
«Va a pagar por ello, porque una vez que Carney sea elegido, Trump no tendrá un enemigo más curtido en todo Occidente«, lamentó el experto de Joe Rogan, que citaba estos días el diario conservador 'National Post'. Pero incluso entre la derecha empresarial hay quien ve ganancia en el terremoto político que ha desatado Trump en Canadá. Junto a la unidad nacionalista recién estrenada, «ha generado un consenso sobre la necesidad de construir una economía más resiliente, basada en la idea de que el primer paso tiene que ser la demolición de las barreras comerciales internas», escribió en su editorial 'The Globe and Mail'. «Hace seis meses solo un ingenuo hubiera apostado a que Ottawa y las provincias harían algún progreso en eliminar las regulaciones enquistadas que solo protegían intereses parroquiales», reflexionó. «Hoy ese ingenuo ganaría las apuestas. Las amenazas de Trump han sacudido del letargo a los políticos de todo el país y empiezan a suceder cosas buenas».
El llamado a boicotear los productos estadounidenses y apoyar la economía local ha hecho resurgir la venta de productos nacionales un 10%, los canadienses prefieren vacacionar en casa -el turismo a EE UU ha caído un 70%-, las gorras de 'Canadá no está en venta' hacen furor y el café americano ha pasado a llamarse 'canadiano'. Canadá no quiere cambiar la hoja de arce de su bandera por las barras y las estrellas. Los hinchas abuchean a los rivales cuando suena el himno estadounidense en los partidos de hockey y se destaca el multilingüismo para diferenciarse del 'English only' de sus vecinos. «La diferencia es que Canadá tiene amigos en todo el mundo, mientras EE UU se queda cada vez más solo», decía el granjero Peter Hamilton a CNN.
Carney no ha dejado pasar la oportunidad de retratar a su rival como un «adorador de Donald Trump», alguien que se arrodillaría ante él. Incluso ha agitado subrepticiamente el fantasma del negacionismo electoral ante las primeras pancartas de quienes ponen en duda las encuestas. «Eso difumina la barrera entre el escepticismo legítimo y las teorías de la conspiración», se quejó 'The Globe and Mail', que empatiza con aquellos conservadores a los que les cuesta asimilar el vuelco de llevar una ventaja de 25 puntos a ir rezagados por cuatro, cinco, seis y hasta siete puntos.
El que se veía ya como un gobierno a la espera de ocupar el poder, obtendrá buenos resultados de oposición, según las encuestas, porque ni siquiera la participación histórica que adelantan los votos depositados anticipadamente garantiza que el Partido Liberal obtenga los 172 escaños necesarios para alzarse con el poder -la proyección de YouGov le otorga entre 162 y 204, con una estimación central de 185-. La perspectiva de un ganador incapaz de formar un Ejecutivo sería la mejor expectativa para Poilievre, que no ha sabido o no ha podido desmarcarse de Trump -aún popular entre uno de cada cuatro conservadores-, pero la peor para el país.
«Estas iban a ser unas elecciones sobre prioridades económicas y sentido común», se quejó 'National Post'. En lugar de hablar de las pensiones o de energías renovables, toca decidir si resistir o capitular ante la amenaza trumpista de que, sin EE UU, «Canadá dejaría de existir».
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