Janusz Walus, el asesino del arco iris

El criminal no llegó muy lejos. Tras abatir a su presa, el pistolero huyó, pero una mujer con la que se cruzó llamó a la Policía y un vecino apuntó la matrícula del coche en el que se dio a la fuga. Fue detenido y, poco después, también ingresó en la cárcel el diputado Clive Derby-Lewis, miembro del Partido Conservador, formación que se oponía al fin del régimen del 'apartheid'. Según la investigación, el político le prestó el arma empleada. Existe la convicción de que Nelson Mandela apaciguó los ánimos y evitó una guerra civil mediante un mensaje a la nación en el que demandaba contención.

Curiosamente, el hombre que pudo arruinar el futuro país del Arco Iris no había nacido en él. Walus, de 71 años, procede de una pequeña ciudad del sur de Polonia y emigró a la república austral en 1981 cuando contaba 28 años. Allí, su padre y un hermano poseían una fábrica de vidrio. El joven abandonaba un régimen comunista y se establecía en un territorio dominado por formaciones de ultraderecha y regido por el sistema del apartheid. Al poco tiempo, el negocio familiar se hundió y consiguió empleo como camionero.

No eran buenos tiempos para el milagro económico sudafricano. El emigrante se encontró ante una sociedad profundamente dividida que ya no itía el statu quo. La ancestral supremacía de los blancos estaba siendo cuestionada por la mayoritaria comunidad negra y los enfrentamientos se sucedían. En 1986, cuando el criminal consiguió la ciudadanía sudafricana, se decretó, una vez más, el estado de excepción.

Aquella convulsa coyuntura y el vínculo de Walus con el Movimiento de Resistencia Afrikáner (AWB) pueden explicar su iniciativa. El bloqueo al gobierno racista había provocado una crisis económica de grandes proporciones que afectaba a la clase baja de menores recursos y expandió el paro y la pobreza entre quienes siempre se habían favorecido de la istración. Muchos de los afectados se integraron en este grupo liderado por Eugene Terre'Blanche y responsable de ataques a viviendas de indígenas.

La formación se oponía a la concesión de derechos políticos a los ciudadanos negros, pretendía crear un Estado afrikáner y se oponía furiosamente al diálogo con el ANC al que acusaba de estar en manos de los comunistas. Hani era el máximo representante del ala marxista y contaba con gran predicamento entre los más jóvenes y radicales. Su postura tampoco alentaba las negociaciones para el traspaso pacífico del poder.

Las pesquisas no consiguieron pruebas para sostener las acusaciones realizadas por la familia del fallecido, que alentaba la idea de una teoría de la conspiración y que el irrelevante Walus atendía a órdenes de elites e, incluso, potencias extranjeras que querían impedir el relevo político. Tan sólo se probó el involucramiento de Derby-Lewis, un extremista incluso para los más reticentes a los cambios que llegó a aplaudir la irrupción del sida como una herramienta para aminorar el crecimiento demográfico de los nativos. Los cuerpos de seguridad le atribuyeron un plan para asesinar a Mandela y Joe Slovo, otro destacado dirigente de la oposición.

Ambos fueron juzgados y condenados a muerte en 1993, pero la pena fue conmutada a cadena perpetua tras la supresión legal de la pena capital. También los dos solicitaron la amnistía con ocasión de la formación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, pero les fue denegada aludiendo a que no habían actuado por orden de una entidad superior. El político y presunto autor intelectual fue liberado en 2015 por padecer una enfermedad terminal y falleció unos meses después.

Walus abandonó la cárcel en 2022 tras ser apuñalado en prisión y recuperó su vida bajo estrictas condiciones. Cinco años antes había sido despojado de su nacionalidad sudafricana. La medida atendió a que habían pasado 15 años desde que se convirtió en posible receptor de la libertad condicional, repetidamente denegada, y, además, se había disculpado con los Hani.

La historia tiene interesantes giros de guión. El polaco que abandonó su país comunista para comenzar una nueva vida en otro escorado a posturas sociales y políticas reaccionarias, asume el retorno con un cambio ideológico de 180º. El ex convicto, un hombre alto de gélida expresión, abandona un país guiado por un partido teóricamente progresista para residir definitivamente en otro que escora hacia posturas de extrema derecha.

Ewa Walus, que perdió el o con su padre cuando este partió de Varsovia y rompió el o con su ex esposa, reconoce haber recibido fondos para apelar mientras el asesino se hallaba en prisión. No sólo ella lo espera. El partido Confederación y el grupúsculo neonazi Bad Company también se han sumado al recibimiento. Unos y otros celebran su vuelta porque, hace más de treinta años, asesinó a un comunista.